Hace 15 años internet era sinónimo no solo de masividad, sino también de gratuidad. En los intersticios de la web se podía conseguir todo lo vinculado a la creatividad: videos, música, literatura, fotografía sin restricciones. Todo estaba disponible de manera legal o ilegal para los usuarios que buscaban contenidos para aprender o pasar el tiempo. Pero sobre todo para los creadores, la web significaba el nuevo soporte de divulgación de un arte en especial, que podía llegar de manera inmediata a una comunidad muy específica y sin límites. Un poco antes de la emergencia de las principales redes sociales, en los blogs y en las redes P2P (como Ares o BitTorrent) estaba el bullicio de una nueva cultura digital que según de dónde se mirara el fenómeno, democratizaba el acceso al conocimiento o bien atentaba contra una industria cultural que a la vez se nutría de nuevos formatos.

Sin embargo, un eterno debate desde entonces fue cómo se podía hacer sustentable la actividad de nuevos creadores de contenido quienes apostaban por un formato no tangible, desempaquetado y emergente para una audiencia en constante crecimiento. Artistas visuales, productores de video, entre otros, tenían un nuevo lenguaje, nuevos códigos y sobre todo un ritmo de producción que difería de los estándares de la industria. Escritores, por ejemplo, encontraron en los formatos digitales la posibilidad de publicar de manera permanente, sin esperar la concreción de un libro y el reconocimiento de la industria editorial. De hecho, hubo libros que surgieron luego de la masividad obtenida por los blogs literarios de cientos de autores que dieron con una tónica diferente en su escritura, basada también en la interactividad generada por sus seguidores digitales.

Hoy los blogs quedaron rezagados a nichos específicos, pero la creación de contenido digital creció exponencialmente junto con la diversidad de formatos y plataformas. A diferencia de esa primera generación, la sustentabilidad es un aspecto clave en los proyectos artísticos y para ellos existen plataformas que agilizan la monetización de oficios que hace algunos años ni siquiera eran considerados como trabajos.

La pandemia también aceleró dichos modelos de ingresos y entre ellos se destacó uno de carácter nacional: “Un Cafecito”, una aplicación para hacer donaciones a través de pagos digitales que parten desde los 50 pesos. La plataforma fue creada por Damián Catanzaro, un programador de 26 años que se inspiró en otros servicios de pago como Buy Me a Coffee, la cual propone la idea de invitar un café a un creador de contenidos, con el objetivo de apoyar su trabajo. La idea de comunidad es central en este tipo de iniciativas, el creador trabaja para ella porque son sus seguidores quienes harán posible la continuidad de un proyecto, que no necesariamente será artístico.

Un Cafecito está pensado como una plataforma que articula un grupo de personas con una iniciativa, de hecho entre los proyectos con más donaciones se pueden encontrar al Sindicato de Trabajadorxs Sexuales de Argentina, a la Cooperadora del Hospital de Niños Dr. R. Gutiérrez o al proyecto Mujeres que no fueron Tapa, quienes impulsaron la reciente movida “Hermana soltá la panza”, con la cual luchan contra la imposición de cuerpos estereotipados por la industria de la moda.

La mayoría de los creadores de contenido que usan la aplicación promueven su trabajo a través de redes sociales y en la descripción de sus perfiles publican leyendas tales como “invitame un cafecito” junto con el link en el que se puede realizar la donación. La empresa se queda con una comisión del 5% y según su creador el próximo paso es hacer crecer el proyecto hacia Latinoamérica y que los creadores argentinos puedan recibir donaciones desde el exterior.

La cultura digital sin dudas tiene como pilar central a la creatividad. La disponibilidad de recursos en la web es infértil si no existen curiosos que piensen en soluciones para determinados problemas, ya sea la sustentabilidad o bien la promoción de movidas que están en constante ebullición. Un Cafecito es un ejemplo de ello, es la posibilidad de que un artista pueda seguir creando y a la vez un modelo de negocio exitoso que puede inspirar al mercado local, invadido de curiosos