Si hablamos del derecho de las mujeres al autoconocimiento y al placer sexual, resulta ineludible la referencia a la feminista y educadora sexual estadounidense Betty Dodson, fallecida a fines de 2020 a los 91 años (vale la pena ver “El placer es nuestro”, uno de los capítulos de la docuserie de Netflix “Goop lab”, donde Gwyneth Paltrow entrevista a Dodson).

Pero, ¿quién fue esta pionera? Betty Anne Dodson nació 1929, en Wichita, Kansas. Su madre trabajaba en una tienda de ropa y su padre era pintor de letreros (y alcohólico). Tenía tres hermanos varones, con los que “jugaba como iguales”, gracias a lo cual -según declaró en 2010 en “Sex by Design: The Betty Dodson Story”, su segundo libro de memorias- no sólo desarrolló sus músculos sino que “aumentó mi sentido del derecho a medida que crecía”.

En 1950 se instaló en Nueva York para formarse como artista y se casó con un publicitario, con quien no compatibilizó sexualmente, situación que la arrastró a la bebida. En 1965 -después de divorciarse y recuperarse del alcoholismo- expuso arte erótico sin mucho éxito y se abocó al autoconocimiento sexual. Practicando sexo en grupo comprendió que, incluso en un entorno tan libre, las mujeres no tenían idea de cómo experimentar un orgasmo por su cuenta. Decidió entonces dedicarse a la educación sexual, poniendo foco en la masturbación. También conocería a un hombre que sería importante en su aprendizaje sobre el placer propio y con quien mantendría un vínculo sexual hasta su muerte en 2008. Sobre el género de sus parejas, Dodson se describió a sí misma como una “lesbiana bisexual heterosexual”. En 1974 publicó su primer libro “Liberating Masturbation”. Pero fue “Sex for One: The Joy of Selfloving” (1987) el que la hizo famosa y fue traducido a 25 idiomas. Después vinieron varios más.

“La masturbación es nuestra primera y más natural actividad sexual y, si la inhibimos o dañamos, sufrimos toda nuestra vida”; “te ayudará a superar la infancia, la pubertad, el romance, el matrimonio y el divorcio, y te ayudará a atravesar la vejez”, declaró Dodson, quien llegó a ser considerada la gurú de la masturbación femenina. Y no es para menos: a partir de los 70 y durante décadas, en sus talleres Bodysex, miles de mujeres -a menudo en grupo- fueron guiadas en técnicas de autoexploración para conectarse con sus cuerpos, superar la vergüenza, mejorar la percepción del placer, promover el amor propio y, desde luego… alcanzar el orgasmo. Sostuvo que “venga de un amante, una bañera, un osito de peluche, un dedo, una lengua o un vibrador, un orgasmo es un orgasmo”.

Así, con ayuda de la “Varita Mágica” Hitachi (a la que bautizó “el Cadillac de los vibradores”), que entregaba a cada una de las participantes de las sesiones, la esencia de su método era proporcionar estimulación en la vagina y el clítoris al mismo tiempo. Recomendó a las mujeres que se colocaran una pequeña toalla sobre la vulva para amortiguar las sensaciones proporcionadas por el vibrador y así prolongar la experiencia placentera. “Estamos aquí para el placer, no para el sufrimiento”, solía repetir.

Consideró su vocación -“este asunto de la masturbación”- como una especie de trabajo de justicia social: “si las mujeres pudieran aprender a darse placer a sí mismas adecuadamente”, razonaba, “podrían terminar con su dependencia sexual de los hombres, lo que haría felices a todos”.