Gabo y Mercedes: una despedida es la crónica íntima de los últimos días del Premio Nobel de Literatura colombiano, escrita por su hijo mayor Rodrigo García.

Testigo excepcional de la historia familiar, García publica este retrato contra el mandato de sus padres, convencidos de que su vida privada debía permanecer como tal. “De niños nos hicieron cumplir esa regla una y otra vez. Pero ya no somos niños”, justifica el director de cine y televisión.

En la recta final, el mítico escritor ya lleva años sumido en la demencia y su enfermedad inevitablemente se transforma en asunto público. Se convierte en un Gabo distinto. Que vive en el presente, sin la carga del pasado, e incluso se sorprende releyendo por primera vez sus libros. La crónica, traducida por Marta Mesa, es acompañada de imágenes familiares a lo largo de siete décadas.

Rodrigo García, residente en Santa Mónica, California, está convencido de que la vida de su padre fue una de las “más venturosas y privilegiadas jamás vivida por un latinoamericano”, así como de que “el viaje desde Aracataca en 1927 hasta este día del 2014 en (que murió en) Ciudad de México es tan largo y extraordinario como se puede emprender”.

En este sentido, considera que el emotivo homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes mexicano se convirtió en recordatorio de que, más allá de su familia, el escritor “también le pertenecía en gran medida a otras personas”. Y, en una anécdota digna del realismo mágico, revela que un hombre que dijo llamarse Porrúa fue a darle el pésame a Mercedes Barcha y le estafó 200 dólares. Barcha, casada con Gabo durante más de medio siglo, falleció en agosto de 2020.

El tema imposible

El hijo mayor asimismo retrocede bastante más en el tiempo para evocar la prodigiosa capacidad de concentración del autor de Cien años de soledad mientras trabajaba en su estudio y sus consultas constantes en los diccionarios. “Ni una sola vez vi que no conociera el significado de una palabra en español, y podía además ofrecer una conjetura razonable de su etimología”.

Y Rodrigo García recuerda: “Mi padre se quejaba de que una de las cosas que más odiaba de la muerte era el hecho de que sería la única faceta de su vida sobre la que no podría escribir. Todo lo que había vivido, presenciado y pensado estaba en sus libros, convertido en ficción o cifrado”. Así, toma el relevo de Gabo, para brindar este conmovedor testimonio de sus días finales.

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Gabriela Mayer