El título es un guiño, con humor e ironía, a William Shakespeare, resumen de la primera y de la última palabra de la comedia “Muchos ruidos y pocas nueces” del bardo inglés. Adrián Llovera lo reconoce explícitamente en el prólogo de “Muchas nueces”, que esta noche, a las 20, presentará en la Casa de la Cultura de Yerba Buena (Las Higueritas 1.850), donde las letras de sus cuentos se entrelazará con la música de sus hijos Isaac y Franco y sus propios dibujos.

“El nombre del libro es una referencia directa y consciente a Shakespeare. Mis lecturas son los clásicos, sea cuento, novela, teatro o poesía: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, por nombrar solo algunos. En el último tiempo fui incorporando a Carlos Civilli Mir, quien hará la presentación de ‘Muchas nueces’, Eduardo Rosenzvaig, Daniel González Soria, Teresa Gerez y muchos otros. En lo que a música se refiere, mi escucha es muy variada, partiendo de la música clásica, sobre todo Ludwig van Beethoven, pop y rock desde 1950 a 2000 (Elvis Presley, The Beatles, Luis Alberto Spinetta y 1.000 más); y en este siglo fueron los chicos quienes me acercaron a lo más nuevo, como Bruno Mars o Steven Wilson”, le dice a LA GACETA.

Lo más conocido de su trayectoria artística es la música, como cabeza de un proyecto familiar que se expresa en distintas bandas. Además, es arquitecto, profesión que reúne la técnica y el arte, y artista plástico.

“Siento que todo está relacionado en mi vida. Primero fueron los poemas; después llegaron las canciones y más adelante los relatos. Una canción no deja de ser una historia en tres minutos, y en mis relatos busco cierta cadencia musical, un ritmo. La llegada de la arquitectura vino a traer un poco más de orden, ya que si no seguís las reglas el edificio se cae. Y eso se traslada a las demás actividades. Por último llegó la pintura, que me trajo, además de color, calma, serenidad. Por eso me animé a revisar lo escrito, corregir y seleccionar el material que se incluye en este libro y a ilustrar la introducción a cada historia con dibujos míos”, describe.

El libro contiene cuentos y relatos breves, pero no está en ninguna librería, ya que Llovera suele dejar su material en el Centro Cultural Virla, actualmente sin funcionamiento. Quien quiera tenerlo, directamente conecta al autor por las redes sociales y coordina su entrega. “Los textos tienen la esperanza de dejar alguna impresión duradera en el lector. Fueron creados a partir de algún disparador, una frase, una sensación o un pensamiento; y o de algún acontecimiento personal, con disimiles aproximaciones a la realidad. El juego literario manda y no intentan ser hechos reales. Como decía Charles Dickens: escribo con una sonrisa en los labios. Lo divertido está en cualquier actividad que te obligue a ahondar en uno mismo”, afirma.

La vocación artística familiar le impone a los Llovera una dinámica especial. “Decía un amigo, hace cierto tiempo, que mi casa le hacía recordar a la película ‘Escuela de Rock’, y es cierto que parece una suerte de academia donde siempre hay algo de arte haciéndose: Isaac con su estudio de grabación y video y el diseño gráfico; Franco con sus alumnos de canto y piano; mi esposa Ana María con su fotografía, edición y retoque; y yo, que según el día o la hora, escribo, compongo, ensayo, diseño arquitectura, pinto, pero siempre trato de no perder de vista la producción, para no caer en una especie de espiral donde nunca concretes nada”, advierte.

Ignora en qué consistirá la intervención musical de sus hijos en el acto de esta noche: “Qué tocarán es una incógnita, ya que son multiinstrumentistas y nos pueden sorprender con cualquier cosa. La idea, parece ser, es que yo me lleve la sorpresa, así que no sé muy bien. Y creo que aprovecharemos que el lugar tiene proyector para mostrar las ilustraciones del libro”.