Mucha tinta corrió en esta sección para describir el estado lamentable que presenta la ruta 315, más conocida como Camino del Perú. Esta vía, que vincula la capital, Yerba Buena, Villa Carmela y Tafí Viejo, padece un deterioro constante desde hace décadas. LA GACETA lo consignó innumerables veces en sus editoriales, en columnas y en crónicas periodísticas. Sin embargo, la solución definitiva parece estar aún muy lejos.

En esta oportunidad nos ocupamos de un aspecto poco difundido en lo que atañe a esta ruta. Se trata de una especie de apéndice del Camino del Perú, pero no por ello es menos importante. Es el denominado “Viejo Camino del Perú”. Nace a la altura de la plazoleta San Cayetano, donde se desprende de la vía principal, a metros de la zona conocida como La curva de los Vega. Y se dirige directamente hacia el norte (a diferencia de la ruta 315, que a esa altura se desvía hacia el oeste hasta llegar a Villa Carmela). Este “viejo” camino, tal como se lo conoce, conecta San José con Lomas de Tafí y algunos emprendimientos privados que se encuentran un poco más allá del megabarrio que desarrolló el Instituto Provincial de la Vivienda. Además, es la vía elegida por miles de personas que van desde Yerba Buena hacia Tafí Viejo o hacia la ruta 9.

A pesar de que no es extenso, presenta diversas realidades. En apenas un puñado de kilómetros se pueden observar problemas tanto de estructura vial como de carácter social. Si arrancamos de norte a sur, quizás el sector que se encuentra en mejor estado es, justamente, el que corre junto a Lomas de Tafí. Se trata de un amplio boulevard con dos carriles en cada mano. El panorama comienza a cambiar cuando la traza se acerca a la intersección con la avenida Francisco de Aguirre. Por allí cruzan las vías del ferrocarril. Para atravesarlas, los conductores deben subir y bajar el terraplén, cuyo pavimento es deplorable. Un dato no menor. Justo allí se encuentra el Pozo de Vargas, sitio donde la Justicia investiga delitos de lesa humanidad.

También a metros de la vía, cuyos márgenes están copados por viviendas precarias, se encuentra el inmenso predio baldío que fue ocupado (en un sector) por varias familias luego del crimen de Abigail Riquel, el año pasado. Si continuamos hacia el sur, esta calle bordea los barrios Casino y Congreso. Aquí es habitual encontrar lagunas de agua potable o de líquidos cloacales. Además, en algunos sectores no existen las veredas.

A pocos metros de la intersección con el “nuevo” Camino del Perú, esta calle es atravesada por un canal. El puente que lo cruza es angosto y el asfalto parece haber sido bombardeado. Esto obliga a los conductores a cruzarse al carril contrario para pasar.

Un párrafo aparte merece la intersección entre los dos Caminos del Perú: el peligro es constante, no hay ningún tipo de control y cada conductor hace lo que quiere. Y eso que se trata de una vía por la que circulan miles de vehículos a diario (es la conexión más directa entre Tafí Viejo, Lomas y Yerba Buena). También es utilizada por varias líneas de colectivos, por camiones de gran porte, por motos y por carros tirados por caballos.

Como sucede con otras arterias de la ciudad -se encuentran en zonas en las que empiezan y terminan distintas jurisdicciones- sobre el “Viejo Camino del Perú” flota una duda: ¿quién debe hacerse cargo de su mantenimiento? Creemos que es necesario que las autoridades presten atención a esta calle y a su entorno. Seguramente hay mucho por hacer para mejorarles la vida a los vecinos y a los conductores que a diario la recorren.