Por Cristiana Zanetto

Para LA GACETA - MILÁN

“Recolección de hechos, análisis crítico de los sucesos, escritura. ¡Esto es la literatura!”,  decía en televisión italiana hace algunos días un crítico literario. Escuchándolo me vino a los labios un solo nombre: Pier Paolo Pasolini. Ningún intelectual italiano ha logrado superarlo en cuanto a su capacidad para poner en orden los hechos, la crítica de los sucesos y el uso simple, pero quirúrgico, de la palabra y así hacernos reflexionar sobre una realidad que, estando a los ojos de todos, no lograba verse.

Eran los años del llamado “boom económico”. Italia, devastada por dos guerras mundiales, surgía de las ruinas. El milagro del bienestar tenía sus primeros fulgores y era difícil resistir a tal encandilamiento. Pasolini no se dejó enceguecer y supo ver lo que se estaba “cocinando” en los pliegues ocultos del poder. Con sus escritos y sus películas (Teorema, para dar un solo ejemplo) había profetizado sobre los destructivos efectos de un sistema de homogeneización mediocre que ya en aquel momento insinuaba sus consecuencias nefastas.

Para entender la Italia de entonces y la de hoy resulta imprescindible leer sus Escritos corsarios, una recolección de artículos publicados en el diario Corriere della Sera y, seguramente, su libro Petróleo, una novela-ensayo sobre las tramas ocultas que se urdían para gestionar la distribución del dinero que el “oro negro” provocaba en esa Italia del “dopoguerra”. Un libro que, por sus múltiples revelaciones, según muchos, le habría costado la vida.

La polémica y la figura

Al día siguiente de su muerte, ocurrida el 2 de noviembre de 1975 en Ostia, periferia de Roma, casi toda la prensa escrita encontró un modo muy “remunerativo” para presentar el caso: Pasolini había sido asesinado por un joven a quien él había tratado de violar. “La opinión pública creyó en eso -dice David Grieco, escritor y director, amigo de Pasolini- y de esa manera Pier Paolo fue asesinado dos veces: una por las manos de quien efectivamente lo mató y la segunda por quienes habían hecho lo imposible para cancelar o desvirtuar lo que él había significado.”

En nuestra historia reciente hay pocos hechos de índole criminal que hayan suscitado polémicas tan radicales y violentas como el asesinato de Pasolini. Cualquiera sea la dirección hacia la cual vayan los razonamientos sobre su muerte se abre, de todos modos, un debate feroz que va más allá de quiénes lo asesinaron, del cómo y de las causas. Tal debate no puede evitar la importancia de su figura para la cultura italiana y sobre el modo que esta tiene de analizar e interpretar nuestro pasado reciente.

“No soporto leer ni escuchar que Pier Paolo Pasolini fue asesinado porque era homosexual y llevaba una vida peligrosa”, me dice David Grieco, quien en febrero estrenará la película La Maquinación. Pasolini, la verdad sobre su muerte.

Dice Grieco: “Creo que he aprendido su lección y la he llevado conmigo toda la vida. Sé de qué estoy hablando pero, como decía Pasolini, no tengo las pruebas. Poseo sólo indicios, centenares de indicios que muchos, demasiados, no han querido ver.”

La noche del 2 de Noviembre de 1975 los asesinos de Pasolini eran varios. No fue uno solo. Los jueces que recientemente han archivado la investigación sobre su muerte han tenido que admitir que fueron encontradas huellas de cinco Adn que no lograron identificarse.

La resistencia de un poeta

Los mandantes de este delito, que muchos consideran un crimen de Estado como el que sufrió Matteotti al comienzo del fascismo, son muy probablemente los mismos que colocaron las bombas en Plaza Fontana, en Milán, o en Plaza de la Loggia, en Brescia. O en la estación de trenes de Boloña. Y podrían ser los mismos que han sabido crear “la estrategia de la tensión” con el objetivo de concretar un golpe de Estado en Italia en los mismos años en los que Grecia fue dominada por una dictadura militar.

Por suerte no pudieron hacerlo. Y no lo lograron, quizás, porque en Italia la Democracia Cristiana era un partido de almas múltiples: negras, amarillas y blancas y en la oposición estaba el conciliador partido Comunista, entonces el más numeroso del mundo occidental. Pero, tal vez, tampoco pudieron porque encontraron la resistencia de un extraordinario poeta, de un periodista improvisado que los vigilaba, los seguía y revelaba, con inexorable puntualidad, sus nombres y sus oscuros manejos. Sería bueno releer a Pasolini: un socorro poético inmediato para países en estado de emergencia antropológica, histórica, cultural y política.

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* Cristiana Zanetto - Periodista de medios escritos y audiovisuales italianos. Este texto fue publicado originalmente en este suplemento en 2015, a 40 años de la muerte de Pasolini.