“Cayó por su propio veneno, ahora espero que no salga más por todo lo que hizo”, resumió Julio Herrera, vecino de Villa 9 de Julio, al opinar de la detención de uno de los 10 hombres más buscados de la provincia. Miguel “Miguelón” Figueroa ya ocupa un lugar privilegiado en la historia policial de la provincia. Sospechado de ser uno de los narcos más importantes de la provincia, fue arrestado hace una semana en Salta, cuando visitaba a su hijo que está en rehabilitación por su adicción a las drogas en un centro terapéutico. Afronta tres procesos por homicidio y, en caso de ser encontrado culpable, podría ser uno de los pocos -si no es el único- en recibir tres condenas a prisión perpetua.

La vida de “Miguelón” transcurrió en Villa 9 de Julio. Fuentes policiales y judiciales explicaron que habría iniciado su carrera delictiva sustrayendo estéreos de autos y después cometiendo robos agravados. Cuando ya estaba “marcado” por la Policía, decidió cambiar de rubro. Comenzó a trabajar con el clan Toro, sospechado de manejar el narcomenudeo en ese sector de la ciudad. Con el tiempo y al conocer los secretos del negocio, Figueroa habría decidido independizarse y comenzar a “tejer” su propia red de microtráfico de drogas en el mismo sector de la capital. Hoy ambos grupos están enfrentados y resuelven sus diferencias a tiros. “Antes vos los veías a los miembros de ambos grupos entregando cosas para ganarse el cariño de la gente. Ahora se reparten balas entre ellos generando terror en el barrio”, contó Magdalena.

SECUESTRADA. La camioneta que utilizaba

Durante años, ante la inacción estatal, “Miguelón” logró crecer. Fue arrestado por orden de la justicia federal salteña porque Gendarmería Nacional detuvo a un hombre que llevaba más de 15 kilos de cocaína en una camioneta que estaba a su nombre. Quedó en libertad al asegurar que él había vendido ese vehículo, pero que nunca realizó la transferencia. De allí en más, según los investigadores, habría comenzado su plan de expansión en Villa 9 de Julio. No sólo habría instalado varios “quioscos” de venta de droga, sino que además organizó un ejército de “soldaditos” para que trabajaran con él. El auxiliar Guillermo Di Lella dijo que esos jóvenes tienen una particularidad: se tatúan el nombre de “Miguelón” en su brazo derecho para dejar en claro su pertenencia.

El hombre acusado de tres homicidios apareció por primera vez en LA GACETA el 15 de diciembre de 2019. El día anterior, su hermano Gonzalo había sido secuestrado por un grupo de hombres armados con ametralladoras en la esquina de 25 de Mayo y Chile. De allí fue trasladado a Santiago del Estero, donde fue liberado horas después. Para las autoridades, se trató de un caso de privación ilegítima de la libertad por una cuestión narco, pero  “Miguelón” negó esa posibilidad. En esa oportunidad dijo que todo se trató por la fallida operación de compra y venta de un camión y no por drogas, a pesar de que acaba de recuperar la libertad por una causa por ese delito. “Me dedico a la compra de chatarra. Tengo 10 camionetas que cada una me produce una ganancia de $10.000 por semana. Saque un cálculo de cuánto gano por mes realizando esta actividad con la que soy conocido en todos los corralones. Toda esta situación me está haciendo mucho daño”, explicó. El caso nunca fue investigado.

UNA FORTALEZA. La casa del barrio salteño de San Bernardo que alquiló

Crimen y venganza

Un año después, también un 15 de diciembre, Gonzalo Figueroa, el que había sido víctima de un secuestro, fue ultimado en un tiroteo registrado en barrio El Molino. Por el homicidio fueron acusados y luego detenidos Walter (55), Franco “Manzana” (38) y Marcos “Caco” Almirón (23), todos domiciliados en esa zona. El móvil del crimen nunca quedó en claro. Una versión indicaba que el más joven de  los tres señalados había comprado droga en la casa de Raúl “Lobizón” Lobo, cuñado de Figueroa, y que la pelea se había iniciado porque la sustancia que adquirieron no era de buena calidad. La otra hipótesis es que los Almirón pretendían que se fueran del barrio por la actividad que desarrollaban en la zona que les pertenecía.

DOBLE VÍCTIMA. Un año antes de ser asesinado, Gonzalo Fuguera fue secuestrado por un grupo comando. Lo liberaron en Santiago del Estero.

En esos días, fuentes policiales y judiciales confirmaron que al velorio de la víctima llegaron personas de otras provincias para acompañar a “Miguelón”. No habrían sido parientes, sino proveedores de la droga que supuestamente comercializaba el líder del clan en la capital y en el interior de la provincia. Vecinos indicaron que los narcos se habían ofrecido a aportar hombres y armas para vengarse del crimen. Pero Figueroa rechazó esa posibilidad y anunció que él mismo se haría cargo. También anticiparon que se produciría un baño de sangre en la zona. Tres días pasaron y el ahora imputado por homicidio puso en marcha su cruento plan de venganza.

El 18 de diciembre de 2020, el líder del clan Figueroa, acompañado por un tal “Cabeca” y los hermanos “Íñigo”, a bordo de un vehículo, se presentaron en la casa de los Almirón. Dispararon con pistolas y una ametralladora. Las balas acabaron con la vida de Héctor Gabriel Amaya (33) y de Leonardo Sepúlveda (26) e hirieron además a Gonzalo Greco (12), Maximiliano Limdon y Franco Galván (26). Salvo el menor que se encontraba circunstancialmente en el lugar, los otros eran parientes de los acusados del homicidio registrado tres días antes y que no habían participado en el hecho.

LA ESCENA. Figueroa fue acusado de haber asesinado a dos personas para vengar la muerte de su hermano.

Al no haber podido cumplir con su objetivo, el acusado no se detuvo. Los últimos días de diciembre de 2020, un desconocido se presentó en la comisaría donde estaba detenido “Manzana” Almirón para que le entregaran un sándwich de hamburguesa que le había mandado su esposa. Al carcelero y al mismo detenido les llamó la atención porque minutos antes la mujer del detenido le había entregado el almuerzo. Revisaron el menú y descubrieron que el trozo de carne había sido elaborado con vidrio molido.

El último capítulo del cruento plan de venganza se concretó el 13 de marzo. Ramiro Exequiel Ledesma (18) fue citado por una joven de 19 años para un encuentro amoroso. Un automóvil se detuvo frente a él. Según la teoría del fiscal Ignacio López Bustos, el vehículo era conducido por “Miguelón”. A su lado estaba un joven y, en el asiento trasero, la muchacha. Ella se bajó, señaló y el hombre que estaba en el asiento de acompañante, hizo lo mismo con una pistola en la mano. Disparó 10 veces; seis proyectiles impactaron en el cuerpo de la víctima que murió tras agonizar un día.

A las semanas, fue detenido Alexis “El Sucio” Íñigo (27), acusado de ser el autor del crimen de Ledesma y a los meses condenado a prisión perpetua en un juicio abreviado. En el expediente consta que recibió $50.000 para cometer el crimen. En agosto, fue detenida Jimena Fernández (20) que terminó siendo una de las parejas de Figueroa. Por estar embarazada y al no haber un lugar adecuado para alojarla, la Justicia le otorgó el arresto domiciliario. El juicio en su contra está cerca de realizarse y afronta una acusación por la que podría recibir cadena perpetua.

La huida

Figueroa escapó después de haber cometido el doble homicidio por el que todavía no fue imputado por el fiscal Carlos Sale que lleva adelante esa investigación. Su par López Bustos solicitó al equipo de Dirección de Análisis Criminal del Equipo Científico de Investigaciones Fiscales que tratara de encontrarlo.

Con colaboración de policías, los investigadores descubrieron que el acusado tenía todo un plan para mantenerse prófugo. Entre otros cuidados, cambiaba de línea de celular una vez por semana y sólo se comunicaba por WhatsApp para evitar ser escuchado. Ante este panorama, ampliaron el campo de búsqueda. Comenzaron a analizar los teléfonos de familiares, allegados y amantes de Figueroa (vecinos cuentan que tiene nueve hijos con siete mujeres diferentes).

Así lograron establecer que “Miguelón” residió temporalmente en Santiago del Estero, Catamarca, Salta y Tucumán. En esta provincia, según la pesquisa, alquiló departamentos en Barrio Norte, a escasas cuadras de la sede del Ministerio Público Fiscal.

Figueroa se movía con una identidad falsa. Desde hace varios meses era Walter Quevedo, catamarqueño de origen. Con un DNI “trucho”, no sólo alquilaba casas lujosas para vivir, sino que también periódicamente cambiaba de vehículos (preferentemente camionetas cuatro por cuatro) para trasladarse sin ser descubierto. Nunca se movía solo, siempre estaba acompañado por un chofer y un guardaespaldas. Él, en la audiencia, dijo que siempre permaneció oculto en un departamento de Salta al 100, donde manejaba el negocio de compraventa de chatarras.

También descubrieron que se habría sometido a varias cirugías estéticas para cambiar su fisonomía. Todas las operaciones se habrían realizado en esta provincia y fueron reconocidos profesionales los que realizaron el trabajo. La última de ella habría sido una lipoaspiración abdominal. El médico forense que lo revisó en un trámite de rutina le encontró dos cicatrices características de ese tipo de intervención.

La caída

Los investigadores sabían cuáles eran los movimientos, pero no podían dar con él. Además, sospechaban que “Miguelón” destinaba millonarias sumas de dinero para tener protección policial. Fuentes judiciales revelaron que una vez fue detenido por uniformados, pero pagó $5 millones para que lo dejaran escapar. En ese procedimiento cayó su pareja, la joven Fernández. Pese a que no sabría conducir, en el acta policial figuraba que ella manejaba un auto de alta gama cuando fue aprehendida.

A principios de noviembre lograron interceptar un mensaje de un familiar directo del acusado. “Lo tenés que llevar al ‘chango’ a Salta. Está pasado. Se va a ‘moquear’ o lo van a matar’. Llevalo ahí para que se cure”, le habría dicho una mujer. Figueroa siguió al pie de la letra el consejo y le pidió a su chofer que  llevara al adolescente a esa provincia. Supuestamente, él viajaría regularmente para controlar la evolución del adolescente. Ese fue el principio del fin para “Miguelón”.

Los investigadores, después de semanas de realizar tareas de inteligencia, establecieron que el joven estaba viviendo en una casa del barrio San Bernardo. Al tener ubicado el lugar, se alojaron en un hotel que estaba ubicado a menos de 50 metros del domicilio. Al poco tiempo de haberse registrado, descubrieron que ese edificio funcionaba como base de una división de inteligencia de Gendarmería Nacional, por lo que decidieron trabajar de manera conjunta.

En la vigilancia descubrieron que el adolescente era llevado por uno de los hombres de Figueroa a ser tratado por profesionales y a una plaza cercana a realizar actividades físicas. El sábado 17, observaron a un sospechoso ingresar en una camioneta Chevrolet S10 y le hicieron guardia. Al día siguiente, a las 7, el joven con un hombre salieron en ese vehículo y se dirigieron a desayunar a una estación de servicio. Cuando confirmaron que era él, llamaron a la policía salteña que lo detuvo.

Figueroa estuvo en un calabozo de esa provincia hasta que llegó a Tucumán bajo un fuerte operativo de seguridad. “El 15 de diciembre nos arruinaron la vida los Almirón cuando mataron a mi hermano. Ellos sí que tienen muchos antecedentes, pueden preguntar a la gente en el barrio. Yo fui imputado en otras causas pero siempre salí absuelto, porque no conformo una organización criminal como me caratulan”, manifestó en una audiencia en la que le dictaron la preventiva por seis meses.

BIEN CUSTODIADO.

“Estamos analizando todas las causas en la que está mencionado. Él sostiene que no tuvo ninguna participación en los hechos”, explicó Aníbal Paz que, al ser defensor de la joven Fernández, por intereses contrapuestos, dejará la defensa de Figueroa que estará a cargo de Javier Lobo Aragón. Los procesos con los que podría recibir una triple condena de prisión perpetua ya están en marcha.