En materia de seguridad, las estadísticas sirven para determinar qué está sucediendo en cualquier lugar del mundo. Y en Tucumán, los números siempre están en rojo desde hace casi cuatro años. En lo que va del año se contabilizaron 20 homicidios -ya se superó el total de enero y febrero de 2020- y de ellos, 12 (un 60%) fueron protagonizados por jóvenes de entre 18 y 27 años. El 90% de ellos tenían problemas de adicción, y más de la mitad, causas pendientes con la Justicia. Ya se los visibilizó como los integrantes de la generación A (abandonada).

En ese pequeño número hay mucho para analizar. Hay nueve jóvenes de esa franja etaria que están imputados o bajo sospecha de haber cometido crímenes. Otros ocho terminaron siendo víctimas, tres de ellos por la mal llamada “justicia por mano propia”; uno murió al enfrentarse con un policía al que intentó robar y los últimos cuatro, en ajustes de cuentas motivados por robos, venganza y drogas. Aunque no fue un crimen, también impactó en la sociedad el caso del motochorro que chocó contra un colectivo después de cometer dos arrebatos. ¿Esta tendencia es una casualidad o existe una causalidad?

“Hay una causalidad que marca a las claras el aumento tremendo del flagelo de la droga, lo que conlleva más delitos cada vez más violentos y redunda en que el fuero penal se encuentre colapsado”, sentenció el abogado Álvaro Zelarayán. Su colega, Patricio Char, agregó: “es una realidad que vive un sector de nuestra sociedad, que viene sufriendo, además de todas estas circunstancias, unos cuatro años de crisis económica sumada la crisis de la pandemia”.

Camilo Atim Antoni, otro profesional, tiene otra visión del problema. “Hoy en día hay una crisis institucional muy marcada que repercute en todos los niveles de la sociedad. Ya no hay modelos de autoridad. No hay educación, no hay trabajo formal, la pobreza cada día es mayor y no hay expectativa de crecimiento ni siquiera para quienes tienen un título de grado. En muchos barrios marginales, la única expectativa de crecimiento está asociada a la distribución y comercialización de droga. Creo que estamos pagando las consecuencias de un Estado ausente durante años”, opinó.

En Tucumán, como en otras provincias del país, ya se habla de la generación A, es decir los jóvenes que fueron abandonados durante años y que recién ahora, cuando se han transformado en un problema, la sociedad los observa. “Podríamos decir que es una generación que sufre las consecuencias de ausencia de oportunidades para progresar, sumada a las adicciones, falta de educación; un cóctel lamentable”, explicó Char.

Atim añadió: “claramente es una generación olvidada, sin oportunidades, sin educación, sin inserción social y sin proyectos. Esto es muy grave. No digo que esto los lleve directamente a delinquir, pero no tengo dudas que sí tiene influencia en el camino a la delincuencia”.

Alberto Lebbos es un referente de las víctimas de los delitos que se cometen en Tucumán. “Sostengo que estamos ante un sistema perverso, planificado, organizado y orquestado que está siendo muy exitoso, para dominio de las masas y control del poder. No solo estamos ante una generación olvidada, estamos ante una generación despreciada y abandonada”, señaló en una entrevista con LA GACETA.

Recuperación

La mitad de los consultados en esta nota cree que es muy difícil recuperar a esta generación. “Con las herramientas con las que se cuenta hoy, no. Hay que implementar políticas públicas y trabajar coordinadamente con los tres poderes del Estado. Creo que hay ciertos pilares donde los políticos y la sociedad debemos ponernos de acuerdo para realizar proyectos a largo plazo: educación, seguridad, justicia y salud”, opinó Atim Antoni.

Gran parte de la sociedad, en cambio, piensa que la solución es endurecer las leyes o aplicar mano dura. “Si creemos que la solución es esta, vamos a llegar a necesitar cinco cárceles en poco tiempo. Necesitamos una justicia rápida, con cárceles aptas, y penas justas, pero si no va acompañando de un menú de medidas políticas, no sirve”, señaló Char.

Zelarayán coincidió con su colega, pero agregó: “no se necesitan más normas; pasa por hacer cumplir las leyes que existen a rajatabla, y combatir en serio, caiga quien caiga, el tráfico de droga, en todos sus niveles. Amén de procurar fuentes de trabajo dignas, y educación, en serio, para la gente de menores recursos”.

Lebbos, que sobre sus espaldas lleva el clamor de los familiares de las víctimas, también dio a conocer su opinión sobre este tema, de manera irónica y cruda. “La solución pasa por mano dura para los infames traidores al pueblo, para los corruptos, para los que promueven la más horrenda y brutal impunidad. Para ellos tiene que ser la mano durísima. Y para el pueblo sufriente es precisa la mano suave, amable y amorosa, el abrazo afectuoso y hacer lo necesario para revertir tan horrenda situación de calamidad”, concluyó.