Pasó de ser el “monte de las cocinas”, donde se cobijaban para comer y resguardarse del sol los zafreros del ingenio El Manantial, a integrarse a la Red Argentina de Jardines Botánicos (RAJB). Y -por eso de las estructuras de tejido-, a la Red Internacional de Conservación de Jardines Botánicos (BGCI, por su sigla en inglés), con sede en Londres.

Este oasis de yunga que sorprende en plena matriz urbana de Yerba Buena, el parque Percy Hill, acaba de transformarse en el cuarto jardín botánico tucumano, luego de superar un proceso de evaluación.

“Sucede que no cualquier jardín ni cualquier parque pueden ser un jardín botánico”, advierte a LA GACETA el biólogo Pablo Quiroga, exsecretario de la red argentina, coordinador del Jardín Botánico de la Reserva de Horco Molle y secretario de Medio Ambiente de Yerba Buena

“Para ser reconocido como tal hacen falta una colección de plantas catalogadas científicamente; un programa de educación ambiental y un proyecto de conservación y manejo. Nuestro parque es un relicto -pequeña muestra- de selva de yungas; un patrimonio biológico sin precedentes”, explica.

HABITANTE. La bella mariposa almendra forma parte de la gran población de insectos del parque.

A su alrededor revolotean “evidencias” de la puesta en práctica del segundo punto: alumnos de un colegio terminan una visita guiada. “Es una de las actividades que ofrecemos”, cuenta la bióloga Valeria Becette, magíster en Gestión Ambiental y directora del flamante jardín botánico. El parque está abierto todos los días; y un guía, el biólogo Matías Salas, ayuda a los visitantes a comprender las joyas que están viendo. “Una de las premisas es que la gente se lleve algo, un conocimiento, un aprendizaje...”, destaca Quiroga.

“También dictamos talleres que ponen en contacto científicos con la comunidad (ver “Queremos...”), y en breve participaremos en las Jornadas Argentinas de Botánica, lo que pone este espacio en un mapa nacional e internacional”.

Un tesoro para disfrutar

A veces parece mentira; el Percy Hill está aquí nomás, pero muchos tucumanos lo desconocen. Son 2,8 hectáreas que resguardan una colección de 34 especies de árboles nativos identificados, algunos de más de 150 años, además de arbustos, enredaderas, epífitas, helechos y hongos, cuenta Becette, orgullosa del parque del que se hizo cargo el 17 de marzo. Todas estas plantas -añade- resguardan más de 60 especies de aves, entre ellas dos exóticas y en peligro de extinción: tucanes y reyes del bosque. “Y hay que sumar insectos, muchos de ellos polinizadores... La mariposa almendra (Heliconius erato), tan bella, siempre anda revoloteando por el parque”, agrega, con la mirada luminosa tras el barbijo.

“Haber llegado hasta aquí habría sido imposible sin el apoyo de la Fundación Pro Yungas (N de la R: durante un tiempo se hizo cargo del parque, que había estado mucho tiempo abandonado) y del Rotary Club, que gestionaron recursos para su recuperación y para recursos humanos”, cuenta Quiroga y comparte la alegría de que el equipo haya diseñado un plan de gestión de la riqueza biológica del parque.

HONGOS. No sólo árboles custodia el parque.

“Uno de los objetivos es contribuir a la conservación de la biodiversidad del NOA, y eso implica la gestión de la vegetación”, resalta, y agrega que el plan de manejo que les fue aprobado por la red permitirá tener una hoja de ruta y dar continuidad técnica a la gestión del parque.

Los cambios ya se pueden observar. “Trabajamos en la extracción de especies exóticas invasoras (moreras, palmeras, helechos plumosos, ‘orejas de elefante’), que fueron ganando espacio y dificultan el desarrollo de las nativas -explica Becette-. Y estamos reubicando retoños de las nativas; también incorporamos algunas que no estaban, como el cedro, que en el mundo está en peligro de extinción”.

“También trabajamos para revertir cierta imagen negativa que alguna vez generó el parque, en especial cuando estuvo abandonado”, señala Quiroga, y destaca entre esas acciones la iluminación y el “pasillo” permietral (se sumó a la reja, ya más antigua), y el hecho de que siempre hay vigilancia.

“Además, al ir quitando y controlando las plantas exóticas -siempre manteniendo el equilibrio-, la selva se hizo menos tupida y eso da más visibilidad”, resalta Becette.

Trabajar en red

“Formar parte de la RAJB nos permitirá intercambiar conocimientos y experiencias con jardines botánicos del país y extranjeros; establecer alianzas para la conservación de la flora nacional y, en particular, de la diversidad vegetal del NOA. El trabajo de los jardines botánicos de Argentina contribuye a cumplir los compromisos internacionales asumidos por el país en relación con el cuidado de la biodiversidad y el ambiente”, se alegra la directora.

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