Desde 2017 en Argentina la agrupación activista feminista Ecofeminita llevó adelante la campaña #MenstruAcción para mitigar el impacto del estigma de la menstruación. A través de acciones como divulgación, asesoría y sanción de Proyectos de Ley para exención impositiva y provisión gratuita de productos de gestión menstrual, iniciativas educativas sobre el tema, colectas y distribución de productos de gestión menstrual, se buscó socializar la problemática que constituye una variable más en la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres. “Buscamos mostrar que el tabú que rodea a la menstruación la ha invisibilizado como objeto de las políticas públicas y la producción de conocimiento, lo que ha generado una serie de problemas para las personas que menstrúan, entre los que se destacan la imposibilidad de asistir a la escuela o al trabajo cuando no se pueden adquirir productos para contener el sangrado, así como los riesgos para la salud que supone el uso de materiales inadecuados a tal fin”, escribieron en su sitio web.

En el sitio www.ecofeminita.com explican los costos que conlleva menstruar: $7.373 anuales utilizando “toallitas femeninas” o bien, $7.745 utilizando tampones (datos a septiembre de 2022). Además, diseñaron una App para que cada persona pueda estimar su gasto anual según la regularidad de cada ciclo menstrual y los productos utilizados ya que todos son diferentes.

En América Latina, 2 de cada 5 niñas faltan a la escuela durante su periodo menstrual y, en todo el mundo, unas 1.800 millones de personas menstrúan. De estas, casi el 28%, es decir 500 millones, no pueden acceder a instalaciones seguras y a los productos sanitarios que ayudan a manejar sus períodos saludablemente, como es el agua corriente, el jabón, toallas sanitarias y analgésicos, entre otros, según datos de ONU Mujeres, la entidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer. En tanto, según datos publicados por Unicef en 2019, en América Latina, el 43% de las alumnas que se encuentran con su período menstrual prefieren no ir a la escuela esos días, esto convierte a la menstruación en una de las principales causas del ausentismo escolar y comienza ahí un ciclo desigual con sus pares, los varones.

Días atrás una investigación de la sección América Futura del diario El País publicó un extenso informe sobre la incidencia de estos productos en la salud de la mujer. “A lo largo de nuestra vida fértil, quienes menstruamos utilizamos entre 5.000 y 15.000 productos para la regla (N de la R: menstruación). Los tampones, en contacto directo con la vagina, son la segunda opción más conocida. Sin embargo, sabemos muy poco de ellos. Para nueve expertas consultadas al respecto, eso orilla a las mujeres al desconocimiento de sus cuerpos y de su propia anatomía”, explicaba el informe. Dos de las especialistas consultadas, la activista menstrual y política española María Pérez quien impulsó un proyecto de ley innovador para empezar a erradicar la desigualdad laboral que se desprende del hecho de menstruar y la doctora mexicana Sitara Mehmood, especialista en desigualdad médica de género y fundadora de la organización Medicina sin Violencia indicaron que no existe información sobre la composición de una toalla o un tampón y que esto general irregularidades vaginales cuya procedencia no puede identificarse por lo que cada vez más mujeres exigen a las marcas que controlan el mercado transparencia de lo que venden.

Según el informe titulado “Unas horas de uso y muchos años para degradarse: la vida (y las incógnitas) de un tampón”, hay precedentes del uso de tampones en la Primera Guerra Mundial, cuando las enfermeras reutilizaban tejidos para absorber el sangrado; un poco antes en Asia, donde las mujeres empleaban musgo, e incluso en Egipto en el siglo V, donde se cree que se usaban papiros enrollados. “Pero la primera patente del tampón moderno ocurrió en 1931. Desde entonces, la demanda se catapultó por su efecto liberador: de repente, las mujeres podían bañarse en la playa o hacer acrobacias teniendo la regla. Por eso, algunas expertas respaldan que los tampones favorecieron la autonomía femenina y ayudaron a no victimizar a las mujeres por menstruar. En esto coincide Mireia Sabadell, doctoranda en Comunicación y divulgadora en @mybestperiod: mostrar que un tampón no se nota, que permite el movimiento con tranquilidad, hermana con la idea de ´habitar espacios públicos sin miedo a ser juzgada´, explica. Pero eso también trae implícito que menstruar ´es una profunda vergüenza´”.

Más allá de eso, los tampones específicamente utilizan sustancias químicas como algodón y plástico: polímeros como el poliéster o el polietileno, poliacrilatos superabsorbentes, perfumes, celulosas procesadas químicamente como la viscosa o rayón y algodón, en su mayoría no orgánico, tratado con herbicidas y pesticidas. Aunque algunas marcas reconocidas internacionalmente como Tampax, Saba o Kotex aseguran que sus componentes cumplen con los estándares avalados por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos —FDA por sus siglas en inglés—, no desglosan ni testean todas las sustancias por los que fueron fabricados, al punto de que muchos especialistas los consideran la causa de enfermedades graves quienes los usan. “Un 90% hemos llevado un tampón más tiempo del recomendado”, dijo Ana Enrich, fundadora de la organización sobre pobreza menstrual Period Spain y esto puede terminar en síndrome de shock tóxico, una infección potencialmente mortal, aunque poco común.

Según datos oficiales del gobierno nacional en Argentina, más de 12 millones de niñas, adolescentes, mujeres, varones trans y no binarios menstrúan. Sin embargo, los obstáculos que experimentan en el acceso a productos de gestión menstrual (toallitas, tampones, copas u otros), así como los tabúes alrededor de la menstruación, tienen consecuencias en su salud, educación y bienestar.

Nuevas medidas

En 2020 el Gobierno Nacional impulsó a través del Foro Nacional de Acciones para alcanzar la Justicia Menstrual, una mesa de trabajo con iniciativas como provisión gratuita de los productos, reintegros monetarios por compras de los mismos (sin IVA), producción de productos sostenibles en términos ambientales, campañas de sensibilización y concientización sobre la gestión menstrual y generación de datos e indicadores para la elaboración de diagnósticos y políticas públicas.

En 2020, la por entonces directora de Economía, Igualdad y Género, Mercedes D´Alessandro, trabajó para garantizar lo que se denominó “justicia menstrual” a partir de una mesa de trabajo con funcionarias nacionales. Allí, analizó el problema económico que representa para las mujeres adquirir productos para la gestión menstrual: “cuando pensamos en personas de ingresos bajos, vemos que se va una AUH entera por año. No es tan poca cosa cuando lo ponemos en esa perspectiva, teniendo en cuenta que es un gasto que no es optativo para las mujeres”, analizó. También aseguró que uno de los ejes de la justicia menstrual “tiene que ver con disminuir los costos de su gestión, ya sea mediante la eliminación de IVA o reintegros y analizar aquellos factores que generan distorsión. De esta manera, manifestó que esta situación “significa que las mujeres están pagando un impuesto por la menstruación; un impuesto biológico que las mujeres pagan porque les sucede”. Otro de los ejes que se discute es el de apoyar el tránsito de productos de gestión menstrual que sean menos contaminantes y que tengan un menor impacto ambiental. “Hay compañeras que trabajan en cooperativas textiles y que están produciendo toallitas de tela reciclables, que permitan lavarse. Esto da trabajo, empodera a las mujeres en su autonomía económica y genera lazos de trabajo entre ellas para salir adelante”.

En el mundo, en Canadá, Estados Unidos, Colombia, Irlanda, Reino Unido, Alemania, Francia España, India, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Botswana, Zambia, Uganda, Kenya, Etiopía y Malasia han quitado los impuestos a los productos o brindan productos gratuitos a estudiantes, entre otras políticas.

En Tucumán, San Luis, Catamarca y Chaco se sancionaron leyes de acceso igualitario a la gestión y salud menstrual y se lanzaron programas de distribución gratuita de productos de gestión menstrual en La Rioja y Misiones.