Las escuelas de natación están abiertas todo el año, pero en vacaciones llega el momento en el que explotan de capacidad, aprovechando la temporada alta de verano. Se sabe que son una buena opción para niños, jóvenes y muchas familias que desean refrescarse, escapar de las altas temperaturas de la provincia y, de paso, aprender a nadar. Pero, ¿cuál es la experiencia de quienes eligen pasar sus veranos en piletas de clubes y complejos deportivos?
Marcela Zelarayán es madre de Jimena y fue la experiencia del covid-19 la que la motivó a enviar a su hija a natación. “Durante la pandemia descubrí que era sofocante el encierro para mi hija. Estábamos con falta de sociabilidad porque vivimos en un departamento; quería traerla a hacer algo lindo, a que se divierta, así que le propuse el tema de la pileta y nos fue espectacular”, relata. Empezaron ya hace unos meses: “Me di cuenta de que le gustaba porque se adaptó muy rápido; además volvía cansada a casa”.
La pileta del complejo polideportivo Teniente Ledesma (25 de Mayo y avenida Sarmiento) es la única olímpica de la provincia y cuenta con más de seis metros de profundidad. Lo que generalmente asustaría a muchos, para cientos de niños es una diversión extra: se sumergen completamente hasta llegar hasta el fondo, siempre -obviamente- bajo la mirada atenta de los salvavidas. Entre ellos está Leonel, de 11 años quien empezó natación hace cuatro años, motivado por las ganas de refrescarse en “una provincia calurosa como la nuestra”. Tenía el objetivo de aprender a nadar en caso de encontrarse con algún peligro, y hoy se dio cuenta de que es su pasión y planea seguir practicando hasta ser un profesional.
“Al principio me costaba, pero fui adaptándome. Empecé tirándome de cualquier forma y después de clavado, intentando tocar el piso, hasta que el año pasado lo logré en la parte más profunda”, destacó.
Otra estudiante de natación en esa institución que tiene un interés similar es Camila, de su misma edad. Empezó este año y lo que la incentivó fueron sus ganas de conocer el mar. “Tengo que aprender a nadar para sobrevivir a cualquier situación, a veces el agua es traicionera. Me gusta venir porque entrás aquí y empezás el día diferente, más feliz y con una energía diferente”, reconoce.
Los comentarios de quienes asisten a la escuela de verano son coincidentes en recomendar ampliamente la actividad, sin importar cuál sea el objetivo inicial, desde escapar del aburrimiento hasta salvar una vida.
Siguiendo esa línea, Marcos Antonio Alberti, profesor y encargado de la escuela de natación del Ledesma, explica que los beneficios de saber nadar no son solo para el niño. “Es fundamental sobre todo para un papá, ya que es una inversión: vos sabés que va a entrar en el agua, va a salir y no se va a ahogar, sSobre todo en las edades en las que se aprende todo rápido. Aprender a nadar es como andar en bicicleta, una vez que se aprende no se olvida más”, describe.
Esta afirmación fue confirmada por Marlene, su alumna de 10 años que empezó natación a los seis años, luego dejó, e inició nuevamente ahora. “Mi experiencia fue linda y nostálgica, porque hace mucho que no entraba en la pileta y al empezar a nadar me acordé de todo lo que hacía. Lo recomiendo a todos en especial acá con el calor que hace”, contó.
Su madre, Valeria Cuellar cuenta: “empezamos porque ella me decía que tenía ganas de nadar”. Asiste junto a su hermana de seis años, Leticia, quién aún está aprendiendo a combatir sus miedos, entre ellos el sumergir la cabeza dentro del agua.
Una familia unida por el agua es la de Gabriela Velmontes. “Cuando era más chica iba a una colonia de verano, mi mamá me mandaba con mis hermanos para evitar algún inconveniente”, recuerda. Su idea era que sus hijos aprendan a nadar a temprana edad, y ahora va junto a ellos a la pileta. “A la menor, de siete años, le gusta ir a la parte honda, incluso el año pasado se tiró de un trampolín”, afirma.
Para todo público
La diversión acuática no es solo para los más pequeños; por esto las propuestas que se llevan a cabo en los centros deportivos son diversas y para un amplio público, sin importar edad ni condición.
A la par de las escuelas están la pileta recreativa o libre para todas las edades, desde bebés a adultos mayores, el aquagym y la natación adaptada. Además, varias escuelas comenzaron a dar clases inclusivas a personas con necesidades especiales, como en el Complejo Ledesma, que este año comenzó a tener la opción para niños y jóvenes con Síndrome de Down. “Vienen aproximadamente 20 chicos con capacidades diferentes y es una linda experiencia para todos”, expresó Alberti.
Paralelamente, en el complejo del club Asociación Mitre (avenida Belgrano al 1.500) se dan clases particulares de natación a personas con discapacidades motrices o de aprendizaje. “No existe un límite para aprender a nadar”, según Ariel Mateo, representante de la entidad.
Cecilia Romero es profesora de matronatación y para adultos en ese complejo, donde también atiende niños. “En temporada vienen principalmente por el calor, con ganas de aprender y refrescarse; algunos llegan con base pero a la mayoría se les enseña desde cero”, comenta.
“Hay muchos que empiezan con miedo. La mayoría temen meter la cabeza bajo el agua o simplemente estar lejos de los padres, que es lo que más les cuesta al inicio. Para que se suelten, deben tener un periodo de adaptación; algunos al mes ya pierden el miedo y otros, a los cuatro meses. Al principio se les enseña lo básico para sobrevivir en el medio acuático y después de los seis meses avanzamos con los estilos”, detalla.
Juan Pancho Aparicio enseña en el Complejo Ledesma y desde su experiencia tiene una perspectiva distinta: “los niños más chiquitos en general no tienen miedo, el temor es de los padres y se los contagia”. “Uno tiene que venir y tratar de hacerles perder ese sentimiento, enseñarles a sobrevivir en el ambiente acuático, que al agua se le debe tener respeto pero no miedo. Eso ya es sembrar una semillita para nosotros”, sostiene, recuperando una fraseclásica de los mayores. Definitivamente, en tenerla en cuenta está uno de los secretos de saber disfrutar de la natación, con atención, cuidado y sin correr riesgos.
(Producción periodística: Victoria Reinoso)