Álvaro José Aurane

Para LA GACETA

“Ministerios de la soledad” es el título del artículo de Juan Ángel Cabaleiro en LA GACETA Literaria del primer domingo de este mes. El ensayo da cuenta de que Gran Bretaña, en 2018, y Japón, en 2021, crearon sendas carteras de gobierno con ese mismo nombre. En el caso británico, se atendía a una epidemia social propia de las grandes ciudades de los países desarrollados. En el caso nipón, a una situación agravada a extremos impensados como consecuencia de la pandemia de coronavirus.

“Resulta que la soledad y el aislamiento social conforman un fenómeno grave y creciente en estas sociedades; pero es, sobre todo, un fenómeno inevitable. Y lo es en la medida en que deriva, no de una situación concreta que pudiera corregirse, sino de todo un sistema político, institucional y económico”, explicita Cabaleiro para referirse a las nacientes estructuras burocráticas en Europa y Asia. Aunque la descripción se ajusta holgadamente al escenario político de los tucumanos.

En el oficialismo, el binomio que conforman Juan Manzur y Osvaldo Jaldo tendrá viaje de verano por separado. El jefe de Gabinete emprenderá un nuevo periplo oficial por los Estados Unidos, pero no lo hará en compañía del vicegobernador. Dos soledades no conforman una pareja, ni en la vida sentimental ni en el andar de la política. En la oposición las cosas no son mejores. Ricardo Bussi se ha declarado cansado del “manoseo” de “los radicales” y lanza a FR a los comicios, una vez más, en soledad. Un sector de la conducción de la UCR avanza en la definición de precandidaturas, con prescindencia del Partido de la Justicia Social, su socio en Juntos por el Cambio el año pasado. Ha sido presentada en sociedad la fórmula Roberto Sánchez (UCR) – Sebastián Murga (CREO), y se auspicia la candidatura de José Cano (UCR) para la intendencia de la Capital.

El alfarismo también mueve por sí mismo. Germán Alfaro, a solas con su entorno más próximo, ya ha escogido candidato a sucederlo en la intendencia de San Miguel de Tucumán. El nombre se guarda bajo siete llaves, pero antes de que cerrarán el cofre de ese secreto, una mirada indiscreta logró identificar la única pista que se ha filtrado a esta hora: la ficha de afiliación del escogido para buscar la sucesión llevará el sello del PRO.

Claro está, se trata de soledades precarias y momentáneas. Otra es la situación nacional. Ahí, ningún Ministerio de la Soledad alcanzaría. El oficialismo es pura soledad. Y fue justamente esta semana la encargada de evidenciarlo hasta el paroxismo.

Solos en la madrugada

La figura más encumbrada del cuarto gobierno “K” (aunque definitivamente no la principal) es el Presidente de la Nación. Y al kirchnerismo le queda cómodo pretender que quien está sólo es Alberto Fernández.

En rigor, al jefe de Estado le sobran soledades. Está tan solo que ya ni siquiera encuentra consensos dentro del propio peronismo para dictar un feriado. Un tercio de las provincias argentinas no adhirió al decreto que declaró festivo el martes pasado para recibir a la Selección Nacional. Entre ellas, nada más ni nada menos que Tucumán.

El arribo de los campeones convirtió a Fernández en el primer mandatario que se queda sin foto con los ganadores de Mundial. Ofreció hasta el balcón de la Casa Rosada y ni siquiera le contestaron. En la más deshabitada soledad terminó diciendo (como quien le cuenta cosas al espejo) que él era “el Presidente de las tres copas”, en referencia a la Copa América, la “Finalíssima” y el Mundial de Fútbol. Lo peor del caso es que hablaba en serio. Y en público.

Ahora, cuando a Alberto también le discuten los asuetos (el “compañero” Omar Perotti levantó el asueto de hoy para Santa Fe), llega el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que restituye los fondos que el Presidente, por decreto, le amputó a la administración opositora. Alberto tomó unilateralmente esa decisión. Ahora que llega el revés, convoca a los gobernadores para tratar de socializar la derrota judicial. Soledad de soledades, todo es soledad.

Los recursos en cuestión son dineros de la Nación que recibió la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuando la Casa Rosada, durante la presidencia de Mauricio Macri, le transfirió la Policía Federal a la administración de Horacio Rodríguez Larreta y, con ello, la política de seguridad para el distrito que es la Capital de la Argentina. El cuarto kirchnerismo le arrebató esos dineros a la Ciudad en nombre del federalismo, pero no los envió al interior, sino que se los entregó a la provincia de Buenos Aires. La sentencia, ahora, no le está “quitando” nada al gobierno bonaerense: está devolviendo lo que (según la cautelar otorgada por los máximos intérpretes de la ley) le fue indebidamente otorgado. En soledad, Rodríguez Larreta debió crear impuestos para tapar el boquete fiscal, a la vez que restringir gastos, obras y servicios en 2021: el año de las elecciones. De esa misma soledad sabrá Axel Kicillof en 2023, cuando ya no podrá vestir con dineros ajenos la campaña electoral en el distrito elegido por los “K” como último reducto.

Triste, solitario y final

Precisamente, la soledad no es privativa del jefe de Estado. Es todo el kirchnerismo el que la sufre. Por segunda vez consecutiva, no consiguió reunir quórum para que sesione la Cámara de Diputados. El oficialismo que sentó la doctrina del “si no les gusta cómo gobierno, armen un partido y ganen los comicios” ahora, que viene de sufrir en 2021 la peor derrota protagonizada en las urnas por una gestión peronista, se queda solo en el recinto, repitiendo relatos, porque el pueblo lo ha puesto en minoría, precisamente porque no le gusta cómo gobierna.

El Senado, directamente, tuvo un fin de año de solitarios papelones. Temprano renunció a sesionar. Y sólo recibió lecciones de institucionalidad de parte del Poder Judicial. Este año, la Corte Suprema nacional declaró inconstitucional las perversiones perpetradas con el Consejo de la Magistratura. Cristina Fernández de Kirchner, siendo convencional constituyente, creó ese órgano en 1994. Ya en el Congreso, en 1997, dictó la ley que lo hizo nacer con 20 miembros. En 2006, como senadora, legisló contra su propia creación y lo redujo a 13 miembros, en nombre de que con dos decenas de consejeros era lento y burocrático. En 2013, como mandataria, impulsó otra reforma, que lo elevaba a 19 miembros, en contra de su anterior argumento. Pretendían que a los jueces se los votara en listas de partidos políticos. Ese cambio fue fulminado por la Justicia. El de 13 miembros, también. La ley, enseñaron los jueces supremos, no puede ser cualquier cosa que se le ocurra al gobernante.

Este fin de año, el kirchnerismo ensayó un fraude a la ley. Dividió el bloque de senadores entre gallos y medianoche para fingir que el bloque “b” era opositor y sentar tres de los cuatro miembros del Consejo de la Magistratura. La Corte, otra vez, lo puso en su lugar. No conformes con la derrota, quisieron que Diputados dejara sin consejeros al mismo órgano: también perdieron en la Justicia.

El kirchnerismo enfrenta la soledad del alumno que, antaño, era enviado al rincón por no haber aprendido la lección. Las instituciones preexisten al kirchnerismo. Y lo sobrevivirán. Para que funcione la democracia tiene que primar el constitucionalismo y su sistema de reglas, relaciones y contrapesos entre los poderes del Estado.

Por cierto, la Selección Nacional tampoco le dio una foto, siquiera, a La Cámpora. Sus miembros fueron a esperar al aeropuerto a los jugadores. Lionel Messi los esquivó como cuando gambeteó a Gvardiol en la semifinal con Croacia.

Por cierto, el revés judicial del Presidente de la Nación en materia de recursos públicos es una medida cautelar del superior tribunal para elevar el porcentaje de la Coparticipación Federal de Impuestos. El revés judicial de la Vicepresidenta de la Nación en materia de recursos públicos es una condena del Tribunal Oral Federal N° 2 de Comodoro Py por administración fraudulenta. En esta primera instancia recibió seis años de prisión como pena. Es la primera vez en la historia de la Argentina que un vicepresidente en ejercicio resulta condenado por corrupción.

La soledad del kirchnerismo es propia de un proyecto político que construyó un partido de poder. Ahora, cuando están perdiendo el poder, también pierden la partida.

El relato deviene insostenible y contradictorio. Ya no es una interpretación del presente que reescribe el pasado y permite avizorar el futuro inmediato. Es, apenas, un monólogo que lleva cada vez menos espectadores a las urnas. De a poco se convierte en soliloquio: la reflexión que, en una obra dramática, un personaje ensaya en voz alta, pero en completa soledad. Una soledad tan desolada…