El ilusionista tucumano murió mientras actuaba en la localidad bonaerense de Facundo Quiroga.

“El hombre lucía un kimono rojo, hablaba con el público mientras iba preparando sus equipos para realizar sus trucos. Mi atención estaba totalmente puesta en esa figura que realizaba sobre el escenario cosas increíbles, que vistas con el tiempo son realmente fantásticas. Hasta el momento del truco que finalizó trágicamente. La asistente estaba al lado del cajón de madera cerrado y él dentro, engrillado. Se cerró el telón y se volvió a abrir. Habían intercambiado posiciones: Alcalde fuera y ella dentro. Se volvió a cerrar el telón, pero ya no se abrió. Pasaron unos segundos y apareció la asistente preguntando si había un médico en la sala. Se levantó un hombre y fue hacia el escenario. Pasó un tiempo y se anunció que el mago había muerto. Sorpresa y pesar en todos los presentes”, relató el periodista Gustavo Tinetti, que por entonces tenía seis años y fue testigo privilegiado de la última presentación del Mago Chan el 29 de octubre de 1960 en la Sociedad Española de Facundo Quiroga, provincia de Buenos Aires.

¿Quién era ese mago? Nada más y nada menos que Manuel Gerónimo Alcalde, que había dejado el smoking característico por el atuendo oriental ante el cambio en su figura. El profesor Alcalde tuvo un recordado paso por el escenario del teatro Alberdi en septiembre de 1931, en un éxito de público. El dato más importante era que el ilusionista había nacido en Tucumán y lo relataba así: “me complazco en comunicarles que están en presencia de un tucumano como ustedes, tucumano de pura cepa, bien criollo. Hace 19 años salí de Tucumán a recorrer el mundo; año tras año aumentaba mi nostalgia y debía soportar largos años antes de regresar”.

Investigación

Tras su paso por nuestra provincia los tucumanos le perdimos el rastro hasta que el trabajo de los investigadores de la historia del ilusionismo en nuestro país descubrieron que el Mago Chan y Alcalde eran la misma persona. Su figura como ilusionista comenzó a ser revalorada y se lo considera como el exponente más famoso que dio nuestro país, debido a su trascendencia en los escenarios de Europa, América y África. Las ciudades europeas más importantes se rindieron a sus pies donde sus actuaciones eran un éxito de público. Para aquellos sabedores de las artes mágicas sus condiciones profesionales lo elevan al nivel del norteamericano Harry Houdini y de la estela de ilusionistas de aquella época.

El mago Chan había nacido el 30 de septiembre de 1889 en San Miguel de Tucumán. Era hijo de un militar español llegado a mediados del siglo XIX. Estudió en el Colegio Sagrado Corazón. Así lo contó al público en su presentación de 1931: “me encontré con mis compañeros de estudios; algunos de ellos siguen en Tucumán y otros, ya personalidades elevadas, han subido a la cumbre más alta”.

Su interés por la magia se disparó, según su propio relato. hacia 1903, con apenas 14 años, cuando comenzó a leer libros sobre ilusionismo de su hermano mayor, con quien trabajó en Ranchillos. Hacía presentaciones caseras y en fiestas. En 1907, con 17 años, observó la presentación del mago norteamericano “El gran Raymond”, uno de los mejores artistas de la época. Tomó la decisión de seguir su vocación y se unió a la compañía de Raymond. Con él recorrió América y Europa.

Al llegar a España decidió independizarse y comenzó su propio espectáculo. Así nació el Profesor Alcalde.

Se instaló en Londres donde estaban las mejores academias de magia y fábricas de artefactos para este menester.

Contactos

Recuperar la historia de Alcalde permite encontrar una serie de relaciones entre las figuras del ilusionismo de entonces. En la compañía de Raymond estaba un artista panameño de ascendencia china, Juan José Jesorum. Habían nacido en el mismo año y compartieron trabajo y aprendizaje. Al igual que el tucumano, Jesorum decidió abrirse camino por sí solo y pasó a llamarse Li Ho Chang también conocido como el “Mago Chang”. En 1921 Raymond es contactado por otro joven mago: David Bamberg, nacido en la ciudad inglesa de Derby en 1904, que lo acompañó como asistente en su gira Sudamericana.

Cuando concluyo el raid en Buenos Aires, Bamberg decidió quedarse en la Reina del Plata con su espectáculo. Pasó momentos duros hasta ser reconocido y tomó el nombre artístico de Fu Manchú. Tuvo una carrera fulgurante, llenaba teatros y hasta fue una figura cinematográfica importante en nuestro país.

En el único país donde no podía usar su nombre era en Estados Unidos por cuestiones de derechos y allí era Fu Chan. Fu Manchú tuvo una temporada de éxito en nuestra provincia en los primeros días de noviembre de 1931, apenas dos meses después de la gran actuación de Alcalde. Bamberg vivió en Buenos Aires, donde murió en 1974.

Volviendo a Alcalde, tras su paso por Tucumán siguió su carrera exitosa. Seguía llenando teatros por Europa. Hacia el final de la década de 1930, ante la devastadora Guerra Civil española, decidió regresar al país. Una vez aquí por un tiempo siguió con éxito, pero fue decayendo. Viajaba de ciudad en ciudad con su espectáculo. Según el relato de su hija, Berta Alcalde, nacida en Madrid, en una de esas travesías se reencontró con su amigo de la compañía Raymond, el panameño Jesorum, que ya era Chang. Este le recomendó dejar el frac y comenzar a usar un kimono: nacía el mago Chan.

Quizás como reconocimiento a su amigo utilizó ese nombre, pero ello generó cierta confusión en el público que iba a los espectáculos. Alcalde ya era mayor y estaba con algunos kilos de más y ese cambio lo ayudó a seguir con su carrera.

Como artista trashumante recorrió pueblos, villas y ciudades de nuestro país trabajando en lo que sabía hacer: magia e ilusiones.

El último acto

En una esas giras llegó a la localidad del departamento bonaerense de 9 de Julio, Facundo Quiroga. Chan tenía ya 71 años cuando actuó aquel 28 de octubre de 1960.

La actuación comenzó con sus ilusiones y actos de magia que eran muy aplaudidos, hasta el momento de hacer uno de sus trucos más famosos: el escape del cajón misterioso.

Como relató Tinetti con la expectativa de un pequeño de seis años al no abrirse por segunda vez el telón: “nos miramos todos sorprendidos, fue impactante, estábamos con mucho susto. Se murió el mago decíamos con mi hermana. Más aún, esa noche no dormimos”.

Las ironías del destino quisieron que el más reputado de los magos argentinos y de trascendencia internacional falleciera en el escenario realizando su truco más famoso: “El cajón misterioso”. La caja era un sólido cajón de madera cuyas tablas estaban clavadas y rodeada con una jaula de flejes de acero, entrecruzados y unidos con remaches de metal. Pese a todos los recaudos el ilusionista se libraba de su encierro y aparecía en el escenario, según el dramatismo de la ocasión.

Un ataque al corazón terminó con la vida del mago, cuyos restos quedaron en el cementerio de la localidad bonaerense. En los últimos tiempos la comunidad de magos del país desempolvó su historia para hacerle un justiciero homenaje a aquel ilusionista que llenó teatros de varios continentes.