Que dos semanas después de haberle ganado a Inglaterra en Twickenham Los Pumas hayan cerrado el año cayendo por goleada ante Escocia (52-29) funciona como perfecta alegoría de lo que son hoy en día: un equipo en reconstrucción. Lo que pasó en Murrayfield fue algo atípico, sobre todo a partir de la expulsión de Marcos Kremer. Hasta entonces, el trámite había sido repartido, pero desde ahí Escocia dominó pelota y territorio con claridad ante una defensa que se deshilachó. Caótica y sin los tackles del rosarino, fue empujada hacia atrás con la profundidad de los backs escoceses (Darcy Graham estuvo intratable) y la impecable conducción de Finn Russell.
La única posibilidad de remontar era teniendo la pelota y utilizándola con criterio y precisión, con las manos y los pies, pero al partido discreto de Gonzalo Bertranou se le sumó una actuación muy errática de Santiago Carreras. Que el cordobés es un crack como fullback o wing nadie lo puede discutir, pero a esta altura ya nadie puede explicar por qué se lo sigue forzando como apertura, puesto que no le es natural y que no ocupa en Gloucester. Está bien que Nicolás Sánchez haya jugado poco en el último tiempo a causa de las lesiones, pero también está Tomás Albornoz, un 10 de raza que ha tenido mucho menos minutos de los que merece. Eso sin contar que a Domingo Miotti nunca lo volvieron a llamar. Si con 14 era difícil, las amarillas sucesivas a Matías Alemanno y Tomás Lavanini en el segundo tiempo dejaron a Los Pumas con tres hombres menos, una desigualdad demasiado grande en este nivel. Así y todo, lograron marcar un try firmado por Emiliano Boffelli pero posibilitado por el tucumano Matías Orlando. Igual, el partido ya era un desmadre.
No fue el final de año que Los Pumas esperaban, pero tampoco cabe desconocer los avances de juego y de actitud que mostró el equipo en este primer año de Michael Cheika como head coach. Los triunfos sobre Australia en San Juan, sobre los All Blacks en Christchurch y sobre Inglaterra en Twickenham son prueba de ello.