Por Fabián Soberón

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Sólo entonces se regresa,

cuando no se sabe a dónde ir.

Javier Marías

Javier Marías sabía a dónde ir con su prosa y por eso regresa siempre a mi memoria. Sin embargo, es imposible escoger un libro en su nutrida y exquisita producción. El autor me acompañó durante décadas en mi busca subterránea -el sustantivo no es mío, ya saben de quién es- por las lecturas proféticas de su biblioteca. Marías es uno de esos autores a los que uno les tiene envidia. Maneja el oficio con una precisión inusual y construye laberintos narrativos con el corazón rítmico de la prosa en la mano. “Mano de sombra”, escribió él. Marías ausculta el verbo con la silueta de Borges en los hombros y elabora su memoria literaria como un prosista adiestrado en los recovecos de la tragedia cotidiana y el enigma sutil. Aunque no fue un devoto de la división de los escritores según el criterio de los géneros, podría afirmarse que su interés estuvo relacionado principalmente con el cuento, la novela y el ensayo. Además, es un escritor que despliega su erudición sin que se convierta en ostentación. “La poesía /siembra ojos en la página, / siembra palabras en los ojos”, dice Octavio Paz en “Decir: hacer”. Marías ha sembrado ojos en la página y ha dejado que las frases se encabalguen como si se tratara de poesía hecha de experiencia proverbial y sentida. Encontramos en un cuento la siguiente idea, que quizás no la suscribiría él mismo pero sí cualquiera de sus lectores: “Lo que nace en la infancia no se acaba nunca, pero tampoco se cumple (incluida en “Todo mal vuelve”, uno de mis cuentos preferidos). ¿Cómo hizo para conquistar en la adultez una escritura difícil de igualar?

Algunos de los libros de los primeros tiempos toman su nombre de versos de Shakespeare: Mañana en la batalla piensa en mí, Corazón tan blanco. Las elecciones no son caprichosas ni casuales. Los títulos dan cuenta de una afición que comparte con otros autores de lengua castellana: la pasión crítica por autores anglófonos. Javier Marías escribió sobre Stevenson, Joyce, Conrad, Laurence Sterne (también lo tradujo), Faulkner, Wilde.

Marías ha obtenido un prestigio bien ganado. Y por eso podría incluir su nombre en esa breve lista en la que se ubican los esteticistas más lúcidos y difíciles de imitar: Oscar Wilde, Henry James, John Banville. Sus novelas son largas, densas y deliciosas. Marías ha incluido a Borges en la galería de artistas perfectos y esta ubicación no es azarosa ni baladí: dice mucho sobre en qué sitio le gustaría ser ubicado como prosista lento y laborioso, feliz y obsesivamente minucioso; il miglior fabro, en cierta medida. Quizás por eso he pensado más de una vez que Marías podría ser mentado como un Nabokov español o como un español en el exilio: su anglofilia lo convirtió en objeto de la desdichada befa de colegas: “son ya tan numerosas y variadas las ocasiones en que se me ha negado mi españolidad por parte de algunos críticos y colegas indígenas (tanto en lo que se refiere a la lengua como a la literatura como casi a la ciudadanía)”.

En la novela Berta Isla narra la vida de una mujer que se casa con un espía y vive la existencia ruin y monótona de alguien que espera a un marido que no vuelve. Es una novela de la espera: es una novela kafkiana. En otro sentido, es la cara opuesta de las novelas de espionaje. No está la aventura ni la peripecia sino la angustia y el amor oscuro detrás de la carrera secreta y sórdida de un agente especial. Esta trama dibuja el perfil del arduo oficio detrás de las novelas de Marías: todas son piezas ligadas a la espera. La prosa funciona como un cúmulo de refinado polvo que excita la mente lectora mientras el dulzor de la escritura inventa una realidad. Marías crea su propio tono rumiante y ritmo calibrado; el lector, agradecido, ingresa en el universo hecho de peripecia elíptica, elaboración conceptual y sintaxis cuidada.

Aunque sus novelas se encuentran entre las lecturas a las que vuelvo con los años -como placeres repetidos en las noches de lectura infinita- una serie de textos breves forman parte de mi biblioteca perfecta, esa que todo lector compone en su imaginación. Me refiero a Vidas escritas, que leí en la edición publicada en 1996. Regreso a Vidas escritas cada vez que enumero los títulos imprescindibles antes de que el sueño me tome por sorpresa, sin que yo lo decida. En este libro escribió sobre el autor de La isla del tesoro: “Robert Louis Stevenson se convirtió en un muerto natural, sosegado y sepulto el 3 de diciembre de 1894, en su isla, Samoa”. Javier Marías se convirtió en muerto natural el domingo 11 de septiembre de 2022. Es un muerto natural y un vivo literario: sus libros están escritos con una prosa delicada y reflexiva, una prosa que le hubiera gustado a Nabokov, aunque quizás le hubiera dado un poco de envidia.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor, crítico y docente.

Perfil

Javier Marías nació en Madrid, en 1951. Hijo del filósofo Julián Marías -colaborador de LA GACETA Literaria-, fue autor de 16 novelas, entre ellas El hombre sentimental (Premio Ennio Flaiano), Corazón tan blanco (Premio de la Crítica, IMPAC Dublin Literary Award, Prix l’Oeil et la Lettre), Mañana en la batalla piensa en mí (Premio Rómulo Gallegos, Prix Femina Étranger, Premio Mondello, Premio Fastenrath),  Los enamoramientos (Premio Lampedusa, Premio Qué Leer), Así empieza lo malo (Mejor Libro del Año en Babelia), Berta Isla (Premio de la Crítica, Premio Dulce Chacón, Mejor Libro del Año en Babelia, en Corriere della Sera y Público) y Tomás Nevinson (Premio Von Rezzori). También publicó libros de semblanzas (Vidas escritas); relatos (Cuentos únicos) y 20 colecciones de artículos y ensayos. Por el conjunto de su obra recibió el Premio Nelly Sachs (1997); el Comunidad de Madrid (1998); Grinzane Cavour y Alberto Moravia (2000); Alessio y José Donoso (2008); The America Award (2010); el Nonino y Literatura Europea de Austria (2011); Terenci Moix (2012); Formentor (2013); y Liber (2017). Fue profesor en la Universidad de Oxford y en la Complutense de Madrid. Sus obras se han publicado en 46 lenguas y en 59 países, con nueve millones de ejemplares vendidos. Fue miembro de la Real Academia Española y de la Royal Society of Literature. Murió el domingo pasado en Madrid, a los 70 años, a causa de una neumonía.