El 17 de julio sus afectos la habían visto por última vez. La tucumana Eugenia Olivera, de 39 años, había vuelto a su provincia natal en aquel entonces para compartir con sus amigas y luego había regresado a Andalgalá, Catamarca, donde convivía con Eliseo Guerrero, su pareja y padre de sus dos hijos.

Pasó el tiempo y el grupo de amigas nada más supo de Olivera. La semana pasada, una de sus allegadas viajó a la provincia vecina y descubrió que la mujer estaba desaparecida pero que nadie había denunciado el hecho. Así comenzó el calvario.

Por la desaparición tomó intervención la fiscala Soledad Rodríguez, que movilizó a la policía catamarqueña y comenzó las investigaciones. Al descubrir que Olivera había denunciado al menos cinco veces a su pareja, Guerrero se convirtió en el primer sospechoso. Otro indicio en su contra era que nunca se presentó a denunciar la desaparición de su esposa. La fiscala ordenó que lo demoraran y le tomaran declaración.

En su testimonio, según las fuentes policiales que intervinieron en el hecho, Guerrero cayó en algunas contradicciones y se complicó. Habría dicho, en un momento, que había llevado a Olivera a Tucumán, y luego, que en realidad la había trasladado a la localidad catamarqueña de Belén.

Macabro hallazgo

Sumido por la presión y la culpa, Guerrero se habría quebrado y confesado la ubicación para encontrar el cuerpo de Olivera.

La división Homicidios de la Policía catamarqueña redireccionó sus rastrillajes hacia la ruta 46, que une Andalgalá con Belén. En uno de los operativos se encontró en un descampado los restos óseos de la víctima, que presentaban signos de haber sido calcinados.

La víctima, según trascendió, era enfermera y madre de dos niños. En Tucumán colaboraba en la iglesia de San Gerardo, de Lavalle y Alem. Un día se enamoró de Guerrero y se trasladaron a Andalgalá, donde conformaron su familia. Pero los problemas no tardaron en llegar y la joven se vio inmersa en un contexto de violencia del cual no supo escapar: sus cinco denuncias volvieron a mostrar que el Estado no consigue proteger la integridad de las víctimas de violencia de género.

Protestas y pésame

Ayer a las 20, cientos de personas salieron a manifestarse frente a la comisaría de Andalgalá exigiendo Justicia por Eugenia. La noche anterior también se había generado una manifestación en la que se pedía la detención de Guerrero cuando los indicios comenzaban a apuntar hacia él. Agrupaciones feministas y sociales de distintos puntos de la provincia también acudieron a la concurrida marcha.

En Tucumán, sus amigas de la comunidad religiosa le dedicaron una misa, anoche a las 20.30, en el templo de San Gerardo.

“No se puede creer esto. ¡Dios, cuánta tristeza y dolor deja esto en nuestros corazones!”, escribió Mónica Paredes en sus redes sociales para despedir a su querida amiga. “Toda tu vida sufriste y pasaste por malas cosas. Hasta que por fin sentiste que habías encontrado el amor, formaste una familia y tuviste a tus angelitos que tanto amaste. Pero seguiste sufriendo, porque ese amor se volvió tu enemigo y hoy también tu asesino”, añadió.

“Ese 17 de julio te esperábamos en Santa María y jamás llegaste. Desde niñas nos cuidaste y estuviste para nosotras. Te recordaré como la gran mujer que eras y siempre seremos tu familia.”, lamentó Aracely Alncy en su Facebook. “¿Cómo les decimos a tus niños que ya no estás, que no los verás crecer? Hoy ya no tienen a su madre al lado”, agregó.