Los hombres no lloran. Son fuertes. Tienen seguridad, poder, autoridad. Con esos mandatos de la masculinidad creció Rodrigo. Este diseñador gráfico de 45 años se ha divorciado recientemente. “Hace poco volví a salir a bares y a tener citas. Lo que más me desconcierta es la forma de relacionarme con las mujeres. Siento que cambiaron todos los códigos de un día para el otro”, cuenta. Luego, confiesa que tuvo una charla sin filtros con su hija de 18 años, quien le aconsejó hacer una “deconstrucción del macho” que lleva adentro.
Anonadado. Así quedó Rodrigo. ¿Qué es “deconstruir” a un varón?, uno de los términos más usados en el glosario feminista. Si bien es cierto que los mandatos del machismo se cuestionan cada vez más, también hay una pregunta fundamental: ¿existen fórmulas para desactivar el modo machista en un hombre?
El origen del concepto
El psicólogo y escritor Gabriel Artaza Saade explica que sintagma “varón deconstruido” es una nominación que surgió dentro del ámbito del movimiento feminista y los estudios de género. “El concepto deconstruido nace a partir del filósofo francés Jacques Derrida. Actualmente, se extendió su uso y se lo aplica al ámbito de los vínculos afectivos, revisionando el amor romántico, la monogamia, la idea de pareja tradicional, etcétera. En el caso de la masculinidad, se lo utiliza para plantear un cuestionamiento de los valores clásicos con los que ella se asociaba, fundamentalmente con la potencia”, remarca.
Para el profesional, autor del libro “Ni machirulo ni varón deconstruido”, este uno de los planteos más relevantes: ¿es posible construir una masculinidad alejada de los valores clásicos y que no se asuma con falsa modestia?
Artaza Saade sostiene que es dentro de las generaciones más jóvenes donde toda esta transformación se está viviendo con más naturalidad.
“Los adolescentes y jóvenes de hoy no tienen la misma presión que las antiguas generaciones de afianzar su masculinidad mediante actos o comportamientos que demuestren su potencia. Esto conlleva un relajamiento, pero también deja un saldo desorientador, ya que nadie sabe muy bien cómo situarse, y por eso tampoco nadie sabe qué es lo que quiere un varón, qué desea”, plantea el psicólogo.
Hilando más fino, según el escritor el hecho de que se cuestione la idea clásica del varón es un correlato del cuestionamiento del amor romántico, aquél asociado al varón fuerte y proveedor, y el de la mujer esperando un hombre que “la rescate”, ideología ficcionalizada en cientos de películas de Disney y de Hollywood. “Los adolescentes y jóvenes de hoy son resultado del fracaso de ese modelo”, apunta.
El primer paso
No hay libros de autoayuda que incluyan protocolos para deconstruir al macho ni tampoco existe un decálogo o pasos a seguir.
Reconectar con los sentimientos y las emociones puede ser el primero, según sostiene Sergio Medina, quien es coach y ha creado un espacio llamado “Círculo de hombres hoy”, en el cual se reúnen una vez al mes para hablar sin ataduras ni máscaras, y sin juzgarse.
La iniciativa demuestra, de alguna forma, los alcances de una demanda social en ascenso: revisar las prácticas, los comportamientos y los valores del patriarcado impuesto a los varones. “No es fácil tratar de definir lo que significa ser hombre en la actualidad. Es sorprendente la manera en que aún prevalece el estereotipo del hombre como un individuo físicamente fuerte, rico y dominante”, analiza.
“No obstante, hay que reconocer que la presión para que los hombres se amolden a esta imagen tiene repercusiones negativas para la sociedad. Por ello, es importante replantear esta definición de ser varón. Ahora más que nunca viene una renovación en la forma de interactuar con el mundo. Hay que dar paso a una nueva y mejor versión del hombre, que se desenvuelva diferente y con nuevas formas de comunicarnos”, remarca.
¿Cuáles serían algunas de esas nuevas formas? “Ser conscientes de lo que pensamos, sentimos, deseamos y tener la capacidad para expresar de forma asertiva nuestro sentir, se convierte en nuestra fortaleza”, plantea.
Sergio observa que en el círculo de hombres los varones se dan la posibilidad de mostrarse vulnerables y de hablar sobre lo que les pasa, de revisar, cuestionar y modificar concepciones, creencias y valores en torno a la masculinidad. “En más de una oportunidad hemos confesado que no queremos sostener esa imagen de abastecedores, de todo poderosos, de solucionadores de problemas. Asimismo, nos gustaría diferenciarnos de nuestros ancestros, a quienes no se les permitía demostrar cosas o llorar porque esos eran signos de vulnerabilidad”, cuenta Sergio, que es una especie de facilitador del debate. Los temas a desarrollar los plantean los mismos participantes.
Hay un cambio de paradigma, dice con seguridad. Y advierte que será mucho más palpable en las próximas generaciones de hombres. Serán capaces de expresar lo que sienten, sus miedos y sus sufrimientos. Esos gritos que, hasta ahora, estaban permitidos más que nada en las canchas de fútbol.
Un tema que se cuela mucho en las reuniones es que existe un miedo o un alerta hacia la posición de la mujer. “Podríamos decir que lo que los varones sienten, por una parte, es una amenaza a su saber sobre cómo comportarse con una mujer. Está esa cuestión de que todo lo que se diga puede ser usado en su contra; muchos no saben cómo expresarse, cómo tratar a una mujer, no solo en el ámbito de las citas sino también en el laboral. Hay como un temor de sentirse culpables, de que los incluyan como maltratadores”, explica.
Medina cree que la transformación se está dando más que nada entre los menores de 40 años, quienes tienen más presente la palabra deconstrucción. Y sostiene que es una oportunidad para los varones y también en la relación con todos los demás integrantes de la sociedad, porque permite humanizar los vínculos y vivirlos con plena sensibilidad y libertad.
Artaza Saade sostiene, respecto a las transformaciones, que no deben ser algo impuesto desde afuera, como una especie de decálogo. Y pone como ejemplo un personaje de Peter Capusotto, “padre progresista”, aquél que quiere aparentar ser abierto de mente y permitir que su esposa vaya de fiestas con amigas, que su hija tenga diversas relaciones, y así un sinfín de situaciones. “Lo cierto es que lo padece. Como este personaje, muchos actúan bajo lo que es ‘políticamente correcto’, pero en realidad son lobos en piel de cordero. Diría que con respecto a las transformaciones de los patrones clásicos de masculinidad, vínculos afectivos y otras modificaciones respecto del género, más bien quienes enseñan son los hijos a sus padres, pero para esto ellos tienen que estar dispuestos a dejarse enseñar por aquellos”, concluye.
CUAL ES EL COSTO DE “SER MACHOS”
Identificarse con la postura tradicional del macho viril no solo implica una renuncia a la propia sensibilidad. Puede tener un alto costo en la salud de los hombres. Según explican los expertos en esta materia, los estereotipos machistas de las formas de ser varón llevan al hombre a correr más peligros, a sufrir más accidentes y a concurrir tardíamente a las consultas médicas aún ante indicadores graves en la salud, entre otras situaciones.
Los resultados de estos comportamientos lo ven claramente los demógrafos: aunque en el mundo nacen más varones que mujeres, son ellas las que en más cantidad llegan a la vejez. Los fallecimientos prematuros en ellos se deben a la falta de prevención de la salud y a las conductas riesgosas. Se les exige fuerza, valentía y poder, una situación que los priva de varios años de vida respecto a las mujeres.
Recientemente, el Ministerio de Salud de la Nación hizo la investigación “Construcción de Masculinidades y su relación con la salud integral en adolescentes varones escolarizados en cuatro regiones de Argentina”, entre ellas Tucumán. El objetivo era indagar los imaginarios de los varones adolescentes en relación a la construcción de sus masculinidades, identificando el vínculo entre vulnerabilidades y las prácticas de su vida cotidiana que generan un impacto en su salud integral y en su interacción con el sistema de salud. Juan Carlos Escobar, Director de Adolescencias y Juventudes (DIAJU), explicó que la bibliografía existente a nivel mundial da cuenta de que la socialización de los sujetos varones tiene un impacto negativo en la vida y la salud no solo de estos, sino también de las mujeres y disidencias con quienes ellos se relacionan.
“Esto pudimos comprobarlo en la presente investigación donde, con algunas particularidades regionales, los mandatos de la masculinidad hegemónica aún se ven reflejados en imaginarios de invulnerabilidad, resistencia corporal al dolor, subestimación del malestar, violencia como modo de socialización y justificación biológica de las desigualdades”, dijo. Debido al modelo de masculinidad normativa los varones suelen negar sus problemas de salud y su vulnerabilidad, se les dificulta pedir ayuda así como incorporar medidas de cuidado para sí y para les demás. No solo porque cuidar “es cosa de mujeres”, sino porque el ejercicio activo del cuidado implica reconocer son vulnerables y que su cuerpo no es indestructible, señalaron los especialistas.