En los despachos -y en los pasillos- de la Legislatura se dice de todo. La intranquilidad pulula en el ambiente como el mal olor que brota de los respiradores cloacales alrededor del abandonado Mercado del Norte.

El edificio rodeado de espejos refleja la endeble estructura institucional de la provincia: la lucha de poder pone en vilo a funcionarios, a miles de empleados y tal vez al financiamiento de municipios o comunas. Por eso en los corrillos de la moderna sede legislativa se manifiesta inquietud.

Una bomba que podría estallar si se pudre todo entre manzuristas y jaldistas es la del presunto “salto de fila” en el esquema de vacunación. Cuando los “oficialistas” convivían en el mismo bloque, un integrante del team Manzur habría invitado a varios de sus pares a que pasasen a vacunarse por la sede de una institución que comanda. Al parecer, todos le habrían dicho que no. Eso dicen. ¿Pero ahí se vacunaba? ¿Por qué? ¿De qué se disfrazarán en la Casa de Gobierno si se suelta ese carpetazo? El estruendo puede ser grande.

Del lado del gobernador poseen una llave para encerrar al jaldismo. La era del oscurantismo en torno a la cantidad de empleados, recursos y distribución de fondos en la Legislatura podría llegar a su fin. ¿Y si algún manzurista ventila cómo maneja la Cámara Osvaldo Jaldo? ¿Y si los números no cierran o son escandalosos? ¿Podrá el vicegobernador exhibir sus números? Si aparecen algunos papeles, el golpe podría ser letal.

Por el momento persiste esta suerte de Guerra Fría disfrazada de tregua. Es poco probable que haya una foto de la dupla, aunque en público se diga que hay buenos gestos de uno y otro líder para que se concrete la reconciliación. Hasta aquí, lo del acercamiento, es pirotecnia pura.

Cuando las declaraciones son fuera de cámara, los actores cambian de papel. En el manzurismo entienden que Jaldo está cada vez más solo, que posee el aval de apenas una veintena de legisladores y que hasta sus hombres del interior más fieles estarían pensando jurar lealtad al gobernador. Como ejemplo, citan que aparece en las fotos con “muertos políticos” como “Guille” Gassenbauer y uno que otro ex delegado comunal. También recalcan que hizo un papelón al anunciar que iba a lograr la foto con el cristinismo. “Ni el portero del Senado quiere atenderlo”, metaforizó un manzurista. Es que el tranqueño había hecho circular que viajaría a Buenos Aires para verse con la vicepresidenta de la Nación; después, que lo recibiría su espada, Oscar Parrilli, y finalmente no pasó nada. El mandatario provincial, añaden sus seguidores, está en otra cosa. Y que ahora saben quién es quién.

Los manzuristas están tan confiados que deslizan que podrían producirse dos bajas en el bloque que conduce Roque Álvarez. Habría un legislador que habría sangrado con el cuchillazo de la Casa de Gobierno y estaría pensando armar un unibloque, alejándose del cooperativismo jaldista. El otro parlamentario estaría esperando un cacho para ver cómo se acomodan los tantos, pero tendría decidido fundar una bancada propia. En su caso, el olfato político lo llevaría a ponerse en terreno neutral.

En el jaldismo observan otra película. Confían en que Manzur sufrirá una larga agonía producto de su imposibilidad de continuar en la cúpula del poder. La chance de la reforma constitucional -o sea, de la reelección- está eliminada, analizan los cercanos al vice. También avizoran otras cuestiones, como la debacle del albertismo y el crecimiento del malhumor social para con el oficialismo nacional y con el provincial. Esa, creen en el jaldismo, es la clave para que los “compañeros” se mantengan mínimamente en stand by y terminen volcándose para el lado del mandamás de la Legislatura. El ahogo a los parlamentarios del gobernador fue -entienden- una jugada que, a contramano del fútbol, empezó como un contraataque y culminó como una defensa efectiva. Es que entienden que el cese de los contratos de los 1.138 empleados de los legisladores de Lealtad Peronista sirvió no sólo para frenar el despido de hombres del jaldismo de cargos ejecutivos, sino también para avisar que puede ser peor si reciben más “ataques”. Hasta hoy no hay reposición de esos contratos, como le prometieron a Sergio Mansilla. Es probable que por el momento tampoco se produzcan las altas, aunque los manzuristas especulan con que Jaldo no tendrá otra opción que cumplir con lo que prometió o quedar como un mentiroso. ¿Ambos sectores fueron a tablas? ¿O están tomando impulso para retomar la batalla?

El punto de inflexión sería la próxima sesión legislativa. Si hasta que se reúnan en el recinto no se restablecen los contratos, los manzuristas mostrarán los sables. Entre otras cuestiones, harían hincapié en resaltar que Jaldo dejó en la calle a trabajadores, mientras que Manzur echó a funcionarios políticos.

En el jaldismo están esperando que sea la Casa de Gobierno la que muestre signos de amistad y restituya espacios. Entienden que desde ahí comenzaron con la guerra.

Por lo pronto, la imagen que devuelven los espejos del edificio legislativo no es la de una “Blancanieves”, sino la de una “Bruja” que se mira a sí misma aún a costa de romper el cristal de las instituciones.