¿Quién es Natalia Denegri? Según dice el primer párrafo de Wikipedia, es una actriz, conductora y productora argentina, residente en Miami, ganadora de 17 Emmy. En los siguientes párrafos se señala que uno de esos premios lo ganó con el programa religioso “Buscando a Dios”. También que fue reconocida por el Congreso de los Estados Unidos por su labor comunitaria en ayuda a los damnificados por el huracán María, que fue incluida en la lista de las 25 Mujeres Latinas Más Poderosas de la revista People En Español -junto a figuras como Salma Hayeck o Thalía- y que escribió dos libros con historias de superación personal, entre las que se cuenta la suya, relacionada con la maternidad.

Un porcentaje significativo de la comunidad latina en los Estados Unidos seguramente asocia su nombre con algunos de estos datos biográficos. Buena parte de los argentinos de cierta edad es probable que, hurgando un poco en su memoria, vinculen su nombre con una joven que aparecía en los programas de Mauro Viale, involucrada en el escándalo del llamado “caso Coppola”, causa sobre el narcotráfico y la corrupción judicial de los años 90.

Parece que se tratara de dos homónimas con vidas opuestas pero se trata de una misma persona. Los últimos años de Denegri pueden ser leídos como un extraordinario y destacable intento de tapar con acciones filantrópicas, esfuerzo personal y éxito profesional un pasado vergonzoso.

Al igual que una vieja foto Polaroid, los rastros de ese pasado se fueron desdibujando en el recuerdo de millones de espectadores que vieron hace un cuarto de siglo algunas de las escenas que tenían a Denegri como protagonista. Pero hay un lugar en el que ese pasado revive, convirtiendo las imágenes borrosas de la memoria en un testimonio potente que une rápidamente las piezas separadas en el recuerdo. Esa suerte de aleph digital que puede reconfigurar la identidad de una persona es Google. La plataforma en la que diariamente se hacen más de 5.000 millones de búsquedas, es hoy el principal reservorio de la memoria de las comunidades y de los individuos. Fuimos eliminando muchos de los soportes físicos de datos y, sobre todo, atrofiando las zonas del cerebro que almacenaban información. Hoy contamos con una robusta memoria digital que sustituye nuestra falible memoria orgánica. Es allí donde los internautas, entre otras cosas, buscan un dato preciso cuando aparece una duda en una discusión, una referencia orientativa ante una inquietud o respuestas a preguntas como “¿Quién es Natalia Denegri?” Y la respuesta aparece con el formato de un menú de contenidos en los que podemos encontrar notas de hace más de dos décadas referidas al “caso Coppola” o imágenes de esos programas en los que Mauro Viale lograba records de rating con la creación de un subgénero: las peleas de mediáticos. Natalia Denegri, que en ese entonces tenía 20 años, fue parte de esos shows televisivos que hoy pretende sepultar.

Para muchos, somos lo que Google dice que somos. ¿Hay un “derecho al olvido” en Google? ¿O estamos condenados a una suerte de imprescriptibilidad digital de los errores del pasado? ¿O a una distorsión de la cronología natural de todo recorrido vital regida por una arbitrariedad algorítmica? Por otro lado, ¿resulta aceptable censurar contenidos de interés de las audiencias, entre los cuales puede haber información de personas que en el presente o en el futuro pueden resultar democráticamente elegidos para ocupar cargos públicos o quedar a cargo del cuidado de nuestros hijos? Son preguntas propias de esta era digital. Natalia Denegri llevó su caso a la Justicia argentina y, después de dos fallos favorables a su petición de desindexar de Google contenidos lícitos que sostiene no son de interés público, sus argumentos están siendo analizados por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

El supuesto “derecho al olvido” –categoría inexistente en el derecho argentino, pero con consagración normativa en el europeo- conspira contra la libertad de expresión y de prensa, en la medida en que desindexar contenidos equivale a suprimir información y, por lo tanto, atenta contra el derecho de todo ciudadano a recibir esa información. En el intento de proteger el derecho al honor y el respeto a la intimidad, es extremadamente riesgoso poner en cabeza de un juez, como proponen los fallos a favor de Denegri, la decisión de caratular qué contenidos tienen o no interés periodístico. Esto es algo que nuestra dinámica constitucional deja librado al criterio de medios y audiencias, sin que esto implique ausencia de responsabilidad ante eventuales excesos y perjuicios ni de mecanismos para rectificar o eliminar contenidos difamatorios, injuriantes o calumniosos.

Queda claro que el planteo judicial debe hacernos reflexionar sobre el impacto de las grandes empresas tecnológicas en nuestras vidas. La forma en que funcionan los algoritmos requiere dosis de transparencia que nos permitan entender cuál es la lógica que guía la jerarquización de los contenidos que nos ofrecen. Hay muchos ajustes pendientes en el ecosistema digital. La desactualización y la descontextualización de la información contaminan el debate público. Suprimir información genera un daño mayor.

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Daniel Dessein – Se presentó ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación como amicus curiae, en representación de ADEPA y con el patrocinio del doctor Carlos Laplacette, en la causa “Denegri, Natalia contra Google”.