Seguramente alguna vez has escuchado que, en algún lugar del mundo, existe otra persona físicamente igual a vos. A este fenómeno se lo conoce como look-alike, en inglés, o Doppelgänger en alemán; y en la ciencia ficción hay muchos ejemplos: Lizzie McGuire y su doble italiana; Bart Simpson y el millonario Simon o William Wilson y su némesis en Edgar Allan Poe son algunos casos. Pero la realidad supera a la fantasía, y ahora la ciencia ha arribado a la conclusión biológica de por qué podría haber dos personas con rasgos muy similares. Porque sí, aunque no lo sepamos, es muy probable que todos tengamos un socias; y eso será cada vez más frecuente.
La información surge de una larga investigación publicada esta semana en la revista especializada Cell Reports. El estudio fue llevado a cabo por expertos del Instituto de Investigación contra la leucemia Josep Carreras, de Cataluña; y los resultados son claros: descubrieron que aquellas personas físicamente parecidas comparten características genéticas similares, a pesar de no tener ningún parentesco entre sí. Entonces, esto de que “todos tenemos un doble” no es sólo rumor, y tiene fundamentos.
Cómo se descubrió
No es una novedad que existe la posibilidad de tener una copia humana, de hecho, ha habido mucho interés de las artes en este tema: decenas de fotógrafos han recorrido el mundo para encontrar (y retratar) a estos dobles. Pero no existía sustento científico, hasta ahora. No es casualidad que este estudio tenga sus inicios en un trabajo tomando imágenes.
Se reclutaron 32 pares de dobles; ellos fueron identificados por el fotógrafo François Brunelle, que desde 1999 encuentra parejas parecidas. “Lo que hemos hecho ha sido recopilar el mismo material biológico de estos individuos extremadamente parecidos -explicó el investigador a cargo, Manel Esteller- para ver si encontrábamos una razón objetiva de su similitud”. Todos los participantes completaron un cuestionario biométrico y de estilo de vida integral, y también fueron “medidos” en semejanza con tres métodos de reconocimiento facial.
Luego -detalla el documento- se pudo descubrir qué parejas de individuos eran casi iguales; a 16 del total se les analizó su secuencia de ADN, su perfil epigenético y su microbioma. Vamos por partes: el ADN es nuestra información genética; el perfil epigenético o los epigenomas son los cambios (activación o desactivación de genes) que se producen en el ADN (nuestro o de nuestros antepasados) a partir de experiencias vividas, y el microbioma son todos los microorganismos en nuestro cuerpo. El análisis de estas tres cuestiones mostró que esos dobles tienen en común variaciones de su ADN, particularmente en los genes que participan en la formación de la boca, la nariz, los ojos, la barbilla y la frente. Esto indica que la existencia de los parecidos no se debe a parentesco alguno entre ellos, sino a que las dos personas comparten secuencias genéticas comunes.
Pero esto no significa que los look-alike sean 100% iguales. El estudio concluye que “las personas con rostros extremadamente parecidos comparten genotipos comunes, mientras que son discordantes en su epigenoma y microbioma”. En otras palabras, si bien pueden existir rasgos compartidos en el aspecto facial o en el cuerpo, gran parte “de lo que somos y lo que nos define, es realmente heredado o adquirido durante nuestra vida”, advierte el paper.
Útil en la salud y en la ciencia
El internet y las redes sociales han ampliado las posibilidades de encontrar y conocer a otra persona idéntica; cada vez es más común que sean virales estos parecidos. Y también va a ser más común encontrarte a alguien con características físicas similares a las tuyas.
Dado que actualmente en el mundo viven 7.900 millones de personas y nuestro planeta está cada vez más interconectado -explicaron los investigadores en su comunicado- cada vez es más probable que se produzcan y se conozcan estas repeticiones”. Y eso no es todo -aseguró Esteller-: “fue curioso comprobar que el parecido de estas parejas de dobles no solo se ceñía a los rasgos faciales, sino que, además de afectar a otras propiedades físicas (altura y peso), también se extendía a ciertos rasgos del carácter y el comportamiento”.
El análisis realizado demuestra que también podrían identificarse rasgos faciales a partir del estudio de los genes, lo que “permitiría reconstruir la cara de una persona desconocida a partir únicamente de una muestra de ADN, uno de los grandes desafíos de la medicina forense y criminalística”, indicó el líder del grupo científico.
Hay más: según aseguró Esteller, la investigación permitirá abrir nuevas líneas de estudio en el futuro y también “proporciona las bases para que a partir del análisis de la imagen y la forma de la cara se puedan diagnosticar enfermedades genéticas”.