No hay besos, palabras bonitas ni caricias que compensen la incomodidad. Así es como vivencian el sexo las mujeres con dispareunia.

Este trastorno se caracteriza por provocar dolor antes, durante o después de la penetración y lleva a que muchas de nosotras sintamos una gran frustración al intimar.

“El ardor y la molestia es tal que, al final, las pacientes acaban por rechazar las relaciones sexuales o cualquier acercamiento erótico por miedo. Son tantas las emociones negativas que el deseo desaparece y el malestar se traslada a otros ámbitos de la pareja”, explica la ginecóloga Celeste Brepe.

La médica asegura que durante estos últimos años han aumentado las consultas referidas al tema o a ciertas disfunciones sexuales femeninas. Entre ellas, la falta de excitación o la imposibilidad de llegar al orgasmo.

“Antes, los tabúes sobre nuestros cuerpos eran mayores y los conflictos de alcoba no solían conversarse con un ginecólogo. Al contrario, se intentaba resolver todo desde las sombras y con una fuerte carga de vergüenza, como si hubiésemos ‘fallado’ en algo. Por fortuna, las cosas cambiaron y cada vez más mujeres buscan asistencia profesional”, agrega.

Por qué ocurre

Las causas de la dispareunia son diversas y pueden involucrar infecciones, problemas en la vulva (como la vulvodinia, vulvovaginitis, etcétera), diagnósticos de endometriosis o casos de enfermedad pélvica inflamatoria (EPI).

Además -a partir de los 50- las posibilidades de percibir este escozor van en aumento. “La sequedad vaginal es un factor común que genera incomodidad en el coito y, precisamente, a lo largo del climaterio y la menopausia la lubricación de los genitales disminuye. Otra situación frecuente es percibir dolor en la etapa del puerperio porque decaen los niveles hormonales”, explica.

Aclarar tantos

Según la especialista, mucha gente suele confundir la dispareunia con el vaginismo. ¿Cuál es la diferencia?

“La segunda disfunción implica la contracción espasmódica e involuntaria de los músculos del suelo pélvico. Esto ocasiona que sea difícil la penetración y según el grado de vaginismo que tengamos resulte imposible colocarnos un tampón, usar el espéculo en algún estudio médico o introducir un solo dedo en la vagina”, acota.

Los motivos que desencadenan estos cuadros también son variados. Por ejemplo, el vaginismo puede darse debido a infecciones, bridas vaginales o cicatrices producto de tratamientos con quimioterapia.

“Es importante saber que ambos tienen solución y, tras sus respectivos tratamientos (en ocasiones interdisciplinarios y con compañía de un psicólogo o terapeuta), podemos retomar por completo nuestra rutina sexual”, asegura Brepe.

Mente y tacto

En materia de sexualidad nunca debemos subestimar el poder de las emociones. Las malas experiencias del pasado (con gran énfasis en la violencia sexual), la ansiedad anticipatoria o el estrés son otros factores que conducen a la dispareunia.

“Sin caer en patologías, es bastante usual que la mujer sienta dolor porque faltó una correcta estimulación previa al coito. Esta instancia es necesaria para activar nuestra sensibilidad, la circulación sanguínea, las secreciones y que los órganos se hinchen”, acota la sexóloga Maira Lencina.

En complemento, hay quienes también sienten malestar en la cama porque les cuesta concentrarse. “Esta distracción cognitiva es llamada rol del espectador y resulta bastante frecuente entre los jóvenes. Al estar tan tensos por cumplir con las expectativas (propias y ajenas), ellos se desconectan del presente y aparece la rigidez corporal”, comenta.

Al final, estar tan pendientes de cada acción, gesto y sonido impide el verdadero disfrute.

Sexualidad integral

Al ser diagnosticadas con una disfunción sexual es fundamental hablar claro con la pareja.

“El dolor genital hace del sexo un suplicio y puede ocurrir que en nuestra pareja aparezcan pensamientos del tipo ‘seguro le dejé de gustar’ o ‘soy yo quien hace las cosas mal’. Nadie es adivino y el mejor camino para superar el padecer es charlar y aclarar que se trata de malestares físicos y orgánicos reales, capaces de afectar la calidad de vida”, puntualiza Lencina.

Hasta lograr la recuperación, la terapeuta señala que evitar la penetración no implica renunciar a la sexualidad.

“Somos un mapa de terminaciones nerviosas y zonas erógenas, pero a diario esto queda diezmado por el coitocentrismo. Lo recomendable es empezar a estimular otras áreas (pechos, piernas, muslos u orejas, por nombrar algunas) y apostarle al cariño y la asertividad. Recordemos que el erotismo también es acariciarse con la ropa puesta, decir palabras subidas de tono y contar fantasías con la mirada”, concluye.