Oeste era una perrita callejera muy pequeña. Con su pelaje negro y una mancha blanca en el ojo, casi no llamaba la atención cuando se paseaba entre los mausoleos del cementerio, donde vivía hasta octubre del año pasado. Allí la descubrió una rescatista. Tenía un hongo en la cara y estaba llena de pulgas y de garrapatas. Le tomó una foto y se la mandó a un amigo: “mirá lo que encontré, ¿la querés?”.
El destinatario del mensaje, un estudiante extranjero que estaba de intercambio en Tucumán, sabía que no era en serio lo que le estaban preguntando. Pero sintió algo especial al ver la foto de la mascota. “Le dije que sí, que la quería, aún sabiendo que los pocos meses me volvía a Italia”, cuenta Luigi Paolo Ceci, de 29 años.
Luigi había llegado en agosto de 2021 a Tucumán. Lo hizo en el marco de un intercambio en la Maestría de Ingenería Civil, que estudia. La carrera, según explicó es de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Biberach (UCAB), Alemania, que tiene convenio con la Universidad Nacional de Tucumán. “Yo pensaba venir en 2020, pero con el tema de la pandemia por covid-19 no pude”, cuenta el joven profesional.
Darle un hogar
“Me quedaba hasta diciembre en Tucumán y estaba en una casa junto a otros estudiantes, así que me pareció bueno darle un hogar a la perrita que estaba abandonada. Como había mucha gente en casa, si yo no estaba o iba a la universidad, siempre había alguien para cuidarla”, resalta Ceci.
Primero se encargó de llevarla para que la vean los veterinarios. Allí la vacunaron y lograron curarle el hongo que tenía en la cara. Los profesionales le dijeron que tenía aproximadamente dos meses de vida.
“Cuando tuve que elegirle el nombre, mi amiga que la rescató me propuso que le pusiera Oeste, porque venía del Cementerio del Oeste, o Hunguita, por el hongo que tenía cuando la adopté. Me gustó más la primera opción”, cuenta.
“Me dio mucha pena verla abandonada así como si fuera basura. Luego, en los primeros días de convivencia me conquistó inmediatamente y quise tenerla como compañera de aventuras para siempre”, confiesa Luigi. En ese momento tomó una decisión: en diciembre, cuando le tocara regresar a su país, haría lo posible para llevarla con él.
Entonces, empezó a averiguar qué requisitos eran necesarios para trasladarla. Le puso todas las vacunas obligatorias y con ese carnet fue al Senasa, donde le dieron un certificado con el cual podía llevarla en un avión y entrar en la Unión Europea.
La primera parada fue Alemania, donde le hicieron la ciudadanía europea, es una especie de pasaporte europeo que le hacen a los perros para poder trasladarse por el viejo continente. Pero antes, según cuenta Luigi, el viaje fue toda una aventura. “Lamentablemente, aunque Oeste no es grande de tamaño, sus medidas son superiores a las que permiten las aerolíneas para viajar en cabina, así que tuvo que ir en un canil en la bodega, junto con el equipaje, durante largas horas”, explica.
Pasó por distintos aeropuertos y siempre estuvo calmada, cuenta Ceci, mientras muestra las fotos de su mascota descansando en el piso, con las piernas cruzadas. “Es su pose favorita”, dice.
Paseos europeos
¿Qué te dijo tu familia cuando le avisaste que volvías acompañado?, le consultamos. “Me preguntaron si estaba seguro y si conocía las consecuencias, la responsabilidad que implica tener una mascota. Yo dije sí. Y de ahí se pusieron muy felices de conocerla. Es más, ahora siempre me preguntan cómo está ella y no yo”, describe.
Lo primero que hizo cuando tuvo la oportunidad: llevó a Oeste a comer pizza italiana a un local donde aceptan que las mascotas acompañen a sus dueños.
Luigi dice que está muy feliz de la decisión que tomó. Se han vuelto compañeros inseparables. “Lo que más me gusta de ella es que finge no oírme cuando la regaño. Es difícil ser serio con Oeste. Es muy dulce y se comporta bien con todos. Sólo a los machos les ladra cuando aún no los conoce. Es bien feminista”, describe con un manejo del idioma que sorprende.
Oeste ama los paseos y robarse las medias de Luigi. Ya ha conocido varios sitios importantes de Milán, como por ejemplo la Catedral y el Palacio Real. También le gustan las excursiones al aire libre.
La perrita tucumana no se despega del lado de su amo, mientras él escribe la tesis de la maestría. Además, como trabaja en forma remota, casi nunca la deja sola. Actualmente viven en un departamento frente al Lago di Como, en un pueblo que se llama Bellano. Pero en los próximos meses se mudarán a Milán. “Como mi trabajo es on line pensé que lo ideal era ir a un lugar con más naturaleza para que Oeste se acostumbre y luego iremos a la ciudad”, anticipa. “Creo que ya se habituó a este país; incluso está aprendiendo a ladrar en italiano”, bromea.
Abandono
Un punto que le impresionó mucho a Luigi de su visita a Tucumán fue la cantidad de perros abandonados en las calles. “Nunca vi algo así; es una cantidad enorme, en ninguna ciudad vi tantos”, confiesa.
¿En Europa es normal rescatar y adoptar perros vagabundos? “La situación varía mucho de país a país. En Alemania, Suiza y Austria, por ejemplo, no existen perros de la calle. Los canes en esos países tienen un chip bajo la piel con todos los datos. Y si vos abandonas el perro y lo encuentran, pueden leer quién es el dueño y donde vive y entonces es procesado. En el norte de Italia tampoco hay animales callejeros. En el sur de Italia, sí. En Rumania y Europa de Este, Grecia y España, también. Existen varias organizaciones que adoptan los animales y buscan un nuevo dueña o dueño”, detalla.
Antes de despedirse, Luigi agradece lo bien que lo trataron los tucumanos durante su intercambio y la ayuda que recibió por parte de las veterinarias del Senasa, lo cual posibilitó que pudiera viajar con su mascota a Europa. “Estoy feliz de compartir mi historia con Oeste. Ojalá la gente que la abandonó se de cuenta que podría ayudar un poco en el futuro pensando en el destino de los cachorros que dejan tirados en la calle”, sostiene. De ahora en más, los planes de este italiano incluirán siempre a su peluda mejor amiga de cuatro patas. Todo lo que le pasó fue una cadena de casualidades. O como evalúa Ceci: “tal vez estábamos destinados a vivir juntos”.