La titular del Inadi, Victoria Donda, fue víctima de un escrache mientras comía en un restaurante de estilo europeo ubicado a media cuadra de Plaza de Mayo en la Ciudad de Buenos Aires. El video fue publicado en TikTok y se viralizó en redes sociales.

La funcionaria se encontraba sentada en una mesa cuando fue interrumpida por un hombre que pasaba por el lugar y comenzó a gritarle. En principio, le comentaba a los comensales y transeúntes: “Mirá a quién tengo acá, ¿eh? Mirá, a Vicky Donda, ¿eh?”. La funcionaria giró su cabeza ante la incomodidad.

Luego volvió a gritarle: “Mirá, un lugar british (británico) y Nac & Pop (nacional y popular). ¡Ey, Vicky! Lindo Londres, ¿no?”.

Luego de lo ocurrido, desde el área de prensa del Inadi difundieron a distintos medios la respuesta de Victoria Donda:

Violencia sin revés. Por Victoria Donda

Sobre los discursos de odio, las causas y consecuencias de la violencia naturalizada que soportamos día a día.

El odio no tiene un solo tipo de emisor ni de receptor; puede emerger en todas las personas, en distintas circunstancias, por distintos motivos. Ese odio que no tiene nombre, tampoco tiene clase. Y la violencia y el odio van de la mano. El odio puede parecer un sentimiento abstracto, pero distintos momentos de la historia muestran cómo es un caldo de cultivo para la violencia directa, verbal y física, que puede llegar en casos extremos hasta la violencia institucional y el terrorismo de Estado.

Acostumbramos a asociar los discursos de odio únicamente a la discriminación, la estigmatización y la violencia directas. Sin embargo, la deshumanización también es una de las causas de la aparición de estos discursos; la deshumanización de la persona a la que se quiere deslegitimar, anular, degradar. Solo en una concepción de un otro deshumanizado es que se puede ser capaz de difundir falsedades, violar la intimidad, “escrachar” y faltar el respeto, acciones que solo tienen el propósito de intentar herir y violentar a quien es víctima de ellas.

Se trata de entender cómo se conduce el odio, el cual nunca es inocente. Quien lo ejerce trata de dirigir intencionalmente las repercusiones a su propio favor. No hay evento, por insignificante y simple que sea, que en el objetivo de denigrar represente un obstáculo. En ese camino, las redes y los medios de comunicación tienen representantes que día a día los alimentan y mantienen con vigencia.

El objetivo es claro: confundir, fomentar prejuicios, nublar el pensamiento, no perder privilegios y socavar el Estado que es el único garante de evitar la Ley del más Fuerte, peligrosa para todxs.

El único que regula una sociedad y defiende a un indefenso es el Estado, aquel que los mismos que fomentan los discursos de odio quieren destruir.