En el marco de la Semana mundial del parto respetado, LA GACETA dialogó con Inés Díaz, partera y referente de la red Relacahupan.

“El parto respetado tiene que ver con un movimiento, que se ha generado a partir del año 2000, porque las mujeres sentían que, debido a la institucionalización del parto, atravesaban ciertas experiencias nada gratas. Muchas veces pasaban por ese proceso solas y sin la asistencia adecuada”, explica la especialista.

A pesar de los obstáculos, la lucha por por los derechos en esta materia ha surtido efecto. “Todo esto ha ido evolucionando, después se desarrollaron las maternidades centradas en las familias y ha habido un movimiento que ha empezado a pujar en el sentido de pedir que se revea esta situación”, agrega Díaz.

La institucionalización ha hecho que, por miedo, se realicen prácticas que implican mucha intervención.  

En esta línea, la referente recuerda: “En el 2004 se aprueba la ley de parto respetado porque las mujeres sentían que había derechos, tanto para ellas como para el bebé y la familia, que debían ser demandados”.

“Lo más importante de esta ley tiene que ver con  la necesidad de estar acompañada y que se respete la decisión de la mujer y  que se le brinde información adecuada. El objetivo es tener en cuenta los deseos y las necesidades de cada mujer”, concluyó Díaz.