La ficción nos propone un desafío. Cómo reaccionaríamos si de pronto nos enteramos de que un meteorito de 10 kilómetros de diámetro se acerca a gran velocidad hacia la Tierra. Todos nuestros proyectos se verían reducidos a los 6 meses y pocos días que tenemos antes de que un gran objeto impacte en el Océano Pacífico para dar origen a una nueva catástrofe, similar a la que acabó con los dinosaurios. La película “No mires arriba”, recientemente estrenada en Netflix, propone en tono de sátira y sarcasmo un debate más cercano que nunca. No se trata de un film más de ciencia ficción. Por más humorística que sea la clave de su director, Adam McKay, el film protagonizado por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence tocan de cerca una serie de nervios tensados por una pandemia que parece eterna. Pero la sensibilidad no solo está atravesada por la metáfora del meteorito y el fin de la humanidad, sino también por las parodias encarnadas en los líderes que tienen que encausar la mayor crisis conocida en el mundo moderno. Gobierno, medios, empresas, figuras reconocidas no parecen estar a la altura de la gravedad alertada por la ciencia, siempre delegada y sumida por la arbitrariedad de los subsidios y el prestigio. La película elige el tono humorístico porque ya no hay lugar para la tragedia en estos tiempos y hacia el final, cuando todo debe resolverse, el trauma camina en cámara lenta.
Lejos de la ficción y pegados a la realidad, el embate de la tercera ola de coronavirus por nuestras latitudes es ya una sentencia. No hay dudas que estamos ante una nueva instancia de crecimiento de contagios aunque con un escenario diferente en materia de gravedad de casos e internaciones. Sin embargo, el virus vuelve a paralizar las pobres expectativas que habíamos adoptado durante este año. Nos ilusionamos de que las vacunas nos protegerían y significarían el fin de la pandemia, a pesar de que los expertos sanitaristas nos advertían de que la enfermedad todavía estaba lejos de ser historia. A diferencia del año pasado, este escenario se presenta en un momento más complicado aún, con mucha gente en la calle, compartiendo reuniones de fin de año y planes de vacaciones para tomar un respiro después de dos años complicados para todos.
El desafío de la pandemia vuelve a redoblar su apuesta. ¿Qué haremos si el crecimiento de casos demanda nuevamente restricciones en materia de libertades individuales, económicas, educativas? ¿Estamos dispuestos a volver a condiciones mínimas de encierro? ¿El Gobierno tiene espaldas para pedir dichas resignaciones a los ciudadanos? Pareciera que los pactos que asumimos a principios del 2020 ya no están presentes: no habrá un presidente que ordene clausuras, que prohíba, que rete. Y si lo hay, no habrá ciudadanía que acate callada las órdenes de un gobierno que ha llegado hasta este punto con más fracasos que aciertos en su haber.
La tercera ola en Argentina coincide con un film del que todos hablan. En las conversaciones, en las críticas, son pocos los que ponen el acento en la calidad del guión o en las actuaciones. “No mires arriba” es una película política, que funciona como crítica a un mundo que se creía moderno pero que ahora se debate entre la supervivencia y la resignación de la especie. Pero la crítica está encorsetada bajo los estándares que dicta la industria de Hollywood. La ficción tiene libertades que escapan a las exigencias del relato por más oficial que sea pero dicha atribución es olvidada por la producción que hoy lidera las plataformas de películas y series. Es preferible pensar que la amenaza siempre es ajena, que viene de afuera hacia adentro y que la dicotomía entre buenos y malos está resuelta sin incomodar a nadie.
Por eso, la resignación es quizás una de las claves de una ficción que ya se convirtió en símbolo de una época. Los espectadores, al apagar los monitores, tendrán que lidiar nuevamente con un momento complicado, de cuidados y de decisiones delicadas. La resignación en estas latitudes pueden implicar consecuencias más graves que un final esperable como ocurre en la película en cuestión. “No mires al costado” será nuevamente la consigna con la que tendremos que caminar durante este verano y si tenemos suerte, quizás, las próximas vacaciones nos daremos aquellas licencias que tanto nos merecemos.