El 17 de noviembre de 2019, por la mañana, un virus desconocido entró en el cuerpo de un hombre de 55 años cuyo nombre también desconocemos. Por la tarde, comenzó el siglo XXI.

Así arranca Lo viral, libro en el que Jorge Carrión intenta identificar el momento exacto de un quiebre histórico. El instante en que una época muere y otra nace.

La idea de Carrión nos remite a Eric Hobsbawm y su teoría de los siglos cortos y largos, que -concebidos por su cohesión histórica- no empiezan ni terminan en un año uno y un año cero. El siglo XX terminaba, según su criterio, con la implosión de la Unión Soviética en 1991. Luego otros plantearon que su final habría llegado recién con el atentado del 11 de septiembre de 2001. Hay quienes piensan que ese giro se produjo más cerca en el tiempo, en la madrugada del 24 de febrero de este año, cuando las tropas rusas iniciaron la invasión a Ucrania. Tendríamos, de este modo, un siglo XX que nace con una guerra –la Primera Guerra Mundial- y a continuación una peste –la gripe española del 18-, cerrándose, ahora, con otra peste y otra guerra.

En la mañana del 11 de septiembre de 2001, Nelson Castro estaba en Nueva York. Se convirtió en el único periodista de la televisión argentina que pudo contarnos, con una mirada familiar para nosotros, lo que ocurría en el epicentro de un terremoto que transformaba al mundo.

Hace veinte días Castro volvió a la Argentina después de realizar una cobertura de la guerra en Ucrania. La semana pasada hizo una exposición sobre lo que vivió allí en una reunión de la Academia Nacional de Periodismo. Le pregunté cómo comparaba su experiencia reciente con la del 11-S. “Hasta la guerra de Ucrania, la experiencia más fuerte de mi vida había sido cubrir el atentado a las Torres Gemelas en 2001 en Nueva York”, contestó. “Una primera diferencia es que el 11 de septiembre me tocó cubrir un acontecimiento que había ocurrido y en Ucrania uno que estaba, y sigue, en pleno desarrollo. Otra diferencia es que, con la tecnología, hoy todo el mundo puede tener acceso a lo que uno como periodista está diciendo en vivo. Es muy distinto a lo que sucedía cuando cubrí el atentado de las Torres”, agregó.

Cientos de miles de argentinos siguieron en vivo los primeros momentos de Nelson en Ucrania después de cruzar la frontera desde Polonia. Luego el viaje en tren desde Lviv a Kiev. Y la incursión en Yasnohorodka, uno de los frentes de combate. El periodista, uno de los más respetados y queridos por el público, se convirtió en el guía más destacado entre nosotros para tratar de entender los avatares del conflicto. Fue nuestro Virgilio en medio del infierno.

En una de las imágenes más conmovedoras de su cobertura se lo vio tocando el piano, al aire libre, para quienes emprendían el exilio, en la frontera.

“En una guerra se cubre destrucción y muerte”, nos dijo. El presente adquiere una densidad extraordinaria que diluye el peso del pasado y desdibuja el futuro. Simultáneamente, en circunstancias como las actuales, tenemos plena conciencia del giro que está dando la Historia. Y es el periodismo el que escribe el borrador de esas primeras páginas del nuevo capítulo que se abre.

El divulgador más conocido de esa idea, la del periodismo concebido como la escritura del primer borrador de la Historia, fue Philip Graham, editor de The Washington Post entre 1946 y 1963. Tomó las riendas del diario cuando se iniciaba la Guerra Fría que hoy parece restaurarse. Graham se suicidó meses después de la crisis de los misiles, el momento en que estuvimos más cerca de una conflagración nuclear (hasta ahora). Murió acosado por un trastorno bipolar. Paradoja, o no tanto, de un hombre que cubrió las tensiones de la bipolaridad militar, política y económica que tensionó al mundo en esos años.

Hoy el periodismo vuelve a escribir el borrador de un momento bisagra. Lo hace con la esperanza de que la contemplación del horizonte oscuro que los hechos del presente nos permiten vislumbrar, ayude a evitar que la humanidad tome un rumbo trágico.

PERFIL

Nelson Castro es periodista y médico. Ejerció la neurología hasta 1993. Estudió en la Escuela Superior de Periodismo del Instituto Grafotécnico. Hizo un posgrado en el World Press Institute. Fue interno en The Washington Post, PBS y NBC. Condujo, entre otros programas televisivos y radiales, Puntos de vista, El juego limpio, El corresponsal y Bella tarde. Recibió varios premios Konex, Martín Fierro y medallas de New York Festivals por su trabajo en radio y televisión. Es autor de Enfermos de poder, Secreto de Estado y La salud de los Papas, entre otros libros.  Es miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo.

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Daniel Dessein