- ¿Cuál es el máximo desafío que afronta la economía en 2023?

- Yo creo que este año va a estar muy marcado por tres grandes períodos: uno previo a las PASO; otro entre las PASO y las elecciones generales, y el último posterior a que asuma el nuevo Gobierno. Para este último período hay un desafío muy grande, que es la inflación y es sin duda lo que demanda un plan de estabilización, porque no solamente afecta más a los que manos tienen sino que está generando muchísimos desequilibrios.

- Habla solo del tercer período. ¿El Gobierno actual ya no tiene herramientas para combatir la inflación?

- La herramienta fundamental es la credibilidad y este Gobierno ya la perdió. No obstante, podría trabajar para sentar una base y que el próximo Gobierno no tenga que asumir todo el costo de las malas políticas actuales, pero no vemos que tenga la vocación ni la voluntad de resolver problemas. A mí me parece que el Gobierno está poniendo parches con una visión pura y exclusivamente asociada a llegar a las próximas elecciones.

- ¿Entonces qué podemos esperar que suceda con la inflación en 2023?

- Ya está proyectado que la inflación supere ampliamente el valor que se puso dentro del Presupuesto, que era de 60%, y llegue a los tres dígitos. Creo que no hay ninguna discusión al respecto. Ahora, hay que tener en cuenta que la inflación es la consecuencia, y no la causa, de lo que nos toca vivir. La inflación es la consecuencia de la emisión generada para sostener el gasto público desmedido. También se está emitiendo para sostener el dólar y la compleja deuda en pesos que tiene el país. Entonces lamentablemente yo me atrevo a decir que si se continúa con esta política de acuerdos para sostener precios, es decir, de controles de precios, la escalada inflacionaria va a superar ampliamente el 100 %.

- Mencionó la emisión para sostener el dólar. ¿Piensa que la devaluación es evitable en el corto plazo?

- La devaluación oficial está ocurriendo de una manera gradual y sin que se haga alarde de ella, más allá de lo que el mercado refleja en los tipos de cambio paralelos y el dólar libre. La situación se está intentando contener: esa es la palabra. Contener a través de medidas cortoplacistas que buscan evitar a toda costa un salto devaluatorio de un día para otro. Yo creo que lo pueden llegar a evitar, pero también pienso que si no se planifica la devaluación, tarde o temprano la va a terminar ajustando el mercado y va a ser mucho más costosa para la sociedad.

- ¿Le preocupa el nivel de reservas?

- Estamos muy mal y no solo por los vencimientos de deuda sino también por la sequía y porque el Gobierno no está haciendo nada coherente, sostenido ni necesario para poder incrementar las exportaciones de bienes y servicios. Somos un país que tiene una altísima dependencia de productos importados y ese faltante de importaciones que hoy vemos tiene que ver con las limitaciones que puso el Gobierno porque no tenemos reservas. De manera que las reservas están doblemente afectadas: por un lado, por una cuestión climática; por el otro, por una cuestión de abastecimiento de bienes que, como los fertilizantes, el campo no recibe porque tiene que importarlos. Es una situación muy compleja y yo no veo una salida en un futuro próximo.

- ¿Qué cree que le tocará hacer al próximo Gobierno para resolver todos estos problemas?

- Hoy tenemos referentes de todo el espectro ideológico. Por un lado, hay candidatos que representan ideas fuertemente liberales, de derecha en lo económico, corren un poco el eje del debate y además en algunos casos captan la atención por su perfil antisistema. Este último es el resultado del fracaso de la política y está capitalizando el enojo, la bronca y el dolor que tiene la sociedad. Sin embargo, yo soy partidaria de un discurso más moderado porque creo que va a tener sus frutos más adelante. Lo que necesitamos es generar acuerdos, definir políticas de largo plazo y dejar de vivir en esta lógica de refundar el Estado cada vez que cambia el Gobierno.

ESPECIALISTA. Boscarino cuenta con un título de magíster en Políticas Públicas expedido por la Universidad Torcuato di Tella.

- ¿Cuáles son esas políticas de largo plazo que hay que definir?

- Acá el gran problema es cómo resolvemos la presencia desmedida del Estado, que está haciendo más daño que otra cosa a la sociedad en su conjunto. Entonces, de cara al futuro, el plan tiene que combinar medidas de shock con medidas de largo plazo. Todo tiene que tener una consistencia. Y ahí hay reformas básicas que hay que implementar si lo que queremos es sacar al país adelante. La primera es la reforma fiscal, porque el Estado ha crecido demasiado: el gasto público representa más del 40 % del PBI y no se traduce en servicios de calidad, ni siquiera en servicios muchas veces. Esta reforma fiscal tiene que estar atada a una reforma impositiva. Tenemos que simplificar la maraña de impuestos que tenemos, que son alrededor de 175, y disminuir realmente la presión impositiva, que hoy es una de las mayores del mundo. Y en tercer lugar tenemos que revalorizar nuestra moneda.

- ¿Esto último puede implicar dolarizar?

- Hoy hay una discusión muy grande respecto a dolarizar o no dolarizar, y es un discusión compleja, pero yo creo que lo que tenemos que hacer es devolverle al peso las propiedades de moneda. Hoy no podés transaccionar en pesos en muchas actividades: vemos, por ejemplo, lo que pasa en el sector inmobiliario. Y, por supuesto, el peso no sirve para ahorrar. Entonces, para volver a tener una moneda fuerte, tenemos que tener un Banco Central independiente, promover otro tipo de expectativas en la gente y asumir que tenemos que generar una devaluación planificada para que no genere más daños que beneficios. Y a todo esto le sumaría una reforma laboral, porque las reglas lamentables que tenemos promueven la informalidad, que ha superado el 40 %, y desalientan la contratación en las empresas.

- Son reformas antipáticas para algunos sectores. ¿Las ve viables?

- Por supuesto que hay una resistencia cuando uno dice que quiere bajar el gasto público. Afecta intereses. Ninguna decisión que se toma en política deja de perjudicar a alguien. Pero acá lo que tenemos que tener en cuenta es que en esa enorme torta que representa el gasto público tenés una gran superposición de funciones y una gran cantidad de beneficiarios que reciben subsidios que no les corresponden. Entonces hay que hacer un análisis de adónde va el dinero y de la utilidad que tienen estos programas: ¿por qué vamos a estar sosteniendo proyectos que no generan un impacto positivo en la gente? Hay que profesionalizar la gestión pública, auditar y pensar en lo que la gente necesita. ¿Esto es ambicioso? Sí. Pero hay que discutirlo y hacerlo. Pongamos sobre la mesa cuáles son los costos de seguir dónde estamos y cuáles son los de hacer el cambio y tracemos un determinado acuerdo. El tema, mientras tanto, es no seguir discutiendo las causas de la inflación y cosas de otra época, porque vivimos en un mundo muy complejo y tenemos que plantearnos cómo vamos a hacer para ser protagonistas.

› María José Romano Boscarino

Romano Boscarino (San Miguel de Tucumán, 1987) es licenciada en Economía por la UNT y magíster en Políticas Públicas por la Universidad Torcuato di Tella. Coordina el Programa de Educación Económica de la Fundación Federalismo y Libertad y es directora de Políticas Públicas en ese mismo lugar.