Por Flavio Moguetta

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

“El disparador de ponerme a escribir esto no fue la historia de Nelly, reconozco que después creció y en mi propio interés pasó a ocupar el centro, pero el disparador inicial fue la historia que me acercó Pepe Quintana, que me contó la historia del loro, que estaba en la quinta, y que (cuando derrocan a Perón en 1955) se lo lleva el cocinero a Villa Caraza, el loro se escapa y termina fusilado en la Primera de Lanús. ¿Qué es lo primero que pensás? Que se non è vero è ben trovato, pero esa zona como de indecisión, de si fue exactamente así o no, me pareció más tentadora de que si hubiese existido un testimonio judicial”, afirma Vicente Muleiro a la hora de encontrar el punto de partido que lo llevó a escribir la novela La niña de sus ojos, que de alguna narra tres historias en paralelo: el destino del loro Tehuelche; la aventura amorosa de Juan Domingo Perón con la cuasi quinceañera Nélida Haydeé Rivas, y el asedio y caída del General.

- El relato está construido desde la voz de un narrador, que desde un presente cercano a nosotros le cuenta a su sobrina una historia…

- Teniendo en cuenta que no es un libro de testimonio periodístico ni de ensayo sociológico o político, teniendo en cuenta esa zona de vacilación lo que me aportó la voz de un sobrino, porque fue su tío y el tío abuelo de esa niña a la que le está contando el cocinero de esa quinta que ya no está, es un juego literario de verosimilitud, pero de verosimilitud interna de la novela, y no de la verdad. Si alguien quiere saber la verdad hay mucha historiografía a la que se puede acudir y cotejar. Estamos hablando de una operación literaria. Es una voz neutra que acude a otras voces, incluso a la del poder, y como decía sirve de refuerzo del trabajo de verosimilitud de la literatura, que no es el trabajo con la verdad.

- Todo lo dicho o lo referido en la novela aparece a través de la cursiva…

- Son desafíos técnicos que uno se propone, de ninguna manera soy el primero que lo hace y está hecho de distintas maneras sobre todo en la última literatura latinoamericana, en la generación de (Jorge) Volpi, de (Juan Gabriel) Vázquez. Tiene que ver con recorrer la voz del otro, de otro que no es el que estrictamente está narrando sino que va apelando a otras voces. Yo creo que la circulación de discursos, que en este caso reflejan esas cursivas, arman un andar del lenguaje por la sociedad donde lo verdadero y lo falso están mezclados, es interesante “el se dice”, que aparece en la habladuría, y que termina teniendo en la sociedad un peso de verdad. Narrativamente es muy interesante porque está diciendo otra cosa. A ver… qué está diciendo el que dice que Perón iba a los sótanos del Banco Central a jugar con barras de oro... no hay ningún testimonio presencial, no hay ningún documento, pero… “Perón jugaba en los sótanos del Banco Central con barras de oro”. ¿Te lo imaginas como un chico con pilitas de maderitas tratando de jugar? Ahora eso habla mucho también del que lo dice y eso me parece que es carne de literatura.

- En este juego de habladurías presente en la novela, también Perón sabe lo que dicen de aquellos que están complotado contra él.

- En este juego que hay entre lo testimoniado y lo no testimoniado, en su generación de oficiales había existido en la década anterior un escándalo, que fue muy famoso y que el Ejército ahogó quemando todos los expedientes en una pira, y que era lo que se llamó el escándalo de los cadetes. Entonces se dan esas reflexiones de “quiénes son estos que tenían un comportamiento público tan moral…”, “¿sus esposas saben que algunos de ellos estuvieron en esas historias”. Eso libera mucho un juego de poder muy rico de ver la inevitable doble faz, con lo sexual y lo erótico, lo público y lo privado, así que también hay cosas de las que Perón se hace eco desde otro lugar. Como esa definición de Ricardo Piglia de “la realidad como circulación de ficciones” y hay mucho de eso en la literatura en general, esa percepción de la realidad como circulación de ficciones.

- La niña de sus ojos es una ficción y no pretende convertirse en verdad, cuanto mucho podrá servirle a alguien de disparador para indagar y profundizar en aquella historia.

- Claro, por eso cuando yo puse el flyer que me mandó la editorial, cuando salió la novela, en mi muro de Facebook, recibí muchas respuestas y se ve que el tema generaba muchísima curiosidad. Un porcentaje muy chico de los comentarios eran muy violentos, y sin leer la novela solo por el flyer, por el solo hecho de acercarme al tema. Entonces además de recomendar de que opinaran con la novela leída, les dije “si quieren hablar de la verdad tienen que ir a la historiografía”.

- ¿Es posible imaginarse que pueda darse en estos días un vínculo como el que se da entre Nelly y Perón?

- Lo que yo tengo claro desde que me metí en el tema es que era una situación muy compleja y controversial, y que acaso iba a ser un objeto de discusión y no una verdad deliberada puesta ahí para una interpretación unívoca. En efecto el delito de estupro en esa época era un delito de acción privada, que es la posición que tuvo el abogado, era una época en la que si la víctima no se consideraba víctima no había acción judicial, es lo que sucede con Nélida. La denuncia es absolutamente arbitraria y forzada. Hoy no pasaría eso, no haría falta la denuncia, sería otra la figura legal. A mí me parece que sobre esa situación controversial cada uno tendrá su lectura, yo la dejo abierta porque se puede tomar como una historia posible, puede generar indignación, se puede satanizar un poco más de lo que fue satanizada en su tiempo la figura de Perón o no.

- Me quiero detener en la figura de Tehuelche, de ese loro, que cuando todos deben callar él sigue hablando, cantando “la marcha peronista”…

- Ahora lo veo al loro como un aparato del lenguaje, y como un aparato de un lenguaje prohibido, porque el decreto 4161 quiso hacer desaparecer un lenguaje, que atravesaba el cuerpo popular. Querer hacer desaparecer un lenguaje... a la mierda. Yo pensé cómo le fue a Franco, que prohibió todas las lenguas regionales y cuando resucitaron, resucitaron todas con más fuerza. Lo que pensé es que el loro me servía de algún modo para terminar diciendo que el lenguaje es una propiedad social, que quienes trabajan con él aspiran a que sea algo más personal pero que no es controlable. Y ni hablar del lenguaje de la rebeldía, al que solo se lo puede acallar matándolo. Creo que este país tiene alguna experiencia sobre ello.

- Esa tensión alrededor del lenguaje hoy parece verse en estos días con el lenguaje inclusivo.

- Sí, hace pensar en eso, y yo pienso que el feminismo es un sujeto social, que puede pelear por su lenguaje, pero que más allá de la intención de reglamentarlo, lo pongan o no lo pongan en el diccionario de la Real Academia Española, el lenguaje va a hacer su recorrido. Hoy mismo se puede ver que hay algunas conformaciones retóricas que circulan en ciertos sectores de la juventud, en algunos medios culturales o contraculturales, pero el lenguaje va a ir haciendo lo que quiera le pongan la ley que le pongan, eso es un bien social que para controlar su destino hay que sacarlo de los cuerpos.

- Como intentó hacerse en algún momento con el voseo.

- Hay montón de ejemplos y hay experiencias registradas de que el lenguaje se mantiene como en cuevas: le pasó al cristianismo, le pasó a los catalanes… al lenguaje lo mantuvieron los sirvientes. Ni hablar lo que pasó con el peronismo. Es fuerte. Prohibir palabras, prohibir música, prohibir imágenes, es todo un cuerpo, y es un tanto impresionante porque hay aún hoy, manifestaciones utópicas de que eso no existe, de que no debiera existir y si me apurás de que un poco no existió. Así escuchás: “no puede ser que esto esté en nuestra historia”.

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