Uno de los memes más compartidos es el que recrea una imagen de dos Spider-Man idénticos que se señalan mutuamente. ¿Quién no ha enviado ese retrato para bromear sobre dos ideas o personas que se parecen mucho? ¿O para referirse a alguna persona que imita a alguien o alguna situación en particular? Ahora bien, esa escena –que corresponde a la serie animada de 1967- es el resumen con el que Juntos por el Cambio en Tucumán cierra el año. Aún más, es la síntesis de los dos principales referentes que tiene hoy ese espacio en la provincia.

¿Qué diferencia hoy a Germán Alfaro de Roberto Sánchez o a Roberto Sánchez de Germán Alfaro? Absolutamente nada. Son el espejo, uno del otro. O, al menos, actúan por reacción al otro. El episodio del miércoles en el Hilton muestra que el futuro de la alianza depende exclusivamente de que ellos conversen. Pero justamente lo que no hacen es dialogar. Sólo se señalan. Quién comenzó la secuencia, a esta altura, es lo de menos. Lo cierto es que la escalada de desconfianza y de distancia entre el radical y el peronista comenzó el mismo día de las elecciones legislativas nacionales del año pasado.

Insólitamente, un resultado en el que la oposición quedó a dos puntos del oficialismo sirvió para alejarlos, en lugar de potenciar la sociedad que estaban gestando. Ese mismo domingo 14 de noviembre por la noche comenzaron a cruzar acusaciones de cortes de boleta para perjudicarse mutuamente, y de traiciones. Lo que vino después, en este 2022 que se despide, es por todos sabido. Con Mariano Campero y Silvia Elías de Pérez a la cabeza, el concepcionense Sánchez comenzó a caminar hacia su “innegociable” candidatura a gobernador. A modo de réplica a la encerrona rival, Alfaro intensificó su armado y se dedicó a reprochar en público a su principal aliado y a la vez rival: desde tildarlo de político que no habla hasta sugerir que su espacio tiene una curiosa cercanía con el gobernador interino, Osvaldo Jaldo. Por supuesto, el relato de acusaciones acerca de culpabilidades mutuas podría ser más extenso producto de las susceptibilidades que evidencian unos y de otros, pero es en vano repasarlas a esta altura.

Sin embargo, lo único concreto es que en el medio hubo apenas un encuentro a solas y fue en octubre. Pero en lugar de servir para que acercaran posiciones y dejaran atrás las bravuconadas, ese desayuno los enfrentó aún más. Apenas terminaron ese café y la arremetida de Alfaro por internas cerradas y listas únicas en todas las categorías se hizo pública, Sánchez se declaró ofendido y traicionado. Y entonces se intensificó un camino, hasta hoy, sin retorno.

En este último trimestre ya hubo tres reuniones de Juntos por el Cambio sin avances y a dos de ellas faltó el diputado, que en el medio lanzó su precandidatura en fórmula con Sebastián Murga (CREO). La del último miércoles fue un verdadero fiasco: se firmaron dos actas. En una el alfarismo presiona para que se conforme oficialmente la alianza y, en la otra, los radicales ligados al sanchismo y CREO hablan de su intención de integrar JxC aunque sin firmar nada todavía. Por cierto, lo más curioso de todo fue el papel del macrismo en esta secuencia de desaciertos. Pese a que había mandato partidario de sumarse directamente a la alianza, el PRO estampó su firma en ambos documentos antagónicos. En uno, el vicepresidente Mariano Malmierca suma al partido a la coalición. En el otro, el bandeño Miguel Diosquez Dupuy –secretario del PRO- firmó la “carta intención”.

De la reunión todos salieron disconformes. Pero a la vez, y ratificando esto del espejo, sintiendo cada uno que “habían ganado”. El intendente capitalino porque considera que dejó expuestos a quienes pretenden romper la coalición opositora y porque, ante los ojos de Buenos Aires, los intransigentes siguen siendo “los otros”. Y el presidente de la UCR porque asegura que ganó tiempo en su afán de “doblegar” a Alfaro y, mientras tanto, sigue de campaña con el ruralista Murga pregonando internas abiertas de dudosa concreción y legalidad.

Ni siquiera las sugerencias nacionales sirvieron hasta aquí para sentarlos alrededor de una mesa. Hubo intervenciones más o menos directas del radical Gerardo Morales, de Horario Rodríguez Larreta, de Mauricio Macri, de Patricia Bullrich y de Alfredo Cornejo. Cada uno, claro, inclinando la discusión para su preferido local. El último pedido foráneo de acercamiento lo formuló María Eugenia Vidal. La ex gobernadora bonaerense pasó por Tucumán esta semana para afianzar su proyecto nacional y, de paso, se sentó en una mesa junto a los radicales Sánchez, a Campero, a Elías de Pérez y a Sebastián Salazar, entre otros. En la calurosa siesta del martes, intentó convencerlos de acercar posiciones con Alfaro y les dejó una frase que a más de uno sonó a advertencia: “si esto no se resuelve aquí lo va a resolver la mesa nacional de JxC”.

El riesgo de que eso ocurra está tan vivo como la posibilidad de que la alianza en Tucumán se rompa antes del 6 de marzo, cuando deben inscribirse los frentes electorales. La figura de José Cano, que participó de esa charla con Vidal, puede significar la llave para destrabar la relación entre Alfaro y Sánchez. Al menos en eso coinciden referentes de uno y de otro espacio, que ven en su eventual candidatura a intendente una salida al callejón en que se encuentran. Claro, siempre que se den algunas cuestiones. Por ejemplo, que convenciera a Sánchez de ir como vice de Alfaro, algo que de por sí hoy parece lejano. En ese caso, el intendente estaría obligado a demostrar si realmente está dispuesto a ceder el sillón municipal a cambio de encabezar la fórmula y garantizar la unidad de la alianza.

Mientras tanto, el líder del Partido por la Justicia Social y el titular de la UCR se hacen los desentendidos. Alfaro paseó su cercanía con Rodríguez Larreta en Buenos Aires y desempolvó su vieja relación con el ex intendente Domingo Amaya, en una suerte de desafío a la interna local. Sánchez, en tanto, se escapó a la Capital Federal el día de la cumbre de JxC para exhibir una foto con el presidente del bloque radical en Diputados, Mario Negri. Antes, fiel a su estilo, había desechado una invitación personal de Vidal para un cocktail, con la excusa de encabezar un acto en La Cocha. Desaires que, en caso de necesitar una mano foránea, pueden costar muy caros. Más en esta instancia de incertidumbre.

Así las cosas, en Juntos por el Cambio hay una certeza: el camino de las internas, sean cerradas o abiertas, no conduce a nada. Sencillamente, porque nadie cree que quien resulte perdedor vaya a acompañar en la elección general al ganador. Hay demasiados rencores y desconfianza dando vueltas dentro de la coalición como para pensar en el fair play rival. La conclusión es general: o Alfaro y Sánchez dejan de señalarse y de una vez por todas buscan el consenso, o la principal coalición opositora corre el riesgo de convertirse en el meme de las elecciones de 2023.