Por Franco Vera, LA GACETA
El potrero, la canchita, la plaza siempre son lugares donde se respiran lucha y pasión por el fútbol. Con esos “materiales” se construyen, día a día, miles de historias. Y un anhelo: consagrase “en primera” para ayudar a la familia.
“Arranco temprano. Cuando me levanto, muchas veces, mi mamá ya no está. Ella madruga para vender limones. Mi papá ni siquiera llegó. Mis hermanos, que son cinco, todavía duermen. Pero pronto pedirán el mate cocido, así que prendo el fuego, pongo agua en el tarrito y voy a manguear pan al almacenero o a algún vecino. Siempre algo me dan”, describe José, de 12 años, que no quiere que publiquemos su apellido.
“Antes desayunábamos en la escuela, pero con esto de la pandemia estamos todos en casa”, se lamenta José. “Hoy (en referencia al martes pasado) hay comedor de la ‘90MC’, así que el almuerzo lo tenemos cubierto. Vamos temprano, obvio que con la cara limpia -aclara-. A veces, vamos en tanda de tres. Van primero los mas chicos, porque no tenemos zapatillas para todos. Pero como verá usted, nos organizamos”.
“A la tarde, yo me doy mi gustito y voy al entrenamiento de la escuela de fútbol. No me importa ir descalzo: no falto nunca”, se entusiasma, con brillo en los ojos.
“Los profes siempre me ayudan, me consiguen alguna zapatilla... ¡Un día jugué todo el partido con un solo botín! ¡No sabe ese partidazo que jugamos! Ganamos la Coca sobre la hora, con una tremenda rabona mía que quedó colgada ahí, donde duermen las arañas”, continúa José, dichoso, y cruza el puente de pallets que une su barrio con el potrero.
La escuela de fútbol de la “90MC” funciona en una plaza recuperada de Alderetes, en el barrio Rincón del Este. Y ese rincón se llena de niños. Sobre todo, de los que vienen de los barrios Ampliación San Cayetano, Jerusalén y La Costanera.
La escuela cuenta con seis pelotas, un juego de pecheras, algunos conos y mucho potrero para correr. “La función principal es acercarles una merienda caliente a los chicos: mate cocido con bollos, pan dulce o tortillas. Aquí confluyen chicos de todas las clases sociales. Algunos tienen la atención plena de su padre y de su madre. Otros deambulan por las calles de Alderetes buscando la moneda”, explica Facundo Quiroga, profesor de educación física y encargado del entrenamiento.
El miércoles, a las 16, los niños empiezan a llegar. Entre todos buscan la leña, el agua y llevan la mesa para preparar la merienda. Pero esta vez, sólo se compartirán tortillas: alguien saltó la tapia de la vecina que les permite guardar el equipamiento y se robo dos ollas que utilizan para hervir el agua. Uno de los chicos llora sin consuelo.
Pero en la “90MC” no se rinden. Ahora lanzaron una campaña en las redes sociales para conseguir padrinos y madrinas que los ayuden a obtener insumos para sostener en el tiempo el proyecto que todos los días enfrenta un nuevo partido a ganar.
José, Pescado, El Zurdo, Juancito, El Turco y El Rubio saben que ningún partido es igual y que para ganarlo se deja todo en el potrero. Con botines, qué bueno. Descalzos, da igual. La gloria no es la fama, sino ser protagonistas de un sueño de 45 minutos. Con los reflejos despiertos y los ojos abiertos. Que es como se sueña en un paraje sin oportunidades que todavía espera la Mano de Dios.