NOVELA

FUGAZ

LEILA SUCAR

I(Tusquets – Buenos Aires)

Curiosamente en esta novela la autora no emplea ni puntos ni comas ni casi diálogos. Escribe con frases cortas y chispeantes en un presente continuo, y sin embargo logra evocar un mundo donde hay puntos y comas, paréntesis y diálogos. Nuestro mundo cotidiano, el que habitamos eventualmente sin querer.

Su escritura se inscribe en el género fantástico del modo paradójicamente más cotidiano, al punto de que su protagonista -una chica que acaba de parir- de pronto se convierte en una empanada. El texto es de una singularidad tan extraña como arbitraria pero siempre “fugaz” como lo anuncia su título, y continuamente reencarnándose en lo diferente y lo irreverente. La novela se divide en capítulos sucesivos y autónomos, que podrían leerse respectivamente como relatos. Y relatos mordaces, “signados –como dice la contratapa- por una mirada incisiva que evita cualquier lugar y da cuenta de un tiempo suspendido y casi alucinado”. Los nombres de esos capítulos son otros tantos nombres o, mejor, “heterónimos” de la propia narradora: “Uno”, “Guarida”, “Depósito”, “Crisálida”, “Dos”, “Espuma”, “Vacío”, “Óleo”. Y lo son en la medida que nombran las diversas estaciones o instancias por las que atraviesa.

¿A quién dedica Leila Sucari su libro Fugaz, esta segunda novela suya a la que nos referimos?”. “A tu demencia”. Dedicatoria que, a medida que avanzan sus páginas, se constituye en un fidedigno comentario de la obra, en su sustrato más lúcido.

Donde no es “fugaz” la novela homónima es en las morosas, lentas, y pausadas escenas eróticas, los orgasmos y masturbaciones que aparecen como antídotos de la desesperación, del vacío que la atraviesa sin piedad. Una mezcla de temeridad provocativa y de ternura conmovedora cohabitan en la novela de Sucari. En especial un mundo dividido en los Marcos insoportables “maridos argentinos promedio” (para citar el título de un libro de Ana María Shúa) y los Gervasios recién nacidos pura inocencia filial, criatura de la protagonista.

Fugaz es una novela perfecta y de corrido, una suerte de taquigrafía del horror, fascinante, dedicada a la demencia ontológica del oficio de narrar.

Su autora ya nos había deslumbrado con su novela anterior y primera: Adentro tampoco hay luz. Título que bien podría caberle, desde una lectura literal, a su segunda novela, la que nos ocupa.

Bienvenidas sean ambas.

© LA GACETA

Fernando Sánchez Sorondo