- Naciste en Salta, pero fuiste convocada para una antología de narrativa tucumana contemporánea. ¿A qué se debe esta doble filiación?

- Nací en Salta, en un pueblo cercano a Tartagal; pero de muy chica me mudé a Tucumán, donde estudié. Durante los veranos volvía a Salta, a la casa de mi abuela, por lo que llevo esta doble filiación desde siempre. Y aunque hace cinco años que vivo en Buenos Aires, todo lo que escribo está ligado al lugar de donde vengo.

- ¿Cómo fue tu formación como escritora?

- Siempre quise escribir, pero también me gustaba Medicina, así que estudié la dos carreras. Un día me enteré que había un taller literario donde una vez al mes invitaban a escritores y ahí conocí a Damián Ríos, con quien empecé un taller de escritura. Estando en Buenos Aires, le mandé estos dos relatos y decidió publicarlos.

- Pensaba que en Niña y en Basurero hay una interrogación sobre los cuerpos. En el segundo relato, sobre qué pasó con ese cuerpo, en principio femenino, que aparece asesinado en un basural; pero en Niña, esta interrogación adquiere otros sentidos. ¿Qué es lo que te interesó explorar en relación al cuerpo en estos textos?

- Los dos relatos hablan de cuestiones bien diferentes. Como médica me parecía que describir un diagnóstico no tenía mucho sentido para estos personajes, tener esta información para ellos no era relevante. Más bien, quería explorar el modo en que las personas siguen adelante contra todo pronóstico.

- Con respecto al lenguaje, hay una economía de recursos que reproduce la economía del mundo campesino. Oraciones cortas y concretas, donde nada sobra. Por ejemplo, en Niña, la palabra “autista” no aparece en ningún momento. La protagonista parece desconocer este concepto; sin embargo, describe la patología de su hija mejor que nadie. ¿Esto tiene que ver con la búsqueda de un estilo propio?

- La literatura que me interesa es la que te golpea, la que es capaz de descolocarte en una frase, así que, sí, forma parte de un estilo personal especialmente buscado y trabajado.

- El mundo pareciera estar habitado por mujeres; los hombres, o están lejos o están caídos o configuran un peligro. Los personajes femeninos siguen una matrilinealidad. ¿Esto es algo propio del entorno rural?

- Absolutamente. Las mujeres, en nuestras sociedades, son fundamentales. Ellas, a pesar de las condiciones desfavorables en las que viven, se imponen, deciden, avanzan. Practican una forma de feminismo que es propia de este mundo rural.

- El segundo relato, Basurero, tiene la estructura de un interrogatorio policial para la reconstrucción de un crimen, cosa que finalmente no se logra. Acá el tema es el cuerpo sufriente (el de la madre sangrando) y el cuerpo descartado del crimen de odio. ¿Los crímenes impunes de los jóvenes tienen que ver con esta historia inconclusa?

- Esto es algo que siempre me interpeló: cómo, en lugares como el Noroeste, hay una especie de resignación o acostumbramiento frente a los cuerpos que aparecen asesinados. Nunca queda esclarecido el crimen y, por otro lado, todos tienen una hipótesis sobre el hecho. Y yo, muchas veces, pensé cómo reaccionaría si me pasara algo así y la respuesta que tengo es que yo respondería con literatura. Que es lo que creo que hice.

© LA GACETA

PERFIL

Grimanesa Lazaro nació en 1991. Se formó en la Universidad Nacional de Tucumán, donde estudió Medicina y Letras.

Actualmente se desempeña como neuróloga en Buenos Aires. Fue antologada en 40º Narrativa Tucumana Contemporánea (Blatt & Ríos, 2015).