“El crimen del hotel” fue tan conmocionante que llegó muy rápido a juicio. En menos de dos años ya estaba todo listo para que Pablo “El Loco” Amín fuera enjuiciado por el crimen de su esposa María Marta Arias. En abril de 2008, después de confirmar que podía ser imputado por el hecho, la fiscala Adriana Reinoso Cuello lo acusó de homicidio agravado por ensañamiento. En la teoría todo estaba perfecto, pero se sabía que todo puede cambiar en el debate. Y esta era una de esas causas finitas que con una opinión puede variar el rumbo del proceso.
Historias detrás de la Historia: ¿Pablo Amín imitó otro femicidio para matar a su esposa?Todas las partes sabían que eso podía suceder, por eso tomaron recaudos especiales. Por ejemplo, actuaron dos fiscales de cámara, lo que no es común, pero sí legal. Normalmente es uno. Los elegidos fueron Marta Jerez y Daniel Marranzino. Mario Leiva Haro, el representante legal de la familia de la víctima, se rodeó de especialistas y protectores para evitar ataques del acusado. Los defensores Roberto Flores y Martín Zottoli apostaron todas sus fichas a conseguir lo que no habían podido hacer durante toda la etapa de la instrucción. Quizás esa sea la razón por la que Amín habría decidido transformarse en una especie de actor para que lo consideraran inimputable.
Historias detrás de la Historia: Horror en la habitación 514El tribunal, integrado por Emilio Herrera Molina, Alberto Piedrabuena y Emilio Páez de la Torre, debió poner orden en un juicio tan especial como esperado. Este quizás haya sido el debate más mediático de la historia criminal de la provincia. Camarógrafos, fotógrafos, periodistas, más de 20 policías, familiares de la víctima y del victimario, estudiantes de Derecho y público en general colmaron la sala de audiencias en cada una de las jornadas.
Historias detrás de la Historia: El infierno de Pablo AmínLo primero que se hizo es leer la acusación en contra del santiagueño. Le dijeron que se le atribuía la muerte de su mujer en un hecho que se registró en la madrugada del 28 de octubre de 2007 en el hotel Catalinas Park. Le reprocharon que primero la golpeó, después le provocó graves lesiones con un objeto, le extrajo los globos oculares y después la asfixió manualmente hasta causarle la muerte.
La famosa pericia
Dicen los abogados más experimentados que los informes periciales son más importantes que los testimonios porque son irrefutables. Y la defensa del “Loco” sufrió golpe tras golpe con los especialistas que declararon. De entrada nomás hubo un golpe. Y fue cuando se presentaron las profesionales que realizaron la junta médica que analizó la conducta del imputado. Ellas fueron la forense Yolanda Gordillo, la psiquiatra María Estela Juárez y las psicólogas Gabriela Serrano, Silvina Nema, Lilia Rodríguez Fabio y María Inés Usandivaras, quienes lo entrevistaron entre noviembre y diciembre de 2007. La conclusión más importante a la que arribaron fue que el santiagueño puede comprender perfectamente la criminalidad de sus actos, es decir, sabe lo que está bien y lo que está mal. También determinaron que Amín padece un trastorno límite y un trastorno antisocial de personalidad y tiene un alto grado de peligrosidad, pero aclararon que no necesitaba internación hospitalaria.
Historias detrás de la Historia: el día que bautizaron a Amín como "El Loco"Después, cada una de ellas comenzó a dar su impresión sobre algunos puntos en particular. Suárez advirtió que se notaba que Amín “era un consumidor crónico y abusivo de cocaína”. Serrano, en tanto, afirmó que “el acusado presentaba conductas manipulativas para obtener beneficios”. “Él sabe lo que había hecho. Ninguno de los trastornos que padece alteran la capacidad de razonamiento”, añadió. Gordillo advirtió que era probable que el homicidio hubiera sido deliberado. “Tienen una marcada impulsividad. Saben lo que está permitido o prohibido, pero la ley les es indiferente”, dijo cuando graficó la conducta de las personas que sufrían los mismos trastornos que el santiagueño. Todas, además, hicieron hincapié en que el de Amín no era el caso de un psicótico. “Él siente desprecio por las normas, y no tiene ningún tipo de remordimiento”, remarcó Serrano.
Suárez advirtió que cuando Amín llegó al Obarrio “estaba en un estado de ansiedad paranoide. Decía que veía cucarachas, y hacía como que las pisaba”. Las especialistas dieron a entender que el acusado fabulaba o inventaba muchas cosas, como que escuchaba voces. “Se sentía perseguido”, explicaron.
Serrano también recordó que el santiagueño le había confesado que, para ascender en la empresa Herbalife, para la que trabajaba, había recurrido a maniobras irregulares “como inflar la cartera de clientes”. Por eso, opinó la psicóloga, puede haber sufrido el síndrome de persecución porque pensaba que podían llegar a descubrirlo.
Sufrimiento
La doctora Gordillo no sólo analizó la salud mental del imputado, sino que además fue la profesional que realizó la autopsia de la víctima. En el juicio sostuvo que Amín ahorcó a Arias con sus propias manos; luego, mientras la joven agonizaba, en estado de inconsciencia, el santiagueño le sacó los ojos, y la golpeó en la cabeza y en el torso. “Sin lugar a dudas, la víctima sufrió bastante”, señaló con tono tajante mientras la sala mantenía un sepulcral silencio.
“¿Es posible establecer qué lesiones sufrió la joven estando en vida?”, le preguntó a la especialista el fiscal de cámara Marranzino. “Se puede determinar que las escoriaciones en las piernas, las lesiones en los órganos sexuales y el estallido del hígado fueron después de que la víctima falleció”, respondió. Luego explicó que Arias no había muerto cuando Amín le extrajo los globos oculares. “Al parecer utilizó un objeto muy filoso para cortarle los párpados”, agregó.
Como se sabe, los investigadores siempre sospecharon que habría utilizado un bisturí que podría haber robado cuando fue atendido en el hospital Padilla horas antes de que cometiera el ataque, pero nunca se pudo encontrar el instrumento quirúrgico. “Se trató de un corte neto; no hubo vacilaciones”, dijo la médica forense.
En uno de los momentos más duros de todo el juicio, especialmente para los familiares de la víctima, la médica mostró las 38 fotografías que tomó del cadáver. Durante casi 20 minutos, detalló cada una de las lesiones que sufrió Arias. “Padeció un cuadro de asfixia por estrangulación manual. En cuanto a las lesiones traumáticas en miembros superiores, fueron producidas en vida”, resumió. Además, añadió que, por los signos que se veían, el agresor golpeó brutalmente a María Marta, cuando ya había fallecido, en el tórax y en otras partes. “Es imposible saber cuánto tiempo fue sometida (Arias) a este trato, pero como se trata de varias lesiones, esto puede haber tomado mucho tiempo”, finalizó Gordillo.
“Mientras golpeaba y asesinaba a su esposa, Amín seguía las órdenes de voces alojadas adentro de su cabeza”. Eso es lo que sugirió el psicólogo Luis Seiffe, ex jefe del Instituto de Criminología del penal de Villa Urquiza. Ante los jueces, el experto manifestó que el 27 de octubre de 2007, cuando se produjo el crimen, Amín sufrió una psicosis paranoica. “Estaba bajo el influjo de unas voces que le decían lo que tenía que hacer”, detalló.
Seiffe fue más allá: señaló que la enfermedad mental diagnosticada al homicida no se modifica con el paso del tiempo. Consideró, empero, que el asesinato se podría haber evitado si se hubiesen advertido las conductas extrañas que mostró antes de ultimar a María Marta Arias.
“Durante las entrevistas, el paciente decía recordar el daño que había producido y sabía que no podía repararlo”, dijo la psicóloga Serrano. Además, agregó: “las conductas que manifestaba no podían enmarcarse en un cuadro psicótico, pero sí en uno de personalidad antisocial”. Luego, el tribunal les preguntó a las especialistas si un individuo con las características psicológicas de Amín puede estar en un penal. Ellas contestaron al unísono: “sí”.
Un bulto
Amín llegó al juicio con dos años de encierro sobre sus espaldas. Sin embargo, en las audiencias volvió a quedar al descubierto que nadie se quería hacer cargo de él. Pese a que los médicos dijeron que no era inimputable, sus casi dos metros de altura y más de 100 kilos de peso generaban temor. “Mientras estuvo en el hospital su comportamiento fue normal, con algunas crisis de ansiedad, pero nunca tuvimos problemas con él”, explicó la por ese entonces directora del hospital Obarrio, Nélida Romano.
La profesional aclaró que la institución a su cargo no estaba en condiciones de recibir a Amín. “Somos un hospital de puertas abiertas; no tenemos infraestructura suficiente para alojar personas presas o detenidas. Lo hacemos por orden de la Justicia”, declaró. En esos días, según los datos que aportó Romano, había 102 pacientes, de los cuales 12 tenían conflictos con la ley. “Tenemos un solo destacamento con un jefe policial y un agente”, prosiguió, dejando en claro que no podía hacerse cargo de él. Con el correr de los años, la presencia de uniformados se triplicó: hay tres efectivos de guardia, pero también disminuyeron los internados para cuidar, ya que hasta el sábado había ocho. Uno de ellos es Gerónimo Helguera, el joven que mató a la mujer en Yerba Buena y que tiene dos uniformados que lo custodian personalmente.
Esa posibilidad fue rechazada de plano por el psicólogo Eduardo Núñez Campero, entonces director del Instituto de Criminología de Villa Urquiza. “Si tuviéramos un equipo tratante, sí; pero el tipo de tratamiento que necesita Amín requiere una energía y una frecuencia que hoy no podemos proporcionar. Somos cinco psicólogos y una psiquiatra (que está de licencia) para atender a cerca de 800 internos”, aclaró.
El psicólogo entrevistó a Amín en seis o siete ocasiones, según dijo, y brindó dos posibles diagnósticos: psicosis paranoica o esquizofrenia paranoica. “La segunda es mucho más grave que la primera”, aclaró. Sin embargo, cuando el representante de la querella, Leiva Haro, le preguntó si el acusado podía distinguir entre lo que estaba bien y lo que estaba mal, el psicólogo dijo que sí.
Luego, Núñez Campero dio varios detalles sobre la personalidad de Amín. Según declaró, el santiagueño le contó varios episodios violentos que había protagonizado a lo largo de su vida. Además, dijo que tiene una inteligencia “media-alta”. “Sin embargo -precisó-, eso no significa que no esté realmente enfermo y que esa patología esté presente. Un loco puede simular que está loco y, según mi opinión, Amín lo está”. Ante la consulta de los defensores Flores y Zottoli sobre si el imputado debía ser llevado a un neuropsiquiátrico, Núñez Campero respondió: “tiene que estar en un lugar donde sea tratado adecuadamente”.
En las tres primeras audiencias quedaron en claro dos cosas: se complicaba la situación procesal del “Loco” y nadie querría hacerse cargo de él después de que recibiera la condena.