La aeronave apenas había llegado a nuestra provincia cuatros meses antes y se disponía a realizar un nuevo viaje que le daría aún más fama de confiable. La nave era el mítico Ryan NP de características similares al que Charles Lindberg utilizó para el cruce en soledad del Atlántico. En esta ocasión estamos en mayo de 1931 y el avión de propiedad del Aero Club debía viajar hasta Buenos Aires para participar de los actos por las fiestas patrias. La máquina al mando del sargento primero Emilio López partió del aeropuerto Benjamín Matienzo a las 7.30 del 22 de mayo. Junto a López iban el mecánico Pastor Prigioni y el secretario de la entidad Miguel Figueroa Román.

De acuerdo con nuestro cronista, “el avión es portador del saludo del pueblo tucumano según la medida adoptada por la comisión directiva del Aero Club”. La nave iba para “desfilar en el azul del cielo porteño juntamente con los aviones militares y civiles del país para conmemorar el 121 aniversario de la Revolución de Mayo”. El recorrido hasta la Capital Federal impuso un récord para la época. En una primera información se anunció que el viaje había sido de 6.20 si descontar las paradas obligatorias para repostaje. Una vez realizado el recálculo el tiempo efectivo de vuelo se redujo a 5.30. Esa información fue anunciada por vía telegráfica por Figueroa Román: “llegamos en cinco horas y media de excelente vuelo”.

El viaje rumbo a Buenos Aires fue seguido con gran expectativa. Los datos del derrotero salían de la oficina de Correos y Telégrafos donde se recibían los telegramas en cada parada de la nave. El primer mensaje anunciaba que el Ryan “aterrizó a las 8.20 en el aeródromo Huaico Hondo de Santiago del Estero donde los pasajeros desayunaron”. La crónica agregaba: “a horas 9, emprendieron nuevamente vuelo, previos círculos por la ciudad de Santiago para internase más al sud de la República, llegando al campo de aterrizaje de Rafaela, a las 11.30, donde se aprovisionaron de nafta y aceite, para decolar a las 14 llegando a Buenos Aires con toda felicidad a las 17”. Nuestro cronista señaló: “destacamos este acontecimiento porque es la primera vez que en los anales aeronáuticos de la provincia se registra un promedio así”.

Aquel viaje impuso una nueva marca.

Llega a Tucumán

El 4 de enero de 1931 llegó a Tucumán el avión Ryan del Aero Club para aumentar su flotilla y mejorar el servicio que brindaba. Según LA GACETA con “esta máquina se intensificarán los servicios a cargo de la institución en la región norteña”. La nave fue adquirida por el presidente del club, ingeniero Eduardo Regúnaga.

Nuestro diario relata del primer viaje que “debido al mal tiempo en el litoral, el avión no pudo salir del aeródromo de Morón hasta un día después. Piloteado por Ignacio Cigorraga decoló (sábado 3 de enero) del campo mencionado dirigiéndose a Lincoln, donde permaneció unas horas. Luego se dirigió a Córdoba. Desde allí remoto viaje hacia Santiago del Estero, donde llegó a últimas horas del sábado, por lo que debió pernoctar para despegar al día siguiente a las 7.55” y agrega que poco antes de las 9 se escuchó el trepidar de un motor potente sobre la ciudad y enseguida se vio la silueta del avión”.

Los datos aportados al diario señalaban que tenía un motor Wright de 300 H.P, con un “plafond” (techo de vuelo) de 5.500 metros y una velocidad crucero de 180 kilómetros por hora. Su autonomía era de seis horas. Era silencioso y su cabina permitía el transporte de cuatro pasajeros y dos tripulantes. Cigorraga le contó a LA GACETA: “es un avión magnífico”. Además, destacó sus bondades técnicas y la importancia que tendría para conectar poblaciones.

MAYO DE 1931. El avión impone una marca para el recorrido.

Este avión, así como el que había sido adquirido dos años, son similares el recordado “Spirit of Saint Louis” con el que Lindbergh cruzó el Atlántico en 1927. En una nota de 2013 de Carlos Páez de la Torre (h), el directivo del Aero Club Alberto Di Lella resaltaba la trascendencia de la nave que pasó inadvertida para el público.

“Es un Ryan NP, una joya adquirida por el Aero Club de Tucumán a la fábrica homónima de San Diego, California. Se trata de un símil del mismo avión que dicha pequeña fábrica diseñó y construyó para el glorioso vuelo de Lindbergh de Nueva York a París sin escalas, el 27 de mayo de 1927”.

El Ryan también fue parte de las tareas de rescate de funcionarios nacionales accidentados en Las Termas de Río Hondo en agosto de 1933.

En aquel accidente el ministro del Interior de la Nación Leopoldo Melo salió ileso pero los otros funcionarios tuvieron heridas leves. Sin embargo la nave quedó inutilizable.

Ernesto Nougués

A poco de ocurrido el accidente, aterrizó en Las Termas el Ryan tucumano pilotado por el piloto Ernesto Nougués, que debido a su experiencia y conocimiento encabezó las tareas de rescate de los tres hombres que estaban en la nave siniestrada. Aquel fue el piloto cuando se produjo el accidente al año siguiente en Salta donde también estuvo Melo. El 20 julio de 1934, la nave que lo transportaba perdió sustentación y se desplomó desde unos 50 metros de altura. La nave quedó bastante afectada, pero el funcionario volvió a salir ileso. Los otros pasajeros sufrieron heridas. El avión volaba a 3.000 metros cuando el motor se “clavó”. El piloto comenzó a maniobrar con destreza, pese a la angustiosa situación, para hacerlo aterrizar. Dirigiéndose a los pasajeros, les dijo: “encomiéndense a Dios, que buscaré un lugar para aterrizar”. El avión capotó con violencia y el motor se desprendió de la nave para quedar detenido a más de 30 metros. En otro tramo de la entrevista con el piloto este expresó: “sentimos que nuestra última hora había llegado, y nos hicimos recomendaciones mutuas. Yo pedí por mi esposa y por mis hijos. Nos comprometimos a socorrernos, según quedáramos cada uno después de aplastarnos contra el suelo”. Nougués era un deportista nato; practicaba boxeo, polo, básquet y hasta pilotaba autos de carrera. Según cuenta Carlos Páez de la Torre (h), su madre, Elvira Padilla de Nougués, decía: “Cuando me pide permiso para volar, no quiero negárselo, porque me da miedo de que tenga un accidente y muera con el pecado de desobedecer a su madre”.

JULIO DE 1934. El Ryan momentos antes de partir hacia Salta donde terminaría cayendo en el río Piedras tras desplomarse desde 50 metros.