Sí, vos que elegiste creer, pellizcate, sopapeate si querés, pero es verdad: Argentina es campeón del mundo. Messi es campeón del mundo. Después de tanta angustia y tanta espera, la Copa del Mundo vuelve a ser nuestra. Como lo fue en el 78 y en el 86. Esta vez, al otro lado del mundo, en Qatar, que fue tierra de sufrimiento y de gloria en partes iguales para la Selección. Porque mucho tuvo que sufrir mucho la Scaloneta -sin merecerlo- para llegar a este final inolvidable. Después de estar apaleada durante 80 minutos, Francia se despertó sobre el final y logró estirar la historia hasta los penales, pero el destino estaba escrito: esta Selección tenía el aura de un campeón del mundo. Incluso a pesar de esa inesperada derrota en el debut contra Arabia Saudita, que a la postre terminó siendo el cachetazo que despertó a la bestia. Hoy somos campeones del mundo otra vez. Gracias por tanto, Argentina. Gracias por tanto, Messi, no te podías retirar de los Mundiales sin haber ganado uno.

La gran pregunta en la previa era si Scaloni apostaría por una línea de cinco en el fondo, para encerrar a Mabppé y Giroud, o se la jugaría con la vuelta de Angel Di María para conformar un tridente de ataque con Lionel Messi y Julián Álvarez. La inclusión de "Fideo", que no era titular desde el partido con Polonia y apenas había jugado unos minutos contra Países Bajos, fue toda una declaración de intenciones por parte del DT. Nada de especulaciones: había que salir a ganar desde el minuto uno.

Y así lo hizo el equipo, que dejó las formalidades en el vestuario y salió a llevarse puesto al campeón del mundo. A noquearlo, a pisotearlo. El primer tiempo de Argentina fue impecable, de lo mejor que se le vio a la Selección no solo en el Mundial, sino en toda la era Scaloni. Actitud al 1000%, movilidad, precisión, toques de primera, agresividad...todo lo que hacía falta para desestabilizar la estructura y la confianza del tembible seleccionado galo.

Con un Mac Allister omnipresente, un Messi distribuyendo y mareando con sus giros por el centro, un Álvarez en constante presión y un Di María enloqueciendo a los laterales por la banda izquierda, la primera etapa fue casi un monólogo de Argentina. Y fue el propio "Fideo" el que madrugó a Dembélé y fabricó un penal que el árbitro Szymon Marciniak no dudó en comprar. Messi completó la tarea con una ejecución muy diferente al balazo que le había clavado en el ángulo a Livakovic en la semifinal: esta vez, esperó a que Hugo Lloris se inclinara hacia un lado para tocarla suave hacia el otro, como si fuera un penal de un amistoso entre amigos y no el 1-0 de una final del mundo.

Pero Argentina estaba para más. Nunca bajó el ritmo ni la presión frente a un Francia que no sabía qué hacer y que en su urgencia de apagar el incendio no tenía tiempo de pensar. Mientras, Mbbapé y Giroud esperaban allá arriba, víctimas de un circuito cortado por un mediocampo impermeable y afinado como un violín, con Mac Allister, Enzo y De Paul multiplicándose y ofreciéndose como opción de apase para la movilidad de Messi, Julián y Di María. Parecía solo cuestión de tiempo para que cayera el segundo.

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Y cayó después de una de las pocas veces en las que Francia se adelantó en el campo. Fue una verdadera obra de arte de la dinámica y la precisión: la inició Molina, la tocó Mac Allister para Messi, que rodeado y de espaldas abrió a costado para Julián; el ex River buscó el pique de Alexis y este lo vio a Di María, que venía solo por el otro lado y definió a contrapierna ante la salida de Lloris. Una locura de gol, que de tan lindo debió valer por dos. De yapa, fue el primero en la Copa para Di María, el de los goles importantes. Después de marcar en la final de la Copa América ante Brasil y en la finalissima ante Italia, firmó otra joya inolvidable. 2-0.

No hubo mayor prueba de la impotencia y la inocuidad de Francia que la polémica decisión de Didier Deschamps de patear el tablero sacrificar a Giroud y a Dembélé a los ¡40 minutos! en busca de un golpe de efecto, reforzando el medio, buscando acompañar a Griezmann y darle un siministro más efectivo a Mbappé, el único que podía torcer la historia. Pero ni así consiguió acercarse a "Dibu".

El entretiempo no aplacó a la Scaloneta, solo le sirvió para recargar energías antes de salir a liquidar a los "Bleus". Lo siguió buscando, mordiendo, encerrando, arriba, en el medio y abajo. Lo superó en todos los aspectos posibles, lo redujo a un equipo de segundo orden y le dio mucho trabajo a Lloris. Y aún cuando el ritmo vertiginoso empezó a pasar factura en el físico, el corazón siguió bombeando y empujando a la Selección a buscar el tercer gol, el que certificara la paliza. Lo mismo que contra Croacia, fue muy difícil encontrar un punto flojo en Argentina. Pero lo de Mac Allister estuvo en otro nivel. Hizo todo bien el de Brighton.

Pero parece que si no se sufre, no vale. Y cuando nadie lo esperaba y Francia menos lo merecía, Otamendi (uno de los mejores de este Mundial) bajó a Thuram y el polaco cobró penal. "Dobu" le adivinó la intención a Mbappé, pero el remate fue inatajable. Y antes de que la ya agotada Argentina pudiera recuperarse del golpe, llegó el otro: pared entre Thuram y Mbappé, que la empalmó de volea y adentro. Doblete para el de PSG, que en un par de minutos recuperó el trono de goleador del Mundial, con siete goles. Llevaba desde octavos de final sin marcar.

La entrada de Thuram y de Koman terminó siendo clave para Francia, que a partir del empate comenzó a dominar a una Argentina completamente exhausta e incapaz de conservar la pelota, mucho menos de elaborar una jugada de ataque, solo defenderse con las pocas fuerzas que le quedaban. Mbappé, fresco después de 80 minutos sin hacer casi nada, tiró el resto en busca del tercero, pero entre Otamendi y Romero sacaron todo.

Esos últimos minutos fueron una agonía interminable para la Selección, sin aire en las piernas y en la cabeza, refugiada en su corazón incansable. Messi tuvo una más, un cañonazo de media distancia que Lloris tapó con dificultades. A esa altura, lo mejor que podía pasar para Argentina era que llegara el alargue para tener un par de minutos de calma y oxígeno.

Francia también bajó las revoluciones, porque sabía que quedaba expuesta al contragolpe. Pero en Argentina, el desgaste ya era demasiado evidente. De Paul estaba fundido, debió haber salido mucho antes. El ingreso de Leandro Paredes por Rodrigo y de Lautaro Martínez por Julián buscó dar un nuevo impulso. Lo tuvo dos veces Lautaro, pero en la primera cometió el error de acomodar la pelota antes de rematar y le dio tiempo a Upamecano de taparlo, y en la segunda (después de un gran pase de Acuña), definió apenas desviado ante la salida de Lloris.

Pero iba a tener una más. Suyo fue el remate que Lloris tapó y cuyo rebote aprovechó Messi para estampar el 3-2, con una dosis de suspenso que no hizo más que duplicar la euforia cuando el árbitro confirmó que había sido gol. Ahora sí, parecía que habría justicia para la Selección.

Pero no, otra vez llegó la desgracia. Remate de Thuram, mano de Montiel y otro penal para Mbappé. Otra vez las esperanzas depositadas en "Dibu", pero el implacable Kylian tampoco falló esta vez. Y a sufrir de nuevo.

Para colmo, en tiempo cumplido Kolo Muani quedó solo frente al arco, pero se encontró con un "Dibu" gigante que se lució con una de las mejores atajadas del Mundial, al estilo handball, tan valiosa y sufrida como la que le sacó a Garang Kuol en la última jugada del partido contra Australia.

Y a los penales. Acertó Mbappé, también lo hizo Messi. Pero "Dibu" comenzó a agrandarse y se la atajó a Koman. Dybala tomó ventaja para Argentina, y a Tchouameni se le vino el mundo abajo cuando remató afuera. Paredes enterró un poco más a Francia, y aunque Kolo Muani le dio una luz de esperanza, Montiel -que no había entrado bien- se redimió apagándola para siempre con una remate hacia la izquierda, al otro lado del que eligió Lloris.

Y a festejar, que todos, esta Selección y todos los que confiamos en ella, lo merecíamos. ¡VAMOS ARGENTINA!