La palabra “consentimiento” define una expresión o actitud mediante la cual una persona consiente, permite o acepta algo. Resulta fundamental definir este concepto en clave de sexualidad, dadas las numerosas violaciones y abusos de los que nos enteramos casi a diario. Noticias que nos provocan indignación, impotencia, miedo y tristeza en partes iguales. Como reacción aparecen las marchas, los debates y los análisis para explicar lo que está ocurriendo y sobre todo para pensar las medidas y estrategias que debemos aplicar si queremos evitar estas atrocidades.
Es frecuente escuchar que se trata de una cultura -una “cultura de la violación”- que justifica, racionaliza y traza límites difusos según convenga, en lugar de poner pautas claras y ver las cosas como son. Crear una “cultura del consentimiento” vuelve necesario, por lo pronto, hablar de este tema... siempre. Repensarlo, darle vueltas, poner 1.000 y un ejemplos. Desde la infancia, obviamente con las/os adolescentes y también entre los jóvenes y adultos.
Consentimiento sexual significa estar activamente de acuerdo en realizar prácticas de índole sexual con una persona. Es lo que le indica al otro que deseamos tener relaciones sexuales. Si no hay un consentimiento, la actividad sexual -ya sea tocar los genitales, el sexo oral y/o la penetración vaginal o anal- se convierte lisa y llanamente en una violación o agresión sexual.
Definamos sus rasgos básicos. El consentimiento sexual es:
1- Libre: Verdaderamente libre. Es decir, se trata de una elección voluntaria, que se hace sin presión, manipulación, coacción o intimidación. Si una persona está dormida, inconsciente o bajo los efectos de las drogas o el alcohol, no puede dar su consentimiento para mantener relaciones sexuales o para aceptar ciertas prácticas. Otras pueden no estar en condiciones de hacerlo dada su capacidad mental o su edad.
2- Informado: Sólo podemos consentir si tenemos toda la información al respecto. Si una persona miente u oculta deliberadamente ciertas intenciones, no se trata de sexo consentido. Por ejemplo, si alguien dice que usará preservativo y luego no lo hace, o a la mitad de la relación se lo saca, no hubo un consentimiento total.
3- Concreto o específico: Decir que sí a algo -como por ejemplo, besarse- no significa decir sí a todo lo demás. Para estar seguros/as de que hay acuerdo, es buena la recomendación de, frente a la mínima duda, detenerse y preguntar. Algunos ejemplos: ¿Puedo? ¿Sigo? ¿Querés que siga? ¿Te gusta? ¿Te gustaría…? ¿Querés que pare? Si no te gusta, paro. ¿Querés otra cosa? ¿Te molesta?
4- Reversible: Consentir una vez no quiere decir haber consentido para siempre. Por eso es que las parejas que ya tuvieron relaciones sexuales o incluso las que están juntas hace mucho tiempo también deben dar su consentimiento antes de iniciar una relación sexual, todas y cada una de las veces (es un hecho que muchas violaciones ocurren en personas que conviven o están casadas). Y la reversibilidad no se anula durante el acto sexual: toda persona puede interrumpirlo si así lo desea, en cualquier momento, y así revocar su consentimiento (y el otro debe respetar esta decisión).
5- Entusiasta: No se trata de que una persona no diga “no”. La cuestión es que diga “sí” o que exprese activamente su consentimiento de forma verbal y no verbal. Tampoco cabe aquello de “el que calla, otorga”: el silencio no equivale a consentir. Este “entusiasmo” también hace referencia a que en el sexo no debemos hacer lo que se espera que hagamos, sino lo que deseamos hacer. Por eso, quien inicia un encuentro sexual o una escalada en la intimidad sexual durante el encuentro, tiene la responsabilidad de asegurarse de que la otra persona se siente segura, cómoda y está disfrutando de lo que sucede.