“Nacho” Jurao cargó sobre sus espaldas una dura responsabilidad: sacar adelante dos antologías de poesía: “Búscame otra vez”, que aglutina a 15 poetas tucumanos sub-30, y “Eras reflejo divino”, que tiene entre sus páginas poemas de 15 hacedores de Santiago del Estero, Salta y Jujuy.

Integran la antología del NOA los siguientes poetas: Sol Agüero, Daniela Isasmendi, Gastón Merino, Celeste Chaile, Alfonsina Lucas, Belén D'Alvia, Alexia Rubin, Milagros Pasquini, Julián Miana, Gaetano Tornello, Marisa Tinte, Estefanía Páez Jiménez, Valentina Zerda Lo, Ana Velásquez, Miguel Tapia.

Y los seleccionados por Tucumán son: Maximiliano Castro, Francisca Alarcón, Josefina Carreras, Tomás González, Eva Costello, Luciana García Barraza, Lautaro Medina, Alice Mayer, Nuria Morales Borda, Ezequiel Nacusse, Lucía Sollazzi, Cecilia Vega, Alexander Rivadeneira, Sofía de la Vega, Patricio Schifitto.

Toda antología es, siempre, una visión subjetiva del presente. Un recorte particular. Un riesgo. Quien se atreve a realizar una antología sabe que se expondrá y será blanco de críticas, porque, después de todo, cada lector tiene pensado una lista de poetas preferidos.

Pero eso, por suerte, no detuvo a este joven nacido en San Miguel de Tucumán en 1996.

En esta entrevista repasamos su formación como lector y su opinión sobre el campo literario de Tucumán y de la región. También hablamos de los futuros proyectos, ya en mente.

Las antologías.


¿Cuáles son los libros que te formaron como lector?

No sé si hubo un libro con el que aprendí a leer. Yo creo que la lectura es una práctica contemplativa, y la contemplación es algo que se puede hacer con cualquier cosa. Una álbum musical, una película, una conversación con un amigo en un bar, o una noche en la que estás en el balcón de tu departamento viendo pasar los autos. En algún momento en medio de todo eso algo empieza a significar, y ahí es donde adentro tuyo se activan cosas. Quizás en un sentido más específico diría que me convertí en lector cuando pude leer con otros, cuando pude hacer de ese gesto una forma comunitaria. Y eso pasó en algunos talleres literarios, y también cuando ingresé en la facultad, incluso teniendo en cuenta que en la facultad los textos que más me interesaban no eran literatura sino cosas que venían desde la filosofía o la historia.


¿Te criaste en una casa donde se leía poesía?

No. Mi vieja trabaja en una farmacia, y mi viejo es repartidor de diarios desde hace como treinta años. Nunca estuvieron muy interesados en los libros, pero siempre que tenían unos pesos de más me compraban algo para leer, pero incluso en esos casos eran novelas, los best-sellers que a veces venían con el diario del domingo y que mi papá me las conseguía cuando podía, autores tipo Sidney Shieldon, Isabel Allende, Roberto Fontanarrosa. La poesía vino después, por otros lugares. Creo que más por la música que por los libros.


¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?

Mi primer libro lo tuve a los 6 o 7 años, cuando mis tíos me regalaron un ejemplar de Harry Potter y la piedra filosofal. Después mis viejos me consiguieron el segundo y el tercero de la saga, y durante mucho tiempo esos fueron los únicos que tenía, asi que cada tanto los volvía a empezar. Después en la secundaria, con algo de plata que me sobraba empecé a curiosear librerías de usados y me compraba otras cosas. Horacio Quiroga, Pablo Neruda, Nietzsche, esas cosas que nos daban en la escuela y que uno después casi no vuelve a retomar. Lo que sí recuerdo haber leído de prestado en esa época fue a Lovecraft y Stevenson, que hasta el día de hoy me siguen gustando y pareciendo geniales, cada uno a su manera. Por supuesto ahora cualquiera te dice que Stevenson no sirve, que es un escritor “muy literario”, que su prosa suena muy anticuada o muy artificial, etc., pero a mí me parece un autor increíble. Entretenido, pero al mismo tiempo con bastante profundidad. Y Lovecraft, nada, es una bestia, un demente peligroso. Quienes lo ignoran o lo hacen menos por considerarlo escritor de género me dan mucha lástima.


¿A qué autores/as volvés una y otra vez?

Últimamente vengo trabajando en un proyecto de novela, así que cada vez que tengo un rato libre me pongo a subrayar y tomar notas a cualquier libro de Hugo Foguet, Juan José Saer, Anaïs Nin, Roberto Bolaño, Virginia Woolf, David Foster Wallace, María Luisa Bombal, algunas cosas de César Aira.


¿Por qué la necesidad de publicar dos antologías, ahora, una de Tucumán y otra que aglutina a hacedores de Santiago, Salta y Jujuy? Hay provincias del NOA que quedaron afuera…

Estas dos antologías fueron pensadas como el puntapié inicial de un proyecto a largo a plazo que involucra a toda una colección de libros bajo la misma premisa. Tengo en carpeta borradores de nuevos volúmenes que continúen a estos dos, uno de ellos con poetas jóvenes de Catamarca y La Rioja, que me habría encantado publicar junto con los otros y abarcar plenamente la región del NOA en un solo lanzamiento de tres libros, pero lo cierto es que el presupuesto necesario para hacerlo estaba muy por encima de mis posibilidades. De cualquier manera, no descarto que ese volumen vea la luz en un futuro, como también otros libros que dejen de lado la poesía y abarquen el cuento, y otros que se abran en cuanto a la franja etaria de los escritores, abarcando generaciones anteriores. La propuesta es un compendio de gran parte de la actividad literaria de la región, algo quizás demasiado, demasiado ambicioso, pero en algún punto también sigue siendo poco, me parece. Si todo sale bien el proyecto se irá desarrollando a lo largo del tiempo. Y por supuesto, como cualquiera otra propuesta independiente hablamos de algo muy frágil, muy susceptible a las circunstancias sociales, culturales, y sobre todo económicas que estamos atravesando. Yo me ocupé personalmente de financiar estos dos volúmenes que salieron en febrero, sin ayuda de ninguna beca, sin ningún tipo de subsidio, simplemente contando con que una parte de la comunidad literaria de la región iba a interesarse en esta propuesta, lo suficiente como para sostener una colección a largo plazo. Y un poco así viene siendo hasta ahora, por suerte.


La última antología de poesía joven, creo que la realizó Santiago Sylvester en 2008. No sé si tuviste posibilidad de leer ese libro. ¿Qué cambió en estos 11 años en la forma de hacer poesía?

Tengo la antología editada de Sylvester, pero no la leí. Justo cuando lo compré una amiga me pidió el ejemplar prestado para una investigación de la facultad y todavía no coordinamos para que me la regrese. Sí pude leer, por otro lado, a varias de las y los poetas que figuran en esa antología. Sylvina Bach, por ejemplo, que es una de mis escritoras favoritas, y con quien tuve el enorme placer de trabajar en la edición de su último libro. Por otro lado, hubo varias antologías de poetas norteños después de la de Sylvester, por ejemplo, una que estuvo a cargo de Pablo Espinoza, que se llama Columna Norte, y que si bien quizás el concepto “joven” no fue una clave puntual en el libro, todos los nombres reunidos son de personas menores de cuarenta años. Este es, por decirlo de alguna manera, uno de los libros que tuve por referencia al momento de pensar en estas dos antologías.

Y sobre el cambio. Es una pregunta difícil o incluso imposible de responder, principalmente porque por lo general, cada vez que una nueva generación de escritores se asoma aparece también el cuestionamiento de la novedad. Y el problema aquí no es tanto el contenido de esa pregunta, sino el hecho de que esa pregunta sale disparada a todo el grupo de poetas, como si fuera un bloque consistente y homogéneo, y en realidad es todo lo contrario. Los 30 poetas reunidos en estas dos antologías tienen en común cierta franja etaria y cierta geografía (que algunos ya cambiaron por otra), pero la escritura de cada uno suele estar muy individualizada. Me cuesta plantear generalidades sobre el grupo porque siento que eso sería caer en ciertos estereotipos, como esta idea de que los jóvenes son siempre rebeldes, revolucionarios, personas físicamente activas, progresistas, valientes, enérgicos, creativos, etc., cuando la realidad demuestra que las cosas siempre son mucho más complejas. Y en ese sentido, una pregunta panorámica, sobre un cambio generacional en la poesía, es algo que me parece imposible de responder, no sólo ahora, sino también entre la generación de poetas antologados por Sylvester. Es como enfrentarse a un grupo de árboles de distintas especies y de distintos colores y pensar en ese conjunto como un bosque, porque la idea de “bosque” da cierta armonía a la suma de las partes, pero esa armonía suele obstaculizar la naturaleza íntima de cada árbol.

Para que se entienda un poco más, he leído a algunas poetas de mi generación, nacidas a mediados de los 90, escribiendo en un estilo cercano al de poetas que nacieron a mitad del siglo XX, y esto no lo digo como una crítica, todo lo contrario. Y también he leído a poetas que nacieron a comienzos de los 70, que escriben en un estilo que hoy, pleno 2021, está más vigente que nunca. Algunos de los poetas antologados por Sylvester hace 11 años me parecen más “frescos” que algunos de los que yo antologué hace un mes, pero esto no significa que ellos sean mejores o peores. Sabemos que una estética es algo que nunca queda obsoleto de forma definitiva. Con todo esto quiero decir que el momento histórico en el que nacimos y vivimos no necesariamente determina nuestra producción cultural, y por lo tanto, me parece extraño pensar que esta generación que ahora se asoma es “nueva” en un sentido cultural, y que la anterior es “vieja”.


¿Cuáles fueron los criterios para realizar la selección?

Yo venía hacía rato con la idea de publicar una antología con escritores tucumanos. Un poco ese proyecto venía tomando forma desde enero de 2017 cuando surgió el proyecto Cántico (que todavía se puede buscar en https://blogcantico.wordpress.com/ ), pero en 2019, cuando ya llevaba un año trabajando en Gerania Editora, tuve ganas de verlo puesto en papel. Palabras más, palabras menos, quedó la idea de restringir la franja etaria a poetas menores de treinta años. Yo sentía, y lo sigo sintiendo todavía, que entre los nuestros hay un impulso muy grande y muy fuerte por hacer una diferencia, por establecer en Tucumán un circuito, o una red de circuitos, que permitan sostener a lo largo del tiempo, y de forma independiente, el campo cultural que tiene lugar ahora mismo, y que incluso permita poner a circular otra vez a otros escritores que quedaron olvidados. No creo que mi generación sea la única que tuvo este anhelo, y desde luego que no somos los únicos que actualmente estamos puestos con ese objetivo entre ceja y ceja. Pero sí sentía que una forma de acentuar ese deseo entre los nuestros iba a concretarse con una antología. Después, mientras más iba pensando en este libro, más me iba dando cuenta de que esta tendencia era algo que se estaba dando en otras ciudades hermanas, como en Santiago del Estero, en Salta, y que iba a ser mucho mejor ampliar esos márgenes y tratar de abarcar una pequeña porción de toda esa energía, sea de la forma que sea.


¿Sentís mucho peso por tener que ocupar el rol de elegir a los autores? Siempre los antologadores reciben alguna crítica. ¿Pesa mucho?

Yo no diría que fue pesada la edición. Es una responsabilidad muy grande, sí. En mi caso no sólo estuve a cargo de la selección sino también de la edición, asi que también estuve a cargo de todo lo que tuvo que ver con la cantidad de páginas por autor, o las disposiciones gráficas del texto, o las pautas para el diseño de las portadas, la gestión de imprenta, la distribución, etc.. Tener el trabajo de 30 poetas de distintas ciudades en tus manos y ocuparte de que eso esté colocado en un libro de forma adecuada implica realmente un esfuerzo, porque estás manejándote con cosas que son muy íntimas y de un valor muy grande, más allá del mérito literario de cada uno. Son tantos los descuidos o las cosas que pueden salir mal, que estás constantemente revisando los libros desde la primera a la última página, lo cual de todos modos no te garantiza que quede perfecto. De cualquier manera, no es que me esté quejando, fue una instancia de trabajo muy genial, y de constante intercambio con los poetas publicados.

Y sobre la selección, nada, creo que en todos libros que compendien a varios autores pasa exactamente lo mismo. La finitud estructural del proyecto implica una arbitrariedad que es imposible de eludir. Quien afirme lo contrario es un ingenuo o está mintiendo. En el mejor de los casos advertís esa condición, te enfrentás a eso, y trabajás con un sentido de apertura, con la idea de invertir una tendencia creciente. En mi caso, la lista original que pensé para estos libros es bastante distinta a la que finalmente quedó. Hay gente que no participó por distintas razones, algunos me decían que no tenían nada nuevo para compartir, otros sentían que el material disponible no era de calidad, y bueno también hubo gente que a la simplemente no le pareció interesante la propuesta, lo cual es perfectamente válido. A su vez hay muchos poetas que fui conociendo en el camino, durante el curso mismo de la edición, y que me parecieron increíbles. Me preguntaba por qué estas chicas y chicos que son jóvenes y son buenos no son tan conocidos, o no están circulando tanto. Y un poco me lo sigo preguntando, pero ya con las antologías en movimiento la sensación es distinta. En cierto modo, hay un pequeño empujón que ya está dado y que espero les permita resonar mucho más.

¿Pudo haber sido un libro distinto? Desde luego. Las antologías las edité a lo largo de 2020. Pero si tuviera que empezar hoy desde cero, el resultado sería muy distinto, incluso aplicando el mismo criterio para la selección.


Hoy Tucumán vive un auge de publicaciones independientes y se ha convertido en un faro para la región, editando a autores de otras provincias. ¿Por qué esto pasa en Tucumán y no en Salta ni en Jujuy, etc.?

Bueno, para empezar, yo no diría que Tucumán es un faro de la región. La imagen de un faro me hace pensar en algo grande y sólido, que ilumina a la distancia pero que en las cercanías tiene grandes porciones de oscuridad. Sé que hay gente que mira lo que pasa en Tucumán y piensa que somos una especie de núcleo que irradia energía propia y energiza a lo que tiene a su alrededor. Para mí es bastante más complicado que eso, quizás porque yo vivo aquí y estoy cerca de los circuitos por donde se manifiesta la actividad literaria independiente, y lo que puedo decir sobre eso es que todo se encuentra en un estado de mucha fragilidad todavía. Nuestro bautizo de fuego como editores, escritores, gestores culturales, artistas en general, es sostener nuestros proyectos a lo largo del tiempo, no sólo contemplando el factor económico (que es, desde luego, vital, y que en la situación actual del país es tremendamente arduo), sino también lo social, lo estético. Puedo estar haciendo un mal cálculo, pero hasta donde recuerdo ninguno de las propuestas que ahora mismo se encuentran activas superan los 5 años de antigüedad. Es decir, en algún punto todavía estamos en fase de prueba. Ahora mismo hay editoriales, hay revistas, hay proyectos de distintas formas y tamaños, pero mi impresión es que todo eso puede desaparecer en cualquier momento. Lo que a mí me parece fundamental es preguntarnos qué pasó con la gente que quedó en el camino, los que estuvieron y abandonaron, porque las condiciones en las que estamos produciendo ahora no son muy distintas a las de hace unos años atrás. O en todo caso, si son distintas, es porque son peores, porque la situación está mucho más asfixiante que hace 5 años. Muchos, por no decir simplemente todos, de los que trabajamos de forma independiente o autogestionada lo hacemos poniendo un esfuerzo que está demasiado, demasiado lejos de equipararse a la ganancia que recibimos por eso, y algunos, incluso, trabajan sin ver un solo peso. Ahí hay un problema muy grande, porque eso quiere decir que este “faro de la región” se sostiene con unos veinte o treinta gatos locos que para sobrevivir laburan diez horas por día en cualquier cosa, y que en el poco tiempo libre que les queda después de eso, apuestan las neuronas que les queden a escribir una reseña, a corregir un poema, a maquetar un libro para mandarlo a imprenta. Esto en cierto modo pareciera indicar que lo cultural nunca es prioritario, nunca es urgente, o que el riesgo a que todo decaiga y quede enterrado es muy difícil de advertir, incluso entre quienes estamos “del lado de adentro”. En ese sentido, nuestra lucha es doble, no sólo desde lo cultural, sino que también hablamos de un esfuerzo hacia cierta idea de profesionalización.

En relación a las otras provincias, nada, yo creo que el problema es en general parecido al nuestro, a lo que acabo de decir. Estoy muy lejos de creer que en Tucumán haya condiciones para la producción cultural que sean mejores o más fértiles que en otras provincias del NOA, en todo caso, yo creería aquí que esos esfuerzos emergentes lograron (en algunos casos) estrechar vínculos, generar cierta idea de comunidad, y que gracias a eso, muchos todavía pueden sostenerse. Pero ojo, es algo que también se da, que también ocurrió, en Salta, en Jujuy. Yo conozco algunas editoriales, algunos ciclos de poesía, que son los que veo en redes sociales, pero es muy obvio que esto es apenas la superficie de algo mucho más grande. Quizás lo más interesante de estos circuitos alternativos es que pueden brotar y crecer en las condiciones más adversas, pero para sostenerse a lo largo del tiempo necesitan de un suelo más hospitalario. Y para lograr ese cambio a nivel estructural el esfuerzo tiene que ser conjunto, empujando entre todos hacia el mismo lado.