La semana pasada, el mundo adulto se percató de la existencia de un cantante de cumbia autodenominado como L-Gante. Mencionado en un acto político por Cristina Fernández, los medios y las redes sociales pusieron en vista de todos quién era, sus canciones y su historia relacionada con una computadora entregada por el Gobierno. Digo el mundo adulto porque los más jóvenes sabían perfectamente quién era, y no solo aquellos que viven en el territorio argentino, sino también miles de escuchas esparcidos por el mundo de habla hispana.

“Elegant”, como lo mencionó erróneamente Cristina, se llama en realidad Elian Angel Valenzuela, nació en la localidad de General Rodríguez y con sus 21 años cosecha millones de reproducciones en las principales plataformas digitales. L-Gante RKT, uno de sus mayores hits, fue publicado en octubre de 2020 y ya está a punto de alcanzar las 190 millones de visualizaciones en Youtube, tiene más de 89 millones de reproducciones en Spotify y llegó al primer puesto del ranking Billboard Argentina Hot 100. La explosión de su estilo, un cóctel entre cumbia, reguetón y trap, recuerda al auge que supo tener la cumbia villera en los noventa, por sus referencias a la cultura urbana, la droga, y los contextos en los que viven los jóvenes de las poblaciones más vulnerables de Argentina. Sin embargo, el alcance que tuvo este joven artista en tan poco tiempo -sin mencionar que su masividad se dio en plena pandemia- es sorprendente y dista muchísimo de los registros que se tenían en la industria musical hasta ahora.

En los noventa, antes de la existencia de Internet y en el pico de gloria de los “compact disc”, se editó el material hasta ahora más vendido de la música argentina. Fue en junio de 1992 cuando Fito Páez presentó “El amor después del amor”, una obra con 14 canciones y que lleva hasta ahora más de 1 millón de copias vendidas. Por ese entonces, Fito ya era un artista consagrado y contó para la producción de ese disco de figuras estelares como Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Charly Garcia, Andres Calamaro, Gustavo Ceratti, Fabiana Cantilo y Celeste Carballo entre otros. Un dream team del momento con el que marcaría emocionalmente a toda una generación. Además, en su momento, el mundo adulto no podía evitar escuchar sus canciones. La masividad de la televisión y las radios tenía otro alcance y temas como “Dos días en la vida” o “La rueda mágica” eran reproducidos hasta el hartazgo. Todos sabíamos de Fito.

Hoy L-Gante supera meteóricamente a Fito Páez en reproducciones en Spotify, y solo le bastaron un par de meses para destronar a “Mariposa tecknicolor”, el tema más popular del rosarino en la plataforma. Más allá de las diferencias musicales, el despliegue de producción, la trayectorias de los artistas y las emociones que nos despierta la comparación entre frías cifras digitales, no hay duda que estamos ante un momento nuevo de la cultura popular, en la que la masividad no circula por los canales que antes marcaban qué era un éxito. Lo masivo hoy transita por otros intersticios, pero que no son para nada de nicho, sino que tienen escala global, inmediata y con un público hipotéticamente joven que se reconoce en los ritmos y letras de nuevos artistas urbanos.

Las siglas BZRP quizás también desorientarían a Cristina o cualquier dirigente que se promocione como moderno, pero no a un joven promedio con acceso a internet. Si L-Gante es el cantante que está rompiendo todos los récords, Bizarrap es el productor que no para de deslumbrar a las máximas figuras de los nuevos estilos musicales. También es argentino, su nombre real es Gonzalo Conde, tiene un bajísimo perfil y con 22 años es el líder de las tendencias en las plataformas. Tiene casi 10 millones de seguidores en Youtube, más de 13 millones de oyentes mensuales en Spotify y su último tema con el rey del trap, Nicky Jam, obtuvo 27 millones de reproducciones en 3 días. Sin embargo, ningún tema puede superar las 243 millones de visualizaciones que obtuvo hasta ahora el video producido junto a Nathy Peluso, otra artista argentina que ya se consagró como una de las principales exponentes de la nueva vanguardia musical en Latinoamérica y Europa.

Son cifras meteóricas, no hay lugar para los miles, solo para el millón. Sin dudas, se trata de una industria que hoy se mueve en estas escalas dado que las plataformas son solo rentables para aquellos creadores que superan las seis cifras. Antes que otro político cometa algún error en pronunciarlos, sería bueno saber que en el país están pasando cosas nuevas en término de producción, más allá si estas creaciones trasciendan o no como lo supo hacer, innegablemente, El amor después del amor. La escala global de BZRP no es poca cosa, y para quien haya vivido la gloria de los Beatles lamento decirle que este chico es más escuchado que Paul McCartney en Spotify.

¿Cómo hablaremos de esta nueva generación en diez años? ¿Alguien recordará su música? ¿Significarán algo estas cifras que hoy nos sorprenden? Son preguntas imposibles de responder, pero lo que sí podemos hacer por ahora es animarnos a explorar un fenómeno imposible de negar, que moviliza no solo números impensados en otro momento, sino también la sensibilidad de los más jóvenes. A darle play entonces.