Está más que claro que en los comicios de este año se juega mucho más que un puñado de bancas en el Congreso de la Nación. Los líderes políticos del oficialismo y de la oposición no quieren dejar nada librado al azar y el clima preelectoral es propio de unas elecciones provinciales más que las que habitualmente se dan a medio término del mandato presidencial.

El sector que lidera el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, lo explicita en su propio eslogan, por el que llama a frenar al gobernador, Juan Manzur. La propuesta jaldista es cuidada, porque no le apunta a Alberto Fernández, como sí lo hacen los otros opositores al mandatario, sino a quien fuese hasta hace apenas meses su socio político. Manzuristas y jaldistas saben que dentro de un mes se juegan todo. Los primeros persiguen una consigna clara: enterrar políticamente al “traidor” -como lo sindican- del vice y sus seguidores. Los otros también fijaron la mira en un solo objetivo: dejarle en claro al peronismo oficialista que Jaldo se sentará en el sillón mayor de la Casa de Gobierno dentro de dos años. De ahí a que el aroma que se huele en el ambiente sea el de definiciones políticas para los que habitan en esta comarca.

En el medio de ambos líderes, un cúmulo importante de dirigentes observa entre atónito y temeroso la compulsa. Temen que la jugada parta al peronismo y ponga en riesgo el poder en medio del ejercicio del propio reinado. Hay dos cuestiones con las que el justicialismo lidia por estos días. Por un lado, con el propio armado electoral que viene utilizando desde hace más de una década y que se basa en el armado de al menos dos listas fuertes en cada distrito. El peronismo consolidó una porción relevante de su poder de votos a partir de esta estrategia de engordar a acoples en un mismo distrito. Con ello, se garantizaba que en cada municipio y comuna haya como mínimo dos dirigentes con estructura, dinero y recursos de todo tipo para disputar el liderazgo en las urnas. La ecuación siempre cerró para la fórmula de gobernador y vice. El razonamiento sería: todos trabajan para mí, pero sólo uno se impone. La cuestión es que ahora, con la división, los que no triunfaron podrían estar dividiendo los votos y acarriándolos para el mismo molino. ¿Cómo influirá esa masa de descontentos en la diáspora oficialista? Ni Manzur ni Jaldo lo saben con certeza, porque están los que dicen estar con uno, pero están con el otro y los que deliberadamente “están” con los dos. Hoy esta situación se observa claramente en algunos distritos. Por ejemplo, en Monteros, el intendente se encolumna detrás del gobernador, pero gran parte de los dirigentes de ese distrito apoyan a Jaldo. Lo opuesto sucede en Alderetes. Y así en cada distrito. La verdad se sabrá el día después de las PASO.

La otra espina que incomoda al justicialismo es la del llano en el que se hallan muchos dirigentes a partir del quiebre en la dupla gobernante. Muchos se quedaron en la calle con los despidos en la Legislatura y otros tantos con las bajas en comunas y municipios. Esas “bases” razonan que los tantos, en algún momento, “arriba” se acomodarán, pero que ellos no están en condiciones de seguir esperando -quizás dos años- hasta que puedan volver a militar con el respaldo de un ingreso estatal. ¿Se quedarán quietos o trabajarán con la misma intensidad en los comicios que se avecinan? Es otra pesa que no saben cómo impactará en la báscula del poder. El torbellino que envuelve al oficialismo provincial coloca a algunos en la posición de “ver y esperar”.

Más allá de estas especulaciones, en los dos sectores manejan algunas certezas, que por supuesto se contraponen entre sí. En el manzurismo confían en que será un triunfo contundente en las PASO que dejará a Jaldo fuera de juego. Están convencidos que el peronismo casi en su totalidad está encolumnado detrás del gobernador e incluso, como dijo ayer en LA GACETA el concejal David Mizrahi, que podrían plantar la bandera del triunfo en San Miguel de Tucumán. En la Casa de Gobierno ven a un jaldismo cada vez más acotado, sin llegada nacional y a una oposición partida en tres que les abre el camino para levantarse con un triunfo total: para adentro y para afuera.

En el jaldismo hacen otra lectura. Consideran que el peronismo sabe que Manzur no puede ser reelecto, que busca otro liderazgo de cara a futuro y que el descontento social con la Nación le pegará en la nuca al Gobierno provincial, que exhibe su cercanía con Fernández como un activo. También confían en que las bases peronistas -y también el “medio”- no ven con entusiasmo que los “amigos” de Manzur copen cargos bendiciones en las candidaturas, en desmedro de los que -según dicen- militan y trabajan para el partido desde hace años.

Dentro de un mes se despejarán las dudas