BIOGRAFÍA

EL ESLABÓN PERDIDO

LEONOR VILA

(Ediciones del CCC - Buenos Aires)

Para Leonor Vila, escribir una investigación sobre la vida y obra de la genial dibujante, escultora, pintora, poeta y actriz-titiritera-dramaturga argentina Elba Fábregas (1918-84), implicó abocarse al estudio de una artista de espíritu inquieto, profundamente transformador. Lo comprueban los capítulos que cristalizan a través de cartas, guiones, dibujos y documentos íntimos, a un ser creativo que supo renovarse constantemente. Así era Fábregas y así es este trabajo revelador que rescata a una notable creadora que debió enfrentar la concepción machista de su época. No le fue fácil. Defendió su originalidad a toda costa. Sus espectáculos se ordenaban como la rutina de los antiguos cómicos de feria: números de malabarismo, trucos de magia, algún fragmento musical, exhibición de objetos curiosos, representación de fábulas y narración de antiguas parábolas. Con sus unipersonales -en los 60, en el Jardín Botánico y en el Zoológico de Buenos Aires, por ejemplo-, ella hacia un teatro interactivo sumamente original, mezcla de performance, mimo, títeres, máscaras, monólogos (escritos por ella misma); y los realizaba en todos los barrios y plazas de la Capital. Jamás se repitió: improvisaba y así resultaba casi siempre impredecible. Una metáfora viva de la poesía. No buscaba conformar, agradar, Fábregas quería conmover, generar conciencia: despertar. Y lo lograba.

Fiel a su pensamiento divergente, todo se podía hacer de otra manera sin jamás rendirse a las prácticas comerciales. Desacralizando para desmitificar, dejaba que el azar interviniera sus números. Vida y arte se fusionaban y retroalimentaban de forma permanente. Todo era búsqueda y deslímite. Así, sus rituales escénicos hicieron época. El hecho de que no tengamos ningún registro visual ni sonoro de sus actuaciones, la convierten en mito. Compañera de Javier Villafañe, y más tarde de Enrique Agilda, al viajar por Latinoamérica, Europa y China, trajo sus rituales y los amasó con su sensibilidad para proponer un lenguaje propio. Vivió un tiempo en Tucumán y colaboró en LA GACETA Literaria, con María Elena Walsh y Ernesto Schoó.

Piedra demente, su único poemario publicado en vida, escapa a cualquier ubicación o tendencia, y es una síntesis cabal de su estética. Día tras día buscó la libertad en ella y en los otros a través de una creatividad desbordante. Pintura, actuación y escritura; dominó todo por igual. El eslabón perdido, un notable rescate de Vila, digno de nuestra atención y aún, admiración.

AUGUSTO MUNARO - PARA LA GACETA