Verano, calor, agua, corsos, fiestas, lanzaperfumes y alcohol en exceso. Este combo parece haber formado parte de los festejos de carnaval a lo largo de la historia en Tucumán. Veamos qué ocurría hace exactamente 100 años, en 1921.

En aquel entonces, la ciudad estaba adornada y las luces de colores señalaban los sitios en los que se iban a realizar festejos. Todos se preparaban para celebrar la fiesta de las carnestolendas: se realizaban corsos en la mismísima plaza Independencia y en otros paseos públicos de la ciudad.

Los bailes también eran una gran atracción. En los primeros días de febrero de 1921, en la esquina de “boulervard Alem y Lavalle estaba autorizada la celebración de un baile público. Pero se produjo un descomunal desorden que degeneró en sangrienta lucha”. El resultado de la “batalla campal entre policías y beodos fueron varios heridos, la clausura del local y un sumario al organizador por infracción a la ley de descanso dominical que prohibe la venta de licores y otras bebidas alcohólicas”.

FOTOGRAFÍAS. Nuestro diario exponía distintas imágenes de las fiestas, de los corsos, de los bailes y de los disfraces.

La gresca fue el comentario de gran parte de la sociedad tucumana en los días posteriores. Y nuestros cronistas, por ende, se interesaron en el tema.

“A consecuencia de la batalla que se entabló entre una gran concurrencia y un buen número de agentes de policía y guardias especiales, el parte policial consigna que el sargento Pedro Acevedo se encuentra herido gravemente de un botellazo en la cabeza que le aplicó ‘Hueso Verde’ o Ramón Agüero, que tenía dos heridas leves en la cabeza”, relataba la crónica. El relato periodístico manifestaba que “alrededor de las 18 encontrábanse en el local más de un centenar de personas casi todas ellas en avanzado estado de ebriedad, entre ellos hombres, mujeres y menores de edad de ambos sexos. Por cuestiones fútiles, se suscitó un altercado entre varios beodos, extendiéndose rápidamente la discusión entre los presentes. Intervinieron entonces los agentes y guardia para sofocar el desorden, lo cual lejos de apaciguar los ánimos provocó una batalla campal donde se hizo uso de cuanto proyectil estaba a mano. Volaron copas, botellas, vasos, mesas, sillas, piedras y otra infinidad de objetos. Al restablecerse el orden, después de arduos esfuerzos, quedaron heridos el policía y su agresor que fueron llevados al hospital Padilla. Se sabe que existen otros muchos heridos, contusos y lastimados, a quienes no fue posible aprehender en los primeros momentos que aprovecharon para desaparecer evitando la acción de la policía que, al parecer, anduvo bastante lerda en cumplir su deber”.

Nadie resultó preso y los heridos volvieron a sus hogares cuando fueron dados de alta.

Las batallas no sólo se produjeron en la capital tucumana. Desde Lules se comunicó que en el carnaval y baile público autorizado en Puente del El Manantial se produjo “un gran desorden a raíz del cual se encontraban varias personas heridas y contusas, entre ellas, un policía”.

El relato del combate informaba que discutían Luis y Marcos Cortés con Segundo Aragón, “los cuales acabaron por irse a las manos atacando los primeros al segundo. Para poner orden intervino el agente Clemente Ramírez que fue recibido agresivamente por los anteriores, circunstancia en que se presentaron los guardias Francisco Lazarte, Miguel Moreno y Pascual Ramírez los que fueron atacados por los hermanos Cortés junto a Raimundo González, Pedro Almirón y Jesús Villafañe que arremetieron armados de palos, cascotes y otros proyectiles”.

El ataque le produjo una herida a Lazarte, quien al sentirse lastimado “desenvainó el sable con que iba armado y atacó a los agresores, logrando herir en la cabeza a Almirón y a González”.

La llegada de refuerzos desde la comisaría logró apaciguar los ánimos, controlar la situación y detener a tres agresores. El paso de los días calmó los ánimos y recuperaron la libertad.

Las fiestas de carnaval alegraban las ciudades tucumanas; corsos, murgas y bailes eran los protagonistas esos días. Pero... Siempre parece haber un pero en medio de la alegría. Santos Ledesma estaba casado por civil y por Iglesia con María Vicenta Quinteros; la pareja mostraba una vida armoniosa, de trabajo y esfuerzo para lograr los proyectos que tenían. Vivían en San Pablo hasta que… “ambos cónyuges, por matar el tiempo, se dieron a jugar a las escondidas y Vicenta lo tomó tan en serio y lo hizo tan bien, que hasta ahora y después de cinco días, Santos no ha podido encontrar a su media naranja”, relataba nuestro cronista el 10 de febrero de 1921. Pero al parecer la dama tenía ciertos planes en los que no estaba incluido su esposo. “Juntamente con la desaparición de su costilla, ha notado la fuga de 900 pesos, lo cual, según Santos, no está muy de acuerdo con las leyes de divorcio…”.

El hombre hizo la denuncia en la comisaría del pueblo, ante la sorpresa del comisario que la recibió. Sin embargo, los 95 años que pasaron ya hacen que no sepamos si el hombre pudo encontrar a la mujer o si es que no volvió a verla nunca más.