A pesar de ser tan breve, o quizás por eso, el orgasmo –y todo lo que implica como experiencia sublime- ha sido y es uno de los principales móviles del comportamiento humano. La búsqueda de esos gloriosos segundos -entre tres y 15- ha inspirado a poetas, músicos, arquitectos, dramaturgos. ¿Cuánto esfuerzo le dedicamos a esta apoteosis? Tiempo, energía mental, preocupación, preparación, expectativa… cuando no, análisis y repaso de nuestra performance en el más reciente encuentro. ¡Y las proyecciones de perfeccionamiento para la próxima vez!

Es innegable, además, la extraordinaria y poderosa fuerza que el orgasmo ha ejercido en el curso de la historia. El escritor Jonathan Margolis ilustra esta idea con varios ejemplos en su “Historia íntima del orgasmo”: el general romano Marco Antonio que abandona su carrera para buscar el placer sexual con Cleopatra; el príncipe Eduardo y su abdicación para unirse a Wallis Simpson. Ni qué hablar de los Kennedy o del pobre Oscar Wilde y lo fatal que resultó su crush con Lord Alfred Douglas, alias “Bossie”. También está el caso de Mata Hari, la espía nazi holandesa que conseguía información militar esencial seduciendo a los oficiales aliados. Y el de John Profumo, Ministro de Defensa británico que compartía a su prostituta, Christine Keeler, con el agregado naval de la embajada soviética en Londres, pese a las posibles implicancias de seguridad (y a quien luego le concedió un cargo en el gobierno). Y cómo no mencionar a Bill Clinton y las consecuencias de no poder contenerse en el Salón Oval. O al flamante rey Carlos III de Inglaterra, entonces príncipe, cuando sorprendió a todos al abandonar a su esposa Lady Di, una de las mujeres más deseadas del mundo, por una relación sentimental con otra mucho mayor.

En todos estos casos el deseo del placer sexual cambió el destino de sus protagonistas de forma significativa. Se podrían citar miles de anécdotas más. Acaso todas las personas somos, de algún modo, un ejemplo válido. De hecho, un dato tan inadvertido como indudable, es que cada uno de los habitantes que ha habido y hay en la Tierra -cerca de 110.000 millones- es el resultado de que al menos una persona haya alcanzado el orgasmo.