COMPILACIÓN
UN HOMBRE SIN PATRIA
KURT VONNEGUT
(Cia. Naviera Ilimitada -
Buenos Aires)

En Un hombre sin patria, Kurt Vonnegut narra algunos episodios de su vida, da una clase humorística y sazonada sobre escritura creativa, reúne argumentos certeros en contra de la guerra y detecta de forma lúcida por qué los extranjeros odian a los estadounidenses; cita varias veces a Abraham Lincoln y a Mark Twain -podríamos leer esta autobiografía desplazada en la línea humorística de Twain- para mofarse de sí mismo y de su país. Aunque el libro no es sólo un alegato moral, propone un osado discurso en contra de la hipocresía de los ricos y los poderosos: “Los seres humanos somos chimpancés que nos emborrachamos con el poder”. A través de textos breves y de anécdotas, no deja de reírse del político más poderoso de esos años, el presidente George W. Bush (el que pasó beodo la mayor parte de su vida): “¿saben por qué creo que a Bush le fastidian tanto los árabes? Nos dieron el álgebra. Y también los números que utilizamos, incluido un símbolo para representar la nada que los europeos nunca habían tenido hasta entonces. ¿Creen que los árabes son tontos? Intenten hacer una división larga con números romanos.”

Del descuido a la música

La burla lúcida sobre su propio país la ejemplifica en diversas situaciones y escenarios de la historia: Vietnam, el presente, el pasado lejano. A propósito de La democracia en América -el libro de Alexis Tocqueville que él considera capital- dice: “¿Quieren una degustación de este gran libro? Dice que en ningún país como el nuestro el amor por el dinero ha dominado tanto los sentimientos de los hombres. ¿Qué les parece?”

Con un humor impiadoso y certero (yo hubiera pagado para conversar con Vonnegut durante una hora mientras improvisaba chistes sobre cuestiones políticas, sociales y artísticas), el autor critica la administración Bush y sus alumnos mediocres de Yale, los gobiernos de “conjeturadores” (detecta dos ejemplos de conjeturadores: Aristóteles y Hitler) y  la humanidad que no atiende el asunto verdaderamente importante: el descuido del planeta, la destrucción de la naturaleza.

El libro es tan bueno que solo tendría que citar algunos pasajes para convencerlos: “Hemos venido al mundo para estar al pedo. No dejen que nadie les diga lo contrario”. “Vengo de una familia de artistas. Y aquí estoy, ganándome la vida con el arte. No hubo rebelión. Es como si hubiera heredado la gasolinera Esso de la familia”. “Tampoco voy a confesar que me acuesto con niños. Eso sí, puedo decirles lo siguiente: mi esposa es, sin lugar a dudas, la persona más vieja con la que me he acostado”. “Si un día me muero… que este sea mi epitafio: La única prueba que necesitó de la existencia de Dios fue la música.”

El pequeño de la familia

Un hombre sin patria está atravesado por aquello que él detecta en su niñez, esa actitud que le permitió ingresar al mundo de los adultos y que hoy, al leer Un hombre sin patria, nos envuelve como lectores: el humor. “Cuando era niño, yo era el más pequeño de mi familia, y el más pequeño de la familia siempre anda contando chistes, porque es la única forma que tiene de meterse en una conversación adulta”. En la atmósfera creada por la ironía, aparece la reflexión punzante e incorrecta. Para un escritor humorista como Vonnegut el chiste puede ser un alivio pero también reconoce que no siempre salva: “El humor es una forma de olvidarse de lo horrible que puede ser la vida, de protegerse. Pero al final estás demasiado cansado, las noticias son demasiado espantosas, y el humor ya no surte efecto”.

Vonnegut brinda un método para encarar las narraciones bélicas que se parece al otro que escribió Borges a propósito de las historias sobre el tiempo y al que propuso Ricardo Piglia en relación con las narraciones políticas. En este caso, se trata de eludir el asunto para que la guerra aparezca por sí sola en su ausencia ominosa: “Como saben, una de las formas más impactantes de contar una historia sobre guerra es negarse a contarla”. En consonancia con su antibelicismo, Vonnegut ubica la guerra continua que mancha la historia del país en el marco del capitalismo y su ataque es claro, directo: “Para lo único que sirvió esta guerra (se refiere a Vietnam) fue para convertir en multimillonarios a los millonarios. La guerra actual convierte a los multimillonarios en billonarios. Eso es lo que yo llamo progreso”.  

En uno de los fragmentos más logrados, Vonnegut examina el rechazo que tienen los departamentos universitarios de Literatura por la formación de escritores que han estudiado física o química. Detecta cómo se traslada a la crítica esta aversión por aquellos que no provienen de las carreras de Letras: “La mayor parte de nuestros críticos han salido de los departamentos de Literatura y muestran mucha desconfianza ante cualquiera que se interese por la tecnología. Bueno, la cuestión es que estudié química pero siempre termino enseñando en departamentos de literatura… No es algo que se me haya agradecido mucho”. El autor nos deja un asunto para pensar: ¿qué efectos tiene la formación específica de un crítico en la reflexión que encara a propósito de los libros? Es decir, ¿qué ocurriría si los comentadores de libros fueran músicos, biólogos o astrónomos que piensan la materia de una novela en lugar de ser únicamente profesores de literatura? ¿Qué canon literario propondrían nuestros críticos desde una formación múltiple, una mirada que no se limite a la historia literaria o lingüística?

Un país entre los libros

Un hombre sin patria es el último libro que escribió Kurt Vonnegut y está poblado de preguntas no formuladas explícitamente pero que se detectan en las páginas sentenciosas: ¿por qué un hombre reniega de la patria? ¿Qué sucesos llevan a un escritor a negar la dirección política de su país? ¿Por qué Kurt Vonnegut escribe sobre el rechazo de ciertas ideas del gobierno de Estados Unidos? Las respuestas se encuentran en las fórmulas o en las frases chistosas pero hay una idea que condensa su pensamiento y que funciona como el perfecto aforismo inscripto en una lápida imaginaria: “soy un hombre sin patria, excepto por los bibliotecarios…”. En este libro notable, en el que el lector se reirá de principio a fin, Vonnegut reconoce que el país que él admiraba aún existe en un lugar específico, desligado del polvo administrativo y gubernamental: “Los Estados Unidos que yo amaba siguen existiendo en las mesas de entrada de nuestras bibliotecas públicas”.

© LA GACETA

PERFIL

Kurt Vonnegut nació en Indianápolis, en 1922, y murió en Nueva York, en 2007. nació en Indiana en 1922. Estudió bioquímica en la Universidad de Cornell. Se alistó en el Ejército norteamericano, participó de la Segunda Guerra Mundial, fue prisionero de los alemanes y condecorado en su país con el Corazón púrpura. Vivió el bombardeo de Dresde y esa experiencia inspiró Matadero cinco, su novela más celebrada, considerada hoy una de las obras más importantes de la literatura norteamericana. Después de la guerra estudió antropología en la Universidad de Chicago y fue periodista en el City News Bureau. Pianola fue su primera novela publicada (1952). Con Cuna de gato (1963) se convirtió en best-seller. Otras de sus novelas famosas son El desayuno de los campeones y Las sirenas de Titán. Un hombre sin patria (2005) fue su último libro publicado en vida.