Están presentes en todo el mundo, y hay quienes dicen que son vitales para la subsistencia de la humanidad. Pero su supervivencia está siendo amenazada por diferentes factores: el uso de plaguicidas prohibidos, el cambio climático y la baja variabilidad genética que las vuelve susceptibles a enfermedades son algunas de las razones por las que su población disminuye día a día. Conocer las abejas y estudiarlas a profundidad puede ser la clave para revertir su desaparición.

Un grupo de investigadores, compuesto por los biólogos Alberto Galindo Cardona (Conicet - Fundación Miguel Lillo), Carolina Monmany (Conicet - Instituto de Ecología Regional) y Alejandra Scannapieco (Conicet - INTA Castelar) está estudiando las Áreas de Congregación de Zánganos (ACZ) en el país. Son -explica Galindo Cardona a LA GACETA- áreas de apareamiento; encontrarlas y analizarlas, entonces, podría ayudar a maximizar la diversidad genética y la productividad de las abejas, y a su vez minimizar las enfermedades que las afectan.

“Somos los únicos en el continente localizando y relevando las ACZ. Ya hemos identificado 20 sitios en Buenos Aires, Entre Ríos, Santiago, Catamarca y Tucumán -cuenta el biólogo-; lo que hacemos es evaluar los lugares donde se aparean; los zánganos y las reinas van siempre a los mismos, pero nadie sabe por qué. No es una cuestión de memoria, porque si los zánganos se aparean mueren, y si regresan a la colmena no viven más de 90 días; no llegan a los próximos vuelos. Ni tampoco es por la reina, porque una abeja vieja no sale; sólo llegan las vírgenes, que fundan nuevas colmenas”.

El grupo analiza tres cuestiones: el paisaje en el que se encuentran los zánganos, la genética de las abejas y su comportamiento.

Cómo y para qué

El trabajo de detección de estas áreas se hace con drones equipados con feromonas de reina. Eso atrae a los zánganos; y así se determina el tamaño del área, tomando los puntos en los que la abeja macho interacciona con la feromona. “Ya hemos encontrado algunas características del paisaje que las atraen, como cortinas de árboles que los protegen de los vientos y algunas depresiones de terreno”, adelanta. La primera área fue identificada por el grupo en Alberdi, cerca de una cabaña de crianza de reinas.

La abeja que se examina es la apis mellifera. “Es la única productora de miel y, aunque es la más investigada, no se sabe casi nada sobre sus sitios de reproducción... Es uno de los vacíos que hay en su estudio -relata el entomólogo-; localizar estos lugares nos permite dar información a los apicultores de qué tan variables genéticamente son sus apiarios”.

Con la detección de estas áreas, los apicultores podrían conservar mejor sus abejas a través del planeamiento reproductivo de los insectos. Y por eso es imprescindible conocer más sobre estos espacios, aún misteriosos. Lo que pasa es que, al no ser estudiadas, la ciencia no sabe hasta qué punto las ACZ tienen un papel en la ocurrencia de plagas y en la composición genética de colonias circundantes.

En cada ACZ puede haber datos genéticos de hasta 200 colmenas. “Mientras más variables son genéticamente, son más resistentes -resalta-. El manejo mundial que se hace de las abejas es siempre en apiarios, lugares que generan enfermedades y otros problemas. Es más fácil estudiar qué tan saludables están las poblaciones naturales, que tienen abejas silvestres. Tener más datos podría servir para protegerlas”.

Con el proyecto, el grupo ya ha podido confirmar que, efectivamente, los machos de estas áreas tienen mayor diversidad genética en comparación con los machos de colmenas circundantes.

Alcances

Recientemente, el proyecto fue seleccionado para participar del Concurso Nacional de Innovaciones 2022, organizado por el Ministerio de Ciencia y Técnica de Argentina. “Tiene tres patas dentro de la investigación, pero la cuarta es la conexión con el desarrollo, para lograr un sistema que pueda ser patentable y vendible”, asegura y explica Galindo Cardona: “a nivel mundial, somos los únicos trabajando de manera específica en el análisis del paisaje y de las enfermedades. Ya hemos hecho un trabajo similar en Panamá y otro en el norte de Brasil; y también hemos estado colaborando con la Universidad de Pensilvania en EEUU. De hecho, ellos encontraron un lugar de apareamiento gracias a nuestras indicaciones. Están muy interesados en el sistema y quieren replicarlo allá. Lo mismo nos sucede con investigadores colombianos, que están interesados en venir a capacitarse”, añade.

Pero hay otra cuestión que los tiene muy contentos. “Cuando le mostramos a un apicultor los sitios de apareamiento se vuelven locos; te dicen que llevan 50 años trabajando con abejas y que jamás los han visto. Es casi un mito -relata-; y ver que a ellos toda esta información les sirve nos da ánimo para seguir trabajando”.