María Agustina Di Martino, de 28 años, murió el fin de semana, luego de sufrir un edema cerebral durante una fiesta electrónica en un boliche de Malagueño, en Córdoba. Según fuentes oficiales, el cuadro se produjo por el consumo de éxtasis.
En el marco de la investigación, este lunes detuvieron a un hombre sospechado de ser el presunto dealer que habría vendido drogas en la fiesta, según publicó La Voz.
La joven había asistido el viernes pasado a una fiesta que tuvo lugar en el predio conocido como "La Estación", un conocido boliche de música electrónica ubicado en las cercanías del Lago San Roque, cerca de Villa Carlos Paz.
Cerca de las 7 de la mañana del sábado la joven fue trasladada de urgencia en una ambulancia al Hospital Domingo Funes, en la localidad de Santa María de Punilla, tras sufrir una intoxicación dentro de la fiesta, informa La Voz.
Según confirmaron a ese medio fuentes del hospital, "no hay dudas" de que se intoxicó tras haber consumido éxtasis. Allí fue internada con un edema cerebral, por lo que fue ingresada directamente en terapia intensiva.
Su estado de salud era crítico al momento de llegar y se fue agravando a lo largo del fin de semana. Finalmente murió este domingo.
Su perfil solidario y el recuerdo de su amiga
Agustina Di Martina era de Río Segundo y estudiaba para ser bioquímica. Trabajaba en el laboratorio de su mamá y tenía un reconocido perfil solidario. Además, integraba el grupo de exploradores de Don Bosco con quienes se reunían en el predio de la Capilla María Auxiliadora.
“Era un ser de luz, era la persona más buena del mundo”, dijo a Noticiero Doce, Marcia Bujedo, amiga de Agustina. En medio del duelo, la joven recordó sus últimos momentos juntas.
“Yo fui a verla porque estuvo conectada hasta las 17. Fui a despedirme de ella y le dije: 'Yo te dejo ir, te perdono, pero lo vamos a hablar a esto'”, contó.
Su amiga resaltó que Agustina "no tomaba alcohol" y que "iba a un grupo de la Iglesia, era coordinadora de unos nenes y le encantaba”.
"Fueron realmente cinco minutos que ella no se los va a perdonar nunca. Todos tenemos cinco minutos pavos en la vida, a algunos les sale bien y a otros mal”, siguió su amiga. Y destacó: “Era un sol mi amiga, tan buena que donó sus órganos y seguramente debe haber ayudado a salvar muchas vidas”.