Fueron horas de caos y desesperación para Agustina Carabajal, de 23 años. La estudiante estaba haciendo un trabajo de la universidad con varios compañeros y utilizaba WhatsApp para comunicarse con ellos. Antes del mediodía del lunes, los mensajes comenzaron a interrumpirse. Tuvieron que recurrir a algo que casi nunca usan: la llamada telefónica. Pero no consiguieron entenderse. Decidieron esperar el restablecimiento del servicio de mensajería. Pasaron más de seis horas. Y finalmente pospusieron la entrega del proyecto.

La masiva interrupción del servicio de WhatsApp, Facebook e Instagram el lunes, nos trastocó la vida a la mayoría de las personas. Muchos hasta nos preguntamos: ¿cómo hacíamos antes de que existiera WhatsApp? “De alguna forma, sentimos que nos faltaba algo. A cada rato revisábamos el celular para ver si al fin se marcaban las dos rayitas del mensaje que habíamos enviado. O si había notificaciones nuevas. Yo me sentí incomunicada, pese a que podía hacer llamadas o mandar SMS”, cuenta Carolina Salazar, de 28 años. El desperfecto tecnológico la tomó por sorpresa en plena jornada laboral en la empresa de lácteos donde hace tareas administrativas.

Lo que nos ocurrió es que la mayoría ya no imaginamos la vida sin la App del ícono verde. La naturaleza polifacética de WhatsApp es la que nos está haciendo excesivamente dependientes. “Esta tecnología presenta avances en forma constante y nuevas funciones para facilitarnos su uso”, sostiene la psicóloga clínica Melisa Mirabet.

¿Qué nos pasa?

El problema es cuando nos falta. A muchos les pudo haber invadido la ansiedad. ¿Qué le sucede a nuestro cerebro cuando nos desconectamos? Lo primero que aclaran los profesionales es que el impacto puede variar en cada persona de acuerdo al uso que hagan de la tecnología y las redes sociales.

HERRAMIENTA DE GRAN UTILIDAD. WhatsApp nos ayuda a organizar nuestra vida cotidiana y a estar en contacto con muchas personas.

Florencia Lazarte, del Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA), explica que en la actualidad el celular se convirtió en una necesidad indispensable en nuestras vidas: “nos permite comunicarnos, organizar el trabajo y la vida diaria del hogar (tareas domésticas, escolares y recreativas), pero también pertenecer a grupos que nos dan identidad”. “La suspensión de servicio durante varias horas, de WhatsApp y redes sociales, tuvo efectos negativos en las personas provocando angustia y enormes cargas de ansiedad, ya que se trató de una irrupción impuesta y no voluntaria”, remarcó.

Puede que nos hayamos notado inquietos, confusos por momentos y con una preocupación por volver a estar conectados conectada. Cuando esto sucede, se está manifestando una forma particular de nomofobia, que es el miedo irracional a no tener celular, o a estar incomunicados, o a perderse algo, define Lazarte. “Esto marcaría una dependencia al dispositivo electrónico, que se genera por la pérdida del mismo, el olvido en casa, por estar fuera de cobertura, sin batería o por la irrupción del servicio”, señala.

“La nomofobia está enmarcada dentro de un trastorno donde se cumplen criterios clínicos que lo diagnostican. No todos están encuadradas allí, pero sí podemos aseverar que la gran mayoría de personas presentan un consumo problemático en relación a los dispositivos móviles y las redes sociales”, apunta la profesional. Este consumo problemático deviene cuando afecta a una o más áreas vitales del sujeto: su salud física o psíquica y sus relaciones sociales, añade.

“La irrupción del servicio del lunes provocó en muchos usuarios, ansiedad, irritabilidad, desconcierto, sensación de pérdida del tiempo y el espacio y desorganización. También algunos síntomas físicos como taquicardias, dolor de cabeza y estómago producidos por la desorganización. Asimismo, notaron que se limitaban las estrategias de resolución de conflictos”, describe la profesional.

El deseo de estar conectados permanentemente también se motoriza por el hecho de querer saber qué es lo que están haciendo otras personas. “En los sujetos hay un deseo permanente de estar en contacto con otras personas, con el objetivo de verificar que se forma parte de un grupo. Lo cual suele ser más común en personas inseguras y de baja autoestima”, describe. Y añade: “siempre está presente el temor a quedar excluidos de un evento, acontecimiento, experiencia u oferta. De no poder contactar con cualquier persona en cualquier momento. En definitiva, sensación de pérdida del control de nuestras vidas”.

¿Cuáles son las consecuencias de la nomofobia?, le consultamos. “Podría desencadenar en las personas dependencia psicológica y pérdida del control de los impulsos. A la larga, aumenta el desinterés por actividades que antes eran gratificantes y ocasiona deterioro en el ámbito familiar, social y laboral”, describe.

Oportunidad

Las profesionales creen que lo que ocurrió el lunes debería ser una oportunidad para platearnos que sí es posible hacer una pausa de las redes de mensajería y desconectarnos, especialmente de noche. “Hay pequeñas acciones que podemos hacer para que la ansiedad y tantas otras emociones no encuentren en la tecnología un factor de mantenimiento de displacer y, por consiguiente, aumente nuestro estrés”, señala Mirabet.

Entre los consejos que nos da, figuran: programar horas al día en las que no utilizaremos tecnología (durante las comidas. por ejemplo) e incluso límites físicos, como no utilizar el teléfono en la cama; desarrollar actividades analógicas sin el móvil cerca, como leer un libro o hacer un deporte; e intentar no estar pendientes del teléfono. Para ello, hay que tratar de reducir la activación de notificaciones.

El futuro
¿Podríamos vivir sin WhatsApp?

WhatsApp está tan arraigada en nuestro día a día que cuesta imaginarse cómo sería la vida sin esta App. Sin embargo, no son pocos los que están comenzando a plantearse los problemas de dependencia que genera. Además, en tecnología nada tiene el futuro asegurado. Recientemente, el neurólogo Facundo Manes, en el diario español El País, declaró: “la tecnología moderna impacta en nuestro cerebro, aunque no va a cambiar su estructura. Vamos hacia un mundo pospandemia donde valoraremos al ser humano. En cinco años, wasapear todo el día estará tan mal visto como fumar en un avión”.

Explicación
La caída, por un cambio de configuración

El empresario Mark Zuckerberg, propietario de WhatsApp, Instagram y Facebook, las plataformas que estuvieron caídas el lunes por siete horas, atribuyó lo sucedido a un cambio de configuración defectuoso y buscó despejar así cualquier sospecha de un ciberataque. Así lo expresó a través de un mensaje en el que también pidió disculpas a todos los afectados. De acuerdo con la explicación que dio la empresa, los cambios de configuración en los enrutadores troncales que coordinan el tráfico de red entre los centros de datos causaron problemas que interrumpieron la comunicación.