En mayo de 2017, Leonardo Gavriloff anunciaba que dejaba el teatro. Su “Lisístrata”, en la cual dirigió al Teatro Estable de la Provincia, era la última obra que hacía. Cuatro años y medio después, no sólo está en plena actividad, sino con partida doble en la Capital Federal, donde reside: en el teatro El Crisol protagoniza, cada sábado, el unipersonal “Malinche” y, en segundo turno, “Fresa y chocolate”, un texto ya clásico del cubano Senel Paz.

“Es cierto, decidí ponerle Punto final aquella vez a mi carrera Así me despedí del teatro y fue un medio tan prestigioso como LA GACETA donde anuncié mi decisión. Muchos se sorprendieron, pero no fue una mentira. Decidí incursionar en mi nueva carrera, la Psicología Social; aun así y aunque suene soberbio, yo dejé el teatro, pero el teatro no me dejó a mí”, admite.

La entrevista tiene un claro contexto: Gavrilof presentará esta noche, a las 20 y en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265), “Malinche”, el texto de Norberto Presta del que asume la dirección junto a Paula Rosenfeld. La trama tiene un abordaje muy particular ya que la historia de la nativa que oficia de traductora de Hernán Cortés se entrelaza con los desaparecidos argentinos de la dictadura militar, en un planteo sobre qué es la traición y cómo se la vive. La función se enmarca en la conmemoración del Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

- No solo no te fuiste del teatro, sino que estás a pleno, hasta con un programa de radio.

- Me llovieron muchas propuestas, algunas que en ese momento habían quedado pendientes de años anteriores, sobre todo en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y de a poco reanudé la actividad y nuevamente empecé a caminar sobre y debajo de las tablas. Tengo un proyecto grupal con La Pluma Teatro, que nace del desafío independiente de acercarse a textos de autores latinoamericanos que hablen justamente de las historias que no se hablan: de la igualdad, del respeto por las ideologías y por las elecciones de vida y las identidades que marcan el concepto del sentir americano. Y desde septiembre de 2019 conduzco el programa “El ojo en las tablas”, que se emite los lunes a las 19 en vivo por Ladesterrada.com, una radio web destinada a difundir cultura, centrado en el quehacer teatral del off teatral y de lo alternativo. Empezó con gente de la Capital Federal y abrí el juego al interior del país y a invitados extranjeros. Es un desafío que disfruto mucho porque también me acerco a ver espectáculos y hago devoluciones para difundir la actividad. Todo es gratis.

- Debe ser un desafío especial hacer dos obras distintas el mismo día...

- Creí que no podría, pero todavía me atrevo y puedo, no estoy tan avanzado para mis 55 años, se hacen ver con plena luz todavía y es un lujo para mí. “Malinche” es el primer proyecto del grupo, y lo estrenamos el mes pasado, y ahora sumamos “Fresa y chocolate”, con una puesta mía que tiene algunas reformas al original para contemplar la realidad actual. Esta obra la hice en Buenos Aires con otros actores hace 10 años y me involucro ahora además como actor en el personaje de Diego. Con Senel Paz quien mantengo un vínculo profesional y de amistad desde hace varios años y me avaló en los retoques, algo que me llena de placer y es un desafío grandioso.

- Volvés a Tucumán, a un escenario que conocés muy bien...

- Para mí es un detalle importante, no algo menor. Elegí el Centro Cultural Virla para esta función especial justamente porque en un momento decidí dejar la actividad y ahora regreso a un lugar que me vio nacer, de algún modo, cuando participé en “Juegos a la hora de la siesta”, de Roma Mahieu bajo la dirección de Juan Tríbulo, allá por 1986. Obra emblemática de la Escuela de Teatro de la UNT, que presentamos en diversos lugares durante cuatro largos años. Tal vez sea un renacer.

- Y llegamos a “Malinche”. ¿Por qué la elegiste, qué te interesó del texto?

- La obra llegó a mis manos allá por 2009, cuando dirigí la Comedia Municipal de Bahía Blanca, en un Festival de Teatro en octubre en esa ciudad. Lo conocí al autor, intercambiamos ideas y comenzamos un vínculo profesional muy importante. Me acercó este y otros textos también interesantes, pero sin lugar a dudas me dejó la idea de hacerla en algún momento. Lo intenté hace unos años, pero no conseguía el director acertado. Ahora logre el sueño gracias a Paula, con quien compartimos otros proyectos (ella como actriz y yo dirigiéndola en cuatro obras) y armamos un buen equipo intercambiando ideas de puesta, de guía actoral y de resolución escénica.

- Malinche fue repudiada como traidora, incluso se la menciona como una maldición. ¿Es así en tu visión?

- La maldición de Malinche es muy conocida y se la reconoce como traidora a su pueblo, pero en realidad la primera en ser traicionada fue ella. Sus padres la vendieron, junto a 19 jóvenes más, para que los Conquistadores hicieran con ellas lo que deseen y así fue. Es por eso que en los últimos años se está revirtiendo el concepto mítico de traidora ya que se la considera una gran mujer que, a pesar de seguir los mandatos patriarcales de su contexto y del poder del Imperio de ese tiempo, pudo ser valiente y usar su herramienta primordial: hablar dos idiomas distintos para ser traductora de Cortés, aunque haya sido usada. Es uno de los primeros ejemplos de feminismo en la historia de Latinoamérica.

- ¿Cómo se cruza su historia con la de Martín, quien sufre por su hermano desaparecido en la Argentina?

- Es una licencia del autor, que une elementos de la vida de Malintzin cautiva del pueblo de Tenochtitlan actual, y de Martín, hermano de Jorge, un joven estudiante secuestrado en plena dictadura y a quien conocía Presta, El espectáculo lo hacemos en su memoria. Ambas historias están unidas por la creencia en algún Capitán, y capaz que fueron traidores, pero no puedo contar más para que no se pierda el suspenso.

- ¿Qué papel juega la memoria en la construcción dramática?

- La idea de puesta encierra un concepto onírico a partir de poner a Martín en un lugar de náufrago de la memoria, para acercar de forma fragmentada e hilvanada distintos instantes de ambas historias que naufragan en cualquier lugar del mundo. Es necesario volver a contarlas para tomar conciencia de que la memoria se puede refrescar. Así podremos replantear ciertas cosas y sanar ciertos temas aún latentes en el inconsciente. Muchas veces es necesario usar la ficción para acercarse al mundo real, objetivo primordial del lenguaje teatral, y lograr la empatía suficiente para capitalizar y entender el sentimiento de algunas situaciones o estructuras sociales que se sumergen en el olvido. Revivirlas hace posible reestructurarse para poder algún día hacer Justicia y solucionar todo lo que aún está pendiente.

- ¿Entre lo pendiente está la búsqueda de identidad, algo que vincula a los dos personajes?

- Sí, creo que algo de eso hay. La búsqueda de la identidad es saber quienes somos y así sabremos hacia dónde vamos... Sin recordar estos momentos históricos es muy difícil poder caminar juntos hacia un nuevo concepto de tierra nuestra, de tierra americana. Negarlos u olvidarlos es neutralizar el dolor y el sufrimiento que todavía padecen los pueblos originarios que fueron avasallados por los conquistadores, es avalar lo impuesto, lo que se cree que está bien y que así debe ser. También es ver el sufrimiento que todavía llevan dentro de su casa aquellas familias que fueron avasalladas por la dictadura, con desaparecidos que no se sabe donde están, de hijos y nietos que todavía no aparecen. Es historia candente y el silencio del tiempo hace cómplice a quienes deben hablar.

- Tu retorno es en pandemia...

- Esta situación puso de manifiesto nuevamente y a viva voz, que somos un sector caído y vulnerable dentro de la sociedad, tanto en la Argentina como a nivel internacional. Apoyarnos entre los pares es una buena forma de fortalecer la actividad y de mantenernos en el lugar de resistencia donde siempre estuvimos los teatristas.