En el cortometraje soviético “Chess fever” (Fiebre del Ajedrez) (1925) de Vsevolod Pudovkin, ya podemos encontrar la historia de un personaje absorbido por el ajedrez que, en algún punto, ha perdido la cordura atrapado entre columnas y filas, tema que recorre la reciente serie de Netflix y, por ejemplo, novelas de Vladimir Nabokov y Stefan Zweig. En el caso del film soviético, el protagonista saca gatitos de sus prendas, en vez de los conocidos conejos cortazarianos, y va extraviando sus anotaciones, tableros y piezas de ajedrez, mientras también pierde a su prometida. Durante el torneo disputado en 1925, toda Moscú vibra con la fiebre del ajedrez y el Gran Maestro cubano José Raúl Capablanca, entonces Campeón del Mundo, aparece en escena para ayudar a reunir nuevamente a los enamorados.

Medio juego

Nabokov era un jugador de ajedrez aceptablemente fuerte que encontraba gran placer y, al mismo tiempo, un gran desafío, en la composición de problemas ajedrecísticos. Una de sus primeras novelas, La defensa de Luzhin fue escrita en Berlín y publicada en ruso por primera vez en 1930, y casi 35 años después, el mismo Nabokov realizaría la traducción al inglés. En esta ficción, desde que aprende a jugar, el ajedrez se inmiscuye en la vida del pequeño Luzhin hasta en sus delirios, como si todo ocurriera en una “monstruosa partida en un espectral y tembloroso tablero que se desintegra lentamente”. Esos cruces entre locura y realidad se pueden encontrar también en la novela Una partida de ajedrez (Ediciones Godot, 2021) de Stefan Zweig, y en el caso verídico del primer Campeón del Mundo, Wilhelm Steinitz y del jugador polaco Akiba Rubinstein.

Ese complejo mundo de sombras y luces, donde el ajedrez es sueño y realidad para Luzhin, está, lamentablemente, apenas insinuado en el film del 2000, dirigido por Marleen Gorris. Sin embargo, una de las escenas más logradas nos muestra a la Dama que, del blanco de su boda debe pasar a vestir el luto y terminar la partida de su amado con piezas negras.

Por otro lado, en la novela de Nabokov hay mucho del universo berlinés de la inmigración rusa, incluso se pueden trazar relaciones entre la ficción y la vida de Curt von Bardeleben, fuerte jugador alemán que murió en Berlín mientras Nabokov vivía allí. La añoranza del autor por su Rusia natal y su pasión por el ajedrez son claves que recorren esta novela y todos los libros de Nabokov. Porque el ajedrez no es un mero motivo de su obra. Cuando siendo un niño el autor logra huir con su familia de la Rusia revolucionaria, en la cubierta del barco que lo saca para siempre de su patria, se encuentra a sí mismo jugando una partida con su padre. Del mismo modo, mientras conseguía los permisos para salir de forma segura de Europa, mientras Hitler invadía los Países Bajos (en la novela de Zweig se vislumbran también las garras sombrías del nazismo), Nabokov lograba terminar uno de sus problemas más bellos: “con la culminación de mi problema de ajedrez, todo un período de mi vida había llegado a su satisfactorio final”.

Final Martínez Estrada

Filosofía del ajedrez de Ezequiel Martínez Estrada es un libro ciertamente bello y “raro”, como reza el nombre de la colección de la Biblioteca Nacional que lo cobija desde 2008. Martínez Estrada ya había publicado en La Nación algunos de los ensayos del libro, pero fue la investigadora Teresa Alfieri quien finalmente pudo revisar el manuscrito, reunir y organizar todos los textos del autor sobre este tema. En las páginas de Martínez Estrada encontramos reflexiones sobre los orígenes del juego, los conceptos de tiempo, espacio y fuerza, la importancia de la memoria, la lucha, los errores y las emociones, así también como abordajes de la teoría ajedrecística vigente en la época y valiosos perfiles de jugadores como Alfonso el Sabio, Paul Morphy, Rodolfo Charousek, Harry Pillsbury y Capablanca. Para Martínez Estrada, el tiempo en ajedrez no se corresponde con el cronológico, sino con una medida propia en la que se consumen las fuerzas de los jugadores, de ahí que el ensayista argentino presienta que el juego y la vida puedan ser la misma cosa: “la vida es tiempo, a veces, es el tiempo en el que duran los dioses o sus juegos”.

Final Walsh

Existe un cuento sorprendente de Walsh titulado “Zugzwang” e incluido en el libro Variaciones en rojo (1953). En este relato, el comisario Laurenzi y Daniel Hernández juegan una partida de ajedrez y llegan a una posición de “Zugzwang”, en la cual uno de los jugadores pierde por la obligación de jugar, porque cualquier jugada que se haga empeora la posición y lo lleva irremisiblemente a la derrota. El “Zugzwang” es un error obligado o también una decisión inevitable. En este sentido, años después de la publicación del relato, se produce un “Zugzwang” en la vida de Walsh; es el día del levantamiento de los generales peronistas Tanco y Valle, cuando Walsh escucha la historia sobre los fusilados de José León Suárez en 1956. No es casualidad que el “Zugzwang” suceda durante una partida; mientras él y unos amigos juegan al ajedrez y conversan como todas las noches en el bar Rivadavia de la ciudad de La Plata. Al mismo tiempo que se escuchan los disparos y los parroquianos del café salen a la calle, ya no hay vuelta atrás, para Walsh no será posible volver nunca más al tablero sobre la mesa, no de la misma manera. Aunque pudiera hacerlo, el movimiento parece imposible porque ya ha comenzado a escribir su partida magistral de Operación Masacre y su última Carta.

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Máximo Hernán Mena - Doctor en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba.