Laguna de Robles es un paraje desconocido, cercano al límite de nuestra provincia con Salta y a casi 100 kilómetros de la capital tucumana. Por allí pasa un camino rural que une las rutas 34 y 9. Es utilizado cuando hay cortes en alguna de esas rutas o por quienes pretenden evitar a toda costa los controles, ya sean de Gendarmería Nacional o de la Policía. Allí se registró el triple crimen por el que Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra terminó en la cárcel. Fue el último de los excesos que cometió el ex jefe de la Brigada de Investigaciones. Hubo otros “excesos” con denominadores comunes: se registraban en lugares alejados, donde prácticamente no había ojos que sirvieran de testigos; el horario de la madrugada y las versiones de los enfrentamientos eran los argumentos que se repetían para garantizar la impunidad. Pero en Laguna de Robles ninguna de las estrategias que solía emplear Ferreyra le sirvió para evitar la condena.

La versión oficial fue tan clara como irreal. En la madrugada del 10 de octubre de 1991, personal de la Brigada de Investigaciones, al mando de Ferreyra, esperaba a un grupo de asaltantes que había cometido varios atracos en la capital y en Salta. Los efectivos habían recibido un dato: los ladrones cruzarían la frontera después de haberse escondido en la localidad de Güemes. Según las actuaciones policiales, los investigadores, al percatarse del paso de los sospechosos en un automóvil Fiat, les dieron la voz de alto. Lejos de acatarla, los ocupantes del auto abrieron fuego para cubrir su fuga. En ese momento se produjo un tiroteo en el que, en principio, resultaron heridos mortalmente José “Coco” Menéndez y Hugo “Yegua Verde” Vera. Cuatro días después, lugareños encontraron el cuerpo de Ricardo “El Pelao” Andrada, a unos 500 metros del supuesto tiroteo. La explicación que dieron las autoridades en ese momento fue que Andrada, malherido, intentó escapar hasta que su corazón dijo basta. El fiscal Ramiro Vargas Nieto creyó en la versión de “El Malevo” y archivó rápidamente la causa.

ROFUNDO DOLOR. Una mujer llora delante de la tumba de Carrizo. El sepulcro fue profanado para dañar el cuerpo.

Antes de que se cumplieran dos meses de ese episodio, en medio de una feroz interna policial, el agente Luis Dino Miranda se presentó en la Justicia para contar lo que realmente había sucedido esa noche. El testigo reconoció que no hubo ningún enfrentamiento, sino que los asaltantes habían sido ejecutados a sangre fría. Relató además que un miembro de la comisión policial había intentado herirlo para que la versión del enfrentamiento fuera mucho más creíble y por ese motivo se alejó de Laguna de Robles. Temiendo por su vida, desertó de la fuerza y se mantuvo escondido en diferentes lugares, apoyado por su hermano, el comisario Antonio Martín Miranda, y por su compañero Juan Salinas. Meses después Salinas fue asesinado, durante un confuso episodio en el que habrían participado los miembros del Comando Atila, grupo parapolicial que habría tenido estrechos contactos con Ferreyra.

Otro caso

El 10 de marzo de 1986 los reclusos Enrique “Prode” Correa y Miguel “Gatita” Lizárraga les dijeron a los guardias del penal de Villa Urquiza que estaban gravemente enfermos y que necesitaban ser trasladados al hospital Padilla. Ambos estaban en la cárcel por haber cometido varios asaltos. Tenían fama de pesados. Y la confirmarían a partir del golpe comando mediante el cual fueron liberados. Lo concretaron otros integrantes de su banda: redujeron a cuatro guardiacárceles y generaron terror en el hospital. La captura de “Prode” y de “Gatita” se transformó en una cuestión de Estado.

Los prófugos intentaron escaparse a Santiago del Estero. Un efectivo que hacía control en Los Puestos avisó que los evadidos habían pasado por el lugar. Horas después, integrantes de la Brigada de Investigaciones se presentaron y lograron detener a “Prode” y a José Gómez, el dueño de la casa donde estaban ocultos. Luego se entregó José “Boleta” Vázquez. Se escaparon “Gatita” (actualmente está alojado en el penal de Villa Urquiza, acusado de ser el líder de una banda que se dedicaba a cometer “escruches”), Rolando “Rulo” Elías y Víctor “Mocho” González. Este último fue descubierto en un camino vecinal y, en vez de entregarse, según la versión oficial, se tiroteó con los hombres del “Malevo”. Murió al recibir cuatro disparos en el pecho.

ROFUNDO DOLOR. Una mujer llora delante de la tumba de Carrizo. El sepulcro fue profanado para dañar el cuerpo.

Esposado y ejecutado

Un equipo de LA GACETA, integrado por el periodista Juan Quintero y el fotógrafo Rubén Suárez, se encargó de cubrir la noticia. Ellos lograron ver cuando Correa era subido a un vehículo para ser trasladado a la capital. Cuando retornaban al diario, se dieron con un revuelo. El propio Ferreyra le explicó al cronista que “Prode” había intentado escaparse y que había fallecido durante el enfrentamiento. El fotógrafo se aproximó al lugar donde estaba el cuerpo y cuando retrataba la escena “Prode” le pidió ayuda. Además, se dieron cuenta de que el herido estaba descalzo y esposado con las manos hacia atrás. Era imposible que hubiera intentado enfrentarse con los efectivos en esas condiciones. Ahí entendieron lo más probable: lo habían ejecutado.

La autopsia confirmó todas las sospechas: “Prode” había fallecido a causa de los 14 disparos que recibió por la espalda. La Justicia ordenó las detenciones del “Malevo”, de Vicente Carlos Rodríguez y de Carlos Alberto Villarrubia por haberse excedido en el cumplimiento del deber. “Nos ordenaron que seamos benévolos con ellos”, explicó el ya fallecido comisario Víctor Aráoz. En febrero de 1987, los tres policías fueron sobreseídos y volvieron a la Brigada.

Tortura

Daniel Carrizo, integrante del clan Los Gardelitos, fue detenido durante la calurosa mañana del 5 de enero de 1989, junto a dos cómplices, en el barrio Padilla de la capital. Según el informe oficial, habían ingresado a una casa y, después de amenazar a una mujer, le quitaron al menos tres televisores y huyeron en un vehículo. Los detenidos fueron trasladados a la ex sede de la Brigada, en avenida Sarmiento al 700.

Cerca de las 13 se confirmó que Carrizo había fallecido por causas naturales. Los familiares del supuesto ladrón armaron un escándalo en la dependencia policial. Hombres, mujeres y niños fueron golpeados por los efectivos de la Brigada de Investigaciones que dirigía Ferreyra. Antes de retirarse, los amenazaron con matarlos si realizaban alguna denuncia.

Preyra también protagonizó un enfrentamiento con supuestos narcos.POLÉMICA. La versión oficial daba cuenta de que “Prode” Correa murió en un tiroteo, pero estaba esposado.

Pero la bronca de Los Gardelitos se multiplicó cuando vieron el cuerpo de su pariente. Estaba tirado en el suelo, en medio de ataúdes y con signos de haber recibido una feroz golpiza. El médico de la Policía no dio mayores detalles sobre las causas de la muerte del sospechoso, pero sí recomendó que se le hiciera una autopsia para despejar las dudas. Los familiares denunciaron que había sido torturado metiéndole la cabeza en un tacho con agua (en la jerga de los represores esta práctica se conoce como “submarino”) y luego le aplicaron un golpe mortal con la máquina de escribir con la que realizaban las actuaciones. Pero no hubo tiempo para confirmar esa versión.

En la madrugada del 11 de enero, un grupo de entre seis y ocho hombres, con el rostro cubierto y con armas largas, coparon el Cementerio del Norte. Se dirigieron hasta la tumba donde se encontraba el cuerpo de Carrizo, abrieron el ataúd, extrajeron la cabeza, arrojaron unos cinco litros de ácido y luego cubrieron el cuerpo con cal viva. No hubo ninguna acusación formal, pero nadie tuvo dudas: el Comando Atila había dado un nuevo golpe. Días después, los forenses dijeron que por el daño causado al cadáver no se podía realizar ningún estudio. Los más de 22 efectivos acusados del crimen, entre los que se encontraba Ferreyra, terminaron sobreseídos.

Desconocidos

Otro grave hecho en el que estuvo involucrado “El Malevo” también quedó impune. En la madrugada del 27 de octubre de 1987, una vez más, los efectivos de la Brigada recibieron la información de que un grupo de sospechosos estaban merodeando los comercios de las avenidas Gobernador del Campo y Coronel Suárez. Personal de Robos y Hurtos, con Ferreyra a la cabeza, se trasladó hasta ese lugar, pero no los encontraron. Decidieron entonces hacer un rastrillaje por la zona. Cuando transitaban por la zona de El Colmenar, encontraron estacionados a la vera de la avenida de Circunvalación al Ford Sierra y a la camioneta Ford F100 que estaban buscando. Según la versión oficial, antes de que pudieran identificarse como policías, los sospechosos les dispararon. Respondieron el fuego e hirieron a dos de los atacantes. Uno falleció en el lugar y otro, en el hospital Padilla, donde lo habían trasladado. Dijeron que los otros tres sospechosos (uno de ellos lesionado) escaparon a pie y que nunca pudieron ubicarlos.

Al día siguiente, los investigadores confirmaron que los abatidos eran Vicente Alberto Alvarado y Cristian Jorge Perón, ambos oriundos de Buenos Aires, y confirmaron que los vehículos en los que se trasladaban habían sido denunciados como robados en esa provincia. “El Malevo”, al igual que sus superiores, elaboró una teoría sobre el grupo: sus integrantes se encontraban de paso en Tucumán porque querían cambiar los autos por droga en Bolivia.

El caso dejó varios interrogantes que hasta hoy no tienen respuesta. Por ejemplo, el playero de una estación de servicio de Italia y República del Líbano declaró que personal de la Brigada había sorprendido y detenido a los tres (no cinco) ocupantes de los dos vehículos mencionados, pero esa pista no se investigó. A nadie le llamó la atención que supuestos narcos habían pensado en robar locales que estaban abiertos en un barrio donde todo se cerraba a las 23. Por último, resulta inverosímil que tres hombres que no conocían la provincia, especialmente la zona de El Colmenar, hayan podido escaparse caminando. Por supuesto que hubo otra teoría del caso: los abatidos eran proveedores de drogas que intentaban copar la plaza sin ningún tipo de autorización. Los efectivos habrían asesinado a sangre fría a dos, hirieron a un tercero y le permitieron huir para que transmitiera un contundente mensaje. Obviamente que esta hipótesis nunca fue investigada.

Mañana, quinta entrega.