Félix Alberto Montilla Zavalía
Abogado- Miembro de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Habitualmente paso por la calle Virgen de la Merced primera cuadra. Sitio histórico, y muy representativo de nuestra identidad. Allí perviven dos importantes monumentos, caros, al sentir provincial: la Basílica de la Merced, que lamentablemente es un edificio relativamente moderno pero dotado de belleza y del magnetismo que genera la imponente figura de Nuestra Madre de las Mercedes y la patriótica presencia, sempiterna, del general Manuel Belgrano, y contiguo a ella el imponente edificio del viejo Colegio Nacional de Tucumán que luego fue ocupado, durante casi un siglo, por el Poder Legislativo Provincial.
La historia de aquel solar es casi desconocida. Antiguamente perteneció a la Orden de la Merced, allí estaba parte del Convento y de la Iglesia y en él se estableció la oficialidad del Ejército del Norte entre 1812 y 1819, luego pasaron a los cuarteles de la Ciudadela, pero el convento siguió siendo utilizado como depósito y esporádicamente para que se hospedara parte de la tropa.
La reforma eclesiástica de Rivadavia produjo serias consecuencias para la Orden de la Merced, principalmente para su convento en Tucumán, pues con el tiempo en esta ciudad sólo quedó un fraile: Juan Felipe Reto, que en 1845, nonagenario, falleció.
El Provincial de la Orden, en Córdoba, solicitó autorización al gobernador tucumano el general Celedonio Gutiérrez para enviar nuevos frailes al solitario convento, pero Gutiérrez, por el contrario, impulsó a que la Sala de Representantes sancionara una Ley (del 28 de julio de 1848) que declaraba propiedad del Estado los bienes mercedarios, y lo facultaba para instalar una escuela en los claustros.
Seis años más tarde, en 1854, el gobernador presbítero José María del Campo resolvió subsidiar a Edmonde Buessard para que instalare un Colegio de enseñanza de letras y comercio y ubicarlo en el ex convento mercedario –en cumplimiento de la ley de 1848-.
Para hacer frente al costo que insumía adaptar el convento a aulas de enseñanza se dispuso vender en subasta pública los sitios colindantes que antes había pertenecido a la cuadra adjudicada a la Orden de la Merced.
Pero el colegio de Buessard duró poco. Pues en 1856 se creó la Escuela de la Patria bajo la dirección del maestro Ramón Aignasse con local en el convento mercedario.
Luego de múltiples peripecias el Colegio de la Patria también cerró y dio lugar a que en 1857 se creara, con el patrimonio del antiguo colegio de la Patria, el Colegio San Miguel –gobierno de Agustín Justo de la Vega- que en 1858 fue puesto bajo la dirección del Amadeo de Jacques.
Al año siguiente el gobernador Marcos Paz amplió el Colegio instalando allí una biblioteca pública.
Tras un intervalo en que nuevamente el convento-colegio se convirtió en cuartel militar (1861), el 9 de diciembre de 1864 el presidente Bartolomé Mitre creó el Colegio Nacional de Tucumán. Este abrió sus puertas el 1 de marzo del año siguiente, en el local del antiguo San Miguel. Hubo que practicarle -evoca la Memoria del Ministerio de Justicia y Educación de la Nación de 1873- costosos arreglos y agregados.
Se terminó de demoler la derruida Iglesia y en el sitio de ella, y parte del convento, se edificó el nuevo colegio nacional que en 1869 ya tenía “catorce piezas en tres cuerpos de edificios con galerías”, con un patio abierto sobre el lado sur.
Al año siguiente se completó el edificio agregándose otro cuerpo al sur, con cuatro piezas y galería, con lo que quedó cerrado el patio, “de 50 varas de largo por 40 de ancho” y dotado de un aljibe al centro. Finalmente se construyó un local para gabinete de Física y Química con su respectivo anfiteatro y dos salones para el Departamento Agronómico, con lo que quedó formado “otro patio en la parte norte”.
El Colegio Nacional permaneció en el edificio hasta 1909, en que abandonó el local por su mal estado y luego pasó a su nuevo inmueble frente a la Plaza Urquiza. Unos años antes el gobernador Nougués (1906) destinó parte del edificio del Colegio Nacional para sede de la Legislatura Provincial previa remodelación. Allí estuvo el recinto parlamentario hasta el 2012, en que, por una interpretación de las disposiciones que regularon la transferencia de los bienes provinciales de la otrora Universidad de Tucumán cuando fue nacionalizada, dieron lugar a que parte del inmueble se reconociera a la Alta Casa de Estudios -donde está la Escuela Sarmiento- y en 2012 se le entregara lo que estaba ocupado por la Legislatura tucumana.
Aquel edificio, cargado de historia religiosa, militar, educativa y política está, lamentablemente, en ruinas.
Parece que no hemos aprendido y que la devastación de nuestro patrimonio cultural no nos afecta ni interesa. El lamentable espectáculo de la Iglesia de San Francisco es una clara muestra de la desidia tucumana para con el patrimonio, y su salvamento siempre queda a cargo de un minúsculo grupo que con patriotismo lucha contra la burocracia estatal y la desidia para lograr la preservación, y no con mucho éxito.
El edificio del viejo Colegio Nacional es una de las escasísimas construcciones de estilo italianizante que se mantienen en pie en Tucumán, y que todavía luce su belleza pues las molduras, cornisas, rejas, balaustradas, y demás elementos decorativos no están totalmente arruinados.
El edificio hoy pertenece a la Universidad Nacional de Tucumán ¿Qué espera la docta casa para asumir el compromiso de mantener tan importante monumento público?